Hace rato que partió el alejamiento entre las diversas fuerzas que han constituido el bloque de la Nueva Mayoría, por eso se veía venir la decisión de la Democracia Cristiana de ir con su propia candidatura a la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales. No es una noticia para estar feliz, es un hecho lamentable, que no debió ocurrir.
Ahora estamos ante el riesgo de caer en recriminaciones que agraven la situación. Es de esperar que eso no suceda, entre otras razones por qué sería inconducente buscar culpables de un proceso que comenzó hace tiempo, pero ante el cual no hubo una política eficaz que lo detuviera. No cabe duda que al comienzo influyó el ímpetu refundacional de algunos y el fuerte conservadurismo en otros.
En los hechos fue imponiéndose un “dejar hacer”, de resignarse ante el deterioro del entendimiento político fundamental para el doble desafío de dar gobernabilidad y emprender las reformas comprometidas con el país.
Al parecer en el bloque de gobierno, había tantas tareas y preocupaciones que no hubo el espacio ni el tiempo requerido para una conversación política crucial: la propia unidad y proyección del conglomerado gobernante. Es el costo del día a día, de atender tantos asuntos que solo se trata lo inmediato y urgente.
La unidad es como la planta que año tras año, con sus formidables colores o entregando una linda flor, logra embellecer la existencia, pero para ello debe tener los cuidados necesarios, el agua, la temperatura y los abonos que le fortalezcan, den energías y posibiliten su crecimiento.
Un entendimiento estratégico para dirigir el Estado, es una tarea de largo aliento, de mucha dedicación, tacto y cuidados diversos, que requiere una efectiva voluntad política para hacerlo perdurar, de modo especial, ante el desafío de hacer frente a un plan de regresión social tan duro como el que sustenta el piñerismo, que ya anunció su propósito de echar atrás los avances del último tiempo.
Al parecer no fue el caso y en la Nueva Mayoría los desvelos fueron insuficientes. Ganó el afán de actuar cada cual por su propia cuenta. El tiempo dirá que pasó finalmente, si gano el chovinismo partidario, cálculos menores u otros factores. Por eso, cuando se concreta esta división los llamados a la unidad ya no logran tener el efecto deseado.
Lo paradojal es que pronto se volverá a valorar lo que se ha perdido, esto es un entendimiento inédito de gobierno que abarcaba desde la DC hasta el PC, incluyendo a socialistas, radicales y PPDs; tal realidad constituía un hecho político macizo, sin precedentes, cuyo valor en sí mismo, no fue valorado y preservado en la dimensión que correspondía. Lamento profundamente lo ocurrido.
Esperamos que más adelante se logre recuperar el entendimiento estratégico entre la izquierda y el centro, que ante las dificultades no se caiga en lamentaciones que confundan aún más, frente a la tarea principal que es evitar que se imponga el plan de Piñera, que si gana concentrará la totalidad del poder en un puñado de afanosos ganadores de dinero.
Lo que la gobernabilidad democrática requiere es reponer lo que tanto costó forjar y ahora se pierde: la unidad de los que creen y se han jugado por un proyecto democrático y de justicia social para Chile.
Una opción de sociedad que demora décadas en construirse, pero que reivindica a los sectores populares dando estabilidad y progreso perdurable al país.
Por Camilo Escalona Medina
Vicepresidente Nacional
Partido Socialista de Chile
Santiago de Chile, 30 de abril 2017
Crónica Digital