Más allá de los resultados concretos, de la lectura de los balances partidistas, del análisis de la realidad y su comparación con las expectativas, las primarias legales realizadas este domingo 19 de junio en 93 comunas del país, constituyen un ejercicio cívico inédito para la política chilena.
La participación en este primer proceso de primarias legales para elegir candidatos a alcalde de los dos bloques partidistas (Nueva Mayoría y Chile Vamos) no fue masivo, pero constituye un paso en la dirección correcta, que es la recuperación de las confianzas ciudadanas en la política.
Solo votaron 282 mil personas, lo que constituye el 5.5 por ciento de los electores habilitados (5.067.812). Pero la otra forma de mirar este resultado es reconocer el valor de esta participación.
Las explicaciones para esta apatía electoral fueron muchas y variadas: las entusiastas celebraciones por el abrumador triunfo de “la Roja” ante México, el frío reinante, la falta de información pública e incentivos a la participación, y por un desinterés de la ciudadanía y desconocimiento de las figuras en competencia.
Pero la abstención registrada puede ser leída más bien como un castigo a la llamada “clase política”, sentada en el banquillo de los acusados por los casos de corrupción, cohecho, la relación espúrea entre dinero y política ejemplificada en casos de reconocidos legisladores y autoridades con empresarios más o menos inescrupulosos, que “invertían” en senadores y diputados para obtener beneficios legales para sus empresas y multiplicar ilegalmente sus ganancias.
Los casos de senadores y diputados que recibían dinero a cambio de votar a favor de determinadas leyes o artículos de leyes, no podían dejar de desprestigiar a toda la clase política, aunque los culpados de esas prácticas fueran mayoritariamente de la Derecha.
Pero la opinión pública no hace demasiadas diferencias, y por una especie de instinto – instigado a veces por medios de comunicación interesados- generaliza cuando habla de los “políticos corruptos” o “sinvergüenzas”, “ladrones”.
Si a eso se agrega la repulsión que generan los casos de corrupción en las Fuerzas Armadas o en las Iglesias, el ambiente no es favorable para una valoración de las instituciones o las autoridades, o para entusiasmar a los ciudadanos en una participación que muchos entienden como inútil o por lo menos ineficaz para influir positivamente en el estado de cosas.
La recuperación del honor social, de la confianza en los políticos, de las autoridades, en las instituciones sociales, el incentivo de la necesidad de la participación ciudadana, es un proceso complejo, largo, dificultoso, de reconstitución cívica, de certezas en la democracia.
Por ello lo verdaderamente importante de las Primarias es que estas son parte de un proceso de recuperación de las confianzas en “lo político”, de la seguridad en el valor de la participación, en la manera en que el “yo ciudadano”, puedo ejercer influencia, en el escenario local y nacional, en como “me represento”, con mis demandas, mis aspiraciones de bienestar y progreso social.
Votar en las Primarias fue por ello un ejercicio, al tiempo que un aprendizaje cívico, un derecho y un deber ciudadano, que va mucho más allá del resultado concreto, “si mi candidato, el postulante de mi partido o corriente será el candidato para octubre”.
La decisión de ir a votar de los 282 mil 506 ciudadanos por el candidato que satisfacía sus `principios o sus simpatías, fue un acto de confianza en la política, de responsabilidad ciudadana, y también un compromiso con una coalición, es decir de participar en un proyecto más allá de “tus banderas” ideológicas, un compromiso con la democracia.
Por cierto hay mucho que corregir, que avanzar, pero el primer paso esta dado. Y ahora solo queda seguir avanzando y construyendo.
Por Marcel Garcés Muñoz
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 20 de junio 2016
Crónica Digital