Es por ello que desde todos los sectores surgen voces alarmadas, y no se escuchan en el escenario, sea de derecha, izquierda o centro, pronósticos triunfalistas. Más bien impera una especie de cautela y franca incertidumbre.
La derecha y la izquierda “unidas”, e incluso sectores situados habitualmente en los extremos, y no son precisamente amigos de las elecciones, también buscan incentivar a sus adherentes a no quedarse cómodamente en sus casas y jugárselas en las urnas.
Pero todos perciben, incluidos los expertos electorales tan a mal traer en estos últimos tiempos, que lo más probable es que no hayan cuantas alegres que sacar tras los escrutinios, sino que “explicaciones” para salvar responsabilidades y no dar cuenta de su derrota real.
En La Moneda y particularmente en la Presidencia se espera – y se conforman- con que la Nueva Mayoría mantenga la mayoría en los resultados nacionales, que en las últimas elecciones municipales en 2012 fue de 16 puntos porcentuales sobre la derechista Alianza por Chile.
En la Derecha, con otros nombres de fantasía (ahora se denominan Chile Vamos), según señaló el senador UDI, Juan Antonio Coloma, esperan “acortar la brecha”, enfatizando que el objetivo de la “centroderecha” es lograr una menor diferencia de votos con el oficialismo.
Esperan tocar campanas de triunfo, si aunque pierdan las elecciones según las cifras generales, pero esa distancia baje aunque sea en un punto porcentual.
Desde Luego, en ambos sectores esperan proclamarse triunfadores. aunque sus expertos electorales saben que las diferencias serán ínfimas, y abrirán las botellas de champagne, si logran algunos votos más en las llamadas “comunas emblemáticas” donde de acuerdo a las encuestas, hoy se registra un empate técnico.
Como se ha constatado en Chile y en el mundo, los estudios del mercado político electoral, no logran aun prever, percibir, cuantificar y convertir en cifras estadísticas creíbles, el malestar ciudadano, el desapego o rechazo a las consignas políticas, a los partidos y, lo que es más grave o riesgoso, a las instituciones de la democracia.
Y los partidos o los teóricos no encuentran tampoco una respuesta ideológica y organizada a esta amenaza, no logran una motivación que devuelva esperanzas, objetivos, ya no hablemos de una épica social movilizadora, como la de los años 60 y 70.
Aquí hay responsabilidades compartidas, y no todo es culpa de la dictadura de Pinochet y su política del terror combinada con la exacerbación del individualismo, del consumismo, de la “filosofía” del lucro y la ganancia.
Sin duda que para la Derecha económica, política y mediática y los poderes facticos, además de la demonización de la política y los políticos, hecha por el Pinochetismo y el integrismo reaccionario fascista, lo esencial de sus mensajes no es en realidad el ataque a la política, sino a la política democrática, a la de la participación ciudadana real.
Lo que interesa e importa a los nostálgicos de los esbirros de Pinochet y todas las versiones de Derecha que están en el escenario, es que los trabajadores, los sectores democráticos y progresistas, la izquierda en general, los sectores sociales que demandan y protestas, que interpelan a las elites, es volver a un pasado de orden autoritario y conservador.
Es decir a un sistema político, ideológico, a la medida de sus negocios, de sus intereses totalitarios y de clase, del lucro y sus ganancias, de su corrupción flagrante.
Y es esta contradicción la que se pone en evidencia en cada una de las batallas políticas que se dan en el país. Y las elecciones municipales, así como las próximas parlamentarias y presidenciales, son confrontaciones de estas dos visiones de sociedad que se contraponen en la realidad.
De manera que las elecciones municipales del 23 de octubre y sus resultados, sobre todo si como se espera se presenta el amenazante fantasma de la abstención, serán, además de una luz roja, sobre todo un termómetro del malestar social, y una serie interpelación a las elites políticas, a los partidos y a sus líderes y una advertencia a las instituciones de la democracia.
De manera que es indispensable una lectura objetiva, autocritica del mensaje que entregarán los ciudadanos. Y la necesaria conclusión al desafío es que se debe responder a ese malestar ciudadano, con más democracia, pero sobre todo con más participación, con más protagonismo social.
Por Marcel Garcés Muñoz
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 15 de octubre 2016