Como hace una década, Rusia, en la voz de su ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, volvió a dar lecciones de acercamiento, buena vecindad e ideas del nuevo orden mundial a Occidente, empecinado en mantener la Guerra Fría.
Lavrov recordó que el periodo de Guerra Fría puede haber pasado, pero continúa en las mentes de los dirigentes de las potencias occidentales, cuando se vive el peor momento de tensión entre estas y Rusia de los últimos 30 años.
Un ejemplo de cómo se mantiene la Guerra Fría es la existencia aún de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cada vez más próximas a nuestras fronteras, explicó el diplomático ruso.
La Conferencia de Seguridad de Munich coincidió con el XX aniversario de la firma del Acto Fundacional Rusia-OTAN, en París, y XV de la Declaración de Roma sobre las relaciones especiales del bloque con la nación euroasiática, recordó Lavrov.
Pero todos esos documentos son papel mojado cuando la alianza atlántica incumple cada uno de sus postulados al desplegar tropas y medios de combate, incluidos blindados y aviones, en países fronterizos con Rusia.
Lavrov declaró que hace 10 años Putin pronunció un histórico discurso que Occidente todavía recuerda con estupor, donde apenas llamó a dejar a un lado las acciones unilaterales y a iniciar un diálogo franco, con respeto mutuo de la soberanía e intereses.
Todo ello, como afirmó entonces el mandatario ruso, sobre la base del derecho internacional y la búsqueda colectiva de soluciones. Además, advirtió sobre los intentos de frenar la creación de un mundo multipolar.
Pero la época “post-cold world order” llegó a su fin, sentenció Lavrov, en alusión al triunfalismo con que emergió Estados Unidos y algunas potencias occidentales del derrumbe del campo socialista y la desaparición de la Unión Soviética.
Las advertencias de Putin de hace una década muestran su vigencia con creces al observar, señaló, los resultados de la llamada democratización puesta en práctica por Occidente en el Medio Oriente y África del Norte: Iraq, Libia y Siria hablan por sí solos.
Para el jefe de la diplomacia rusa, se hace necesario dejar un lado las campañas difamatorias y la política antirrusa o la filosofía de la rusofobia en Occidente para dar paso a un periodo post-fake, en alusión a las falsedades divulgadas contra su país.
Moscú es acusada de emplear la propaganda con medios como la agencia Sputnik y el canal Russia Today, aunque más bien ello parece un reconocimiento a la imposibilidad de restarle audiencia a esos medios que actúan como alternativa a la prensa occidental.
Además, el Kremlin también es responsabilizado del empleo de hackers para penetrar redes gubernamentales e influir en los procesos políticos de Estados Unidos, pero que ahora también incluye a Reino Unido, Alemania, Francia, Austria, Noruega y otros.
Rusia no solo demanda pruebas sobre ello, sino que, como hace Lavrov, recuerda lo sucedido con los demócratas, cuando los republicanos, pese a la victoria de Donald Trump, fueron acusados de cometer fraude.
Para ello, será necesario mostrar pruebas contundentes, consideró el estado mayor demócrata. Entonces, se preguntó Lavrov, ¿por qué cuando nosotros exigimos pruebas a Estados Unidos que respalden sus acusaciones, nadie muestra nada?
Como en 2007, Rusia volvió a tender la mano de la buena vecindad y repitió su deseo de formar un espacio de seguridad común de Vancouver a Vladivostok, pero también advirtió que va a defender, sin titubeo, sus intereses nacionales. Siria demostró que tiene con que hacerlo.
Por Antonio Rondón García
Moscú, 20 de febrero 2017
Crónica Digital / PL