En los breves 16 minutos de su mensaje a los estadounidenses entregó una visión plañidera y apocalíptica de las “debilidades”, indefensión, vulnerabilidades, de la decadencia de Estados Unidos, consecuencia, según su discurso, de las elites radicadas en Washington, de los políticos y poderes económicos, todo lo cual, enfatizó, cambiará drásticamente, “con la ayuda de Dios”, naturalmente.
La utilización del “ellos” y del “nosotros” fue el mecanismo para la caricatura simplificadora, donde “ellos” son los poderes del “establishment” y el “nosotros” ( Trump, uno de los magnates mas adinerados entre estos), son los trabajadores cesantes, la clase media empobrecida, las victimas del narcotráfico, las personas objeto de la violencia callejera, las empresas quebradas.
El parecido al discurso de Adolf Hitler, al proclamar como su objetivo el renacimiento de Alemania, tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, y la denuncia de la política de las Grandes Potencias ( el Tratado de Versalles -28 junio 1919-, en particular que fue su caballo de batalla argumental) que habría estado destinada a hundirla en el desastre económico, e impedir su “grandeza”, no parece una mera coincidencia, al mismo tiempo que constituya una elocuente advertencia para el mundo.
Hitler las elecciones en los años 30 del siglo recién pasado, encabezando un movimiento, el nacional socialismo, proclamando su confrontación a los capitalistas y oligarquías germanas y los judíos, cómplices de la derrota alemana de la época.
Palabras más, palabras menos, incluso los identifica la procacidad y un histrionismo de caricatura, el recurrir a una lógica primitiva, a la apelación a los sentimientos básicos de la inseguridad, del revanchismo, al afán de venganza contra grupos indeterminados, con una demagogia eficaz y vociferante.
Conviene ( se trata de una advertencia!) ver la historia y aprender el cómo desde la tribuna electoral se construyó un monstruo que precipitó al mundo en la Segunda Guerra Mundial, con sus horrores y barbarie.
“Hagamos que Estados Unidos sea un país grande otra vez” (“Make America Great again”), es la consigna de batalla del nuevo gobierno instalado en Washington.
Trump dijo en el discurso inaugural de su gobierno, “durante demasiadas décadas hemos enriquecido a la industria extranjera a costa de la industria estadounidense, hemos subsidiado los ejércitos de otros países, al tiempo que permitimos la muy lamentable merma de nuestro ejército”, enfatizando que “hemos defendido las fronteras de otras naciones mientras nos rehusamos a defender las nuestras”.
La situación que presentó de Estados Unidos resulta patética, lo que le sirvió como fácil argumento electoral: “Gastamos billones y billones de dólares en el extranjero, mientras la infraestructura de Estados Unidos ha quedado en muy mal estado y se ha deteriorado. Hemos hecho ricos a otros países, mientras la riqueza, la fuerza y la seguridad de nuestro país se ha esfumado en el horizonte”.
“Una por una las fábricas han cerrado y abandonado nuestras costas sin considerar a los millones y millones de trabajadores estadounidenses que se quedaron atrás. La riqueza de nuestra clase media ha sido despojada de sus hogares y después redistribuida en todo el mundo” agregó en su arenga catastrofista.
Para Trump, Estados Unidos está en una situación de desastre, producto de las políticas de sus antecesores. Padecen de una guerra que han perdido, el mundo los rechaza- Y deben recuperar su potencial agresivo, imperial.
Debe buscar recuperar su “poderío perdido” con esto de la globalización, de la democracia, de los buenos modales. Hay que volver a la “diplomacia de las cañoneras”. O sea hacer entrar en razón a todos esos árabes, africanos, latinoamericanos, los asiáticos y por cierto a los europeos, Rusia, China y lo que se les ponga en el camino, a los que no se subordinen a la voluntad de los elegidos por ese Dios que les mandata a su “Destino Manifiesto”.
Un nuevo Orden Americano, le espera al mundo.
En fin repasar el mensaje de Trump es viajar hacia un país en desastre total, pero el promete que “eso es el pasado y ahora estamos viendo hacia el futuro”.
Los comentarios sobre esta relación entre el desastre enunciado y la realidad del proceso económico del país es que “la automatización y el aumento de la eficiencia es una causa mucho mas importante ( que el comercio con China, por ejemplo) de la disminución de los empleos en las fábricas” entre 2000 y 2007, y que “la producción industrial estadounidense está en su nivel más alto de la historia. Son los empleos los que se ha perdido”, como señaló al respecto al analista económico del New York Times, Binyamin Appelbaum).
Todo es para concluir con el mensaje mesiánico: “ A partir de este día (el 20 de enero de 2017, en que asumió el mando) una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este día, solo Estados Unidos será la prioridad. Estados Unidos, primero”.
Mensaje que, proclamó con altanería y soberbia imperial, debe ser escuchado “en cada ciudad, en cada capital extranjera y en cada gobierno”.
Luego viene lo consabido: “seremos la luz que guía a todos”, “uniremos al mundo civilizado contra el terrorismo islámico radical que será erradicado de la faz de la Tierra, Dios nos protegerá”.
O sea estamos notificados. Tenemos un nuevo iluminado en la Casa Blanca y, como consecuencia del carácter de gran potencia nuclear que ostenta en la escena global su discurso es una grave amenaza.
Ya no se trata de argumentos para conquistar votos sino de los enunciados inaugurales de su gobierno, de sus propósitos, de su manera de ver su país, el mundo, y la “misión” que mesiánicamente se autoasigna.
“Ahora nosotros, los ciudadanos de Estados Unidos, estamos unidos en una gran iniciativa nacional para reconstruir nuestro país y restaurar su promesa para todo nuestro pueblo. Juntos definiremos el rumbo de Estados Unidos y el mundo durante muchos, muchos años por venir. Enfrentaremos desafíos, confrontaremos dificultades, pero cumpliremos el trabajo”, estableció.
Y cuenta para ello de su política exterior y de sus “valientes soldados”.
“Cuando Estados unidos está unido, es totalmente imparable. No debe haber temor. Estamos protegidos, siempre estaremos protegidos. Nos protegerán grandes hombres y mujeres de nuestro ejército y las fuerzas del orden, pero lo más importante es que Dios nos protegerá”, advirtió.
El mensaje es explícito.
La cancillería chilena, el gobierno los partidos y los ciudadanos de Chile, y del mundo sin duda, deben tomar en cuenta las notificaciones que nos ha hecho Donald Trump.
Lo que se demanda, no son frases condescendientes, de buena familia, un tono conciliador, que no alcanzan a encubrir debilidad, incapacidad de independencia y dignidad ante los gritos de matón del momento.
Es la democracia, la seguridad y el Derecho Internacional, el comercio justo, los Derechos Humanos, la soberanía nacional, el futuro de la humanidad, las vidas de las nuevas generaciones,lo que está en riesgo.
Por Marcel Garcés Muñoz
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 25 de enero 2017
Crónica Digital