La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, admitió hoy que su país sufre con mucha frecuencia el ensañamiento de las catástrofes naturales, como acaba de ocurrir con los aluviones del fin de semana.
Apenas días después de controlar la ola de incendios forestales que azotaron al país austral, lluvias en el centro y norte de Chile dejaron un saldo parcial de tres muertos y 19 personas desaparecidas.
En su retorno a la actividad luego de sus vacaciones, Bachelet, tras reunirse con sus ministros para evaluar lo sucedido con los aluviones, dijo con amargura que “la naturaleza parece no darle tregua a nuestro país”.
Justo el 27 de febrero, hace siete años, Chile fue sacudido por un violento terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter, con un tsunami añadido, que dejó un balance de 524 personas muertas.
El suministro de agua fue interrumpido a millones de personas en esta capital y ciudades aledañas, debido a la turbiedad de las aguas que bajan desde la cordillera de Los Andes por el río Maipo.
“Se han estado desplegando todos los esfuerzos para enfrentar esta situación”, destacó Bachelet al asistir a un acto de conmemoración de los 35 años del asesinato del líder sindical Tucapel Jiménez, ultimado por la dictadura de Augusto Pinochet.
Los incendios forestales también dejaron graves secuelas para la población, con 11 personas que perdieron la vida, más de mil 600 viviendas destruidas, medio millón de hectáreas destruidas de bosques y vegetación, y más de siete mil damnificados.
Claudio Orrego, Intendente de la región Metropolitana (que abarca Santiago y sus alrededores), reconoció hoy que la principal urbe chilena “no está preparada para este tipo de emergencias”.
Millón y medio de personas quedaron sin agua desde el final de la noche del sábado y el domingo, mientras el resto de los habitantes de esta capital (algo más de seis millones) sufrieron intermitencias en el servicio de suministro del líquido vital.
Santiago de Chile, 27 de febrero 2017
Crónica Digital /PL