Habitar en la perversión. Esa es una de las experiencias laberínticas que el ciudadano común y corriente ha tenido que asimilar. De alguna manera la sospecha era generalizada. Aun así, la depravación en su estado perfecto, viene acompañada de la voluntad domesticada dentro de las esferas privadas y públicas.
Referirse a la banalidad de la corrupción, su astuta burocracia pública y privada, su consagración legal; sus vacíos jurídicos diseñados para salir siempre libres de polvo y paja, requiere indagar en los dispositivos cotidianos de poder, en ese celo y eficiencia con que actúan los sectores aspiracionales. Emulando los ejemplos dados por la realidad.
Quizás por esa razón, se prefiera ubicar en el centro de esta ópera bufa, a personajes de bajo pelaje al estilo de Garay, Chang, Parisi o Jadue. Pintorescos prototipos, de una cierta “enfermedad” provocada por el deseo de éxito económico y social, según el parecer de algunos columnistas como Cristián Warnken[i] y en otro tono Luís Larraín[ii], el primero en el diario El Mercurio y el segundo en el periódico digital El Libero.
Si la explicación pudiera acotarse a burdos casos de índole sicológico, podemos pernoctar tranquilos, porque el remedio incluye una pastilla permanente de austeridad, dosis acotadas y renovadas de programas educativos de ética; además de entregar por tiempo limitado, jarabes de economía y marketing, como medidas profilácticas destinadas a los consumidores.
El argumento del embaucador, supone la condición de un (otro) como víctima de su “ingenuidad” e “inocencia”. Vaya bobería, la pretensión de acumular montos de ganancia: por sobre el decoro del mercado.
Comentario aparte, merece la mención de Luis Mesina, en la columna de Larraín, ubicando su discurso de No + AFP al nivel de un vendedor de pomada, desconociendo en un par de líneas la insatisfacción generalizada, el trauma de muchos adultos mayores que viven a medio morir saltando, la indignación de los cotizantes por las pérdidas sostenidas, fruto de las fluctuaciones del mercado, al que son sometidos sus ahorros de toda una vida.
La idea de una sociedad “embaucada” instaura el fenómeno de la desconfianza, un toque de alerta entre los pares. Es más aceptable y digno ubicarse en el territorio de los crédulos, de los sencillos consumidores. De esos que nunca ven ni oyen nada extraño, porque todo funciona con prolijidad y reaccionan con asombro, ante la artimaña consumada.
El Chile abusado. La imagen inquietante de un Estado ausente. El descalabro ético y social de una élite económica lumpenizada, como ha quedado de manifiesto en los casos: PENTA, SQM, sin olvidar las colusiones de las empresas farmacéuticas, de papel higiénico y pollos. Estos casos archiconocidos por la opinión pública, son síntomas de una descomposición bastante más profunda, de un esquema de comportamiento degradado, cuya expresión impúdica, se ostenta en ciertos contextos económicos.
Asumir ese escenario, implica reconocer que la arbitrariedad se pasea frente a nuestras narices; y su mayor logro ha sido y es, el consentimiento por acción u omisión de sus maneras de implementarse, ese es el hecho más despreciable, al que la élite económica, política y religiosa, somete a diario a sus ciudadanos.
Casual o premeditado, el desplazamiento mediático puesto en escena desde hace un tiempo, pareciera indicarnos que se intenta retirar del imaginario colectivo la idea de abuso. Resulta palmario el esfuerzo por pasar a retiro o ubicar en un segundo plano a personajes como: Carlos Alberto Délano, Carlos Eugenio Lavín, Julio Ponce Lereu, Jovino Novoa.
Se extraña la presencia del abuso, porque el libreto parece traspapelarse, cojea al carecer de tensión. No se puede construir una imagen a partir del esfuerzo personal, cuando se edifica sobre la condescendencia, la complicidad y el encubrimiento.
La cultura narcisista, el afán enfermizo de tener a cualquier costo, el saqueo como estrategia, el abuso como política de acumulación de capital y la indiferencia, han permitido el origen y ascenso de los Jadue, Parisi y Garay.
Así habitamos, tristes y abusados. Lo que no nos queda, es posar de inocentes.
Omar Cid
Crónica Digital
Santiago 5 de octubre de 2016
[i] http://www.elmercurio.com/blogs/2016/09/29/45378/Chile-embaucado.aspx
[ii] http://ellibero.cl/opinion/no-rafas-garay/