“Atentos a la primera repetición de la tanda de penales, porque seguramente la veremos muchas veces más”, dijo un comentarista en la transmisión posterior al partido. Ya no bastaba repetir de forma incansable los lanzamientos convertidos por Matías Fernández, Arturo Vidal, Charles Aránguiz y Alexis Sánchez, además del yerro increíble de Gonzalo Higuaín y la atajada de Claudio Bravo a Éver Banega, que a la postre le darían el título de la Copa América 2015 a la selección. Recuerdos establecidos en nuestras memorias que jamás se olvidarán, pero que tienen una nueva ficha en el expediente.
De las tres finales consecutivas (Brasil 2014, Chile 2015 y USA 2016) que alcanzó el elenco albiceleste, considero que era su mejor momento futbolístico, con un Lionel Messi inspirado, un juego colectivo rápido, intenso y muy efectivo. Habían ganado trotando todos los encuentros previos a la final -partiendo por el debut derrotando a Chile- y se sentían amplios favoritos de cara al instante definitorio, esta era ‘la’ ocasión. La tercera tenía que ser la vencida para una generación talentosa. Sin embargo, los “kamikazes” no permitieron que esto fuera posible.
El hambre insaciable de los jugadores y el esfuerzo encomiable los llevó a obtener un nuevo título que, gracias al ‘chanchullo’ de la Conmebol, vale. Vale porque pasarán 100 años para ‘perder’ la condición de campeón del centenario del torneo de selecciones más antiguo del mundo. Vale ya que se le hizo frente a un tremendo equipo como es el argentino. Vale por haberse sobrepuesto a todos los obstáculos -cambio de cuerpo técnico, un comienzo dubitativo, lesiones y expulsiones-. Vale porque no podía ser de otra manera, tal como el 2015. Siendo chileno, es imposible ganar sin sufrir.
El cotejo tuvo varios momentos de tensión: las correctas expulsiones de Marcelo Díaz y Marcos Rojo, varias patadas ‘mala leche’, tapadas excluyentes de Claudio Bravo -enmarcada para siempre la del tiempo suplementario al ‘Kun’ Agüero- y Sergio Romero, discusiones entre las bancas y el show personalizado del árbitro Heber Lopes, quien tuvo poco control y manejó a su pinta un duelo que se empezó a calentar por su excentricidad.
Juan Antonio Pizzi leyó muy bien la disposición táctica chilena al quedar con un hombre menos, pensando en que Gerardo Martino nuevamente no buscó la posesión del balón, sino que presionar el mediocampo y agarrar de contragolpe a la defensa nacional. La decisión de no hacer el cambio inmediatamente tuvo un costo físico: Aránguiz y Vidal asumieron la labor del ‘desterrado’ a los 28 minutos del primer tiempo. Corrieron y distribuyeron una hora y media más a máxima intensidad. Recién cuando las piernas ya no daban más, incluyó a jugadores que fueron decisivos en el final: Edson Puch, Nicolás Castillo y Francisco Silva. El primero para el desahogo por las bandas, el segundo para apretar arriba y el tercero para dar oxígeno al descalabro que produce el fútbol reducido trasandino.
Al volver a ver un choque de fuerzas muy parejas, los 90’ y los 120’ no fueron suficientes, nuevamente se definía todo en los penales. Es curioso que los dos mejores jugadores de cada equipo (Messi y un gigante Vidal) fallaran. No obstante, Castillo, Aránguiz, Beausejour y Silva tuvieron el temple necesario para marcar diferencia, al igual que el capitán, quien tapó el disparo de Biglia de forma fenomenal. Después de tanto nervio, el alma que estaba en un hilo volvió a componerse.
Antes escribí “Lo que nunca habíamos sentido”, hoy es más bien “un deja vú emocional”. La selección chilena fue capaz de aguantarlo todo para salir campeón dos veces en menos de un año, frente a un plantel lleno de “monstruos”. Los delanteros son los goleadores de las ligas europeas, el mediocampo nutre a los capitanes de aquellos equipos y la defensa es titular de los elencos de élite. Ojalá esto vuelva a servir de ejemplo. Ejemplo de superación, garra, coraje, espíritu colectivo, confianza en uno mismo. Gracias a todos los que fueron parte en hacer nuevamente un sueño posible. Muy feliz por ustedes. Sin embargo, no dejemos de lado lo importante, alguna vez lo dijo ‘El Loco’ Bielsa: “Cualquier alegría que podamos dar no puede ser sustitutiva de las necesidades del pueblo”. No olvidemos a Tomás González, a los primos Grimalt, a cualquier deporte que deje en alto la bandera. Tampoco dejemos de lado los problemas de base, las batallas que debemos luchar en política, educación, salud y vivienda. Aún falta mucho…
Santiago de Chile, 27 de junio 2016
Crónica Digital