Queridas compañeras y compañeros del PPD,
Les hago llegar esta carta para contarles las razones y emociones que me llevaron a tomar la decisión de concurrir al Servel el próximo lunes 2 de mayo para formalizar mi alejamiento definitivo del Partido Por la Democracia, nuestro partido.
Todos saben el lugar que ocupa el PPD en mi biografía personal y política. Su formación para controlar democráticamente el Plebiscito y su posterior consolidación como partido programático fue para muchos de nosotros un hito fundamental en el camino que iniciamos a comienzos de los Ochenta para constituir un partido reformista orgulloso de su condición, que se hiciera cargo autocríticamente de la historia de la izquierda chilena, que entendiera la diversidad como un valor y cuya principal vocación fuera la de articular una mayoría social y política para el cambio democrático.
Fui dirigente electo del PPD desde 1989 hasta 2012, miembro de su Directiva Nacional, Vicepresidente, Secretario General y hasta Presidente del partido. Por más de dos décadas participé en muchas negociaciones electorales, animé innumerables debates políticos y programáticos internos, realicé clínicas electorales, dirigí campañas municipales y parlamentarias, coordiné primarias presidenciales, recorrí buena parte de las comunas de Chile, en fin, dediqué buena parte de mi tiempo y energías al Partido Por la Democracia. Con muchos de ustedes construí en ese caminar vínculos de compañerismo y cariño que espero no se vayan con mi partida del PPD.
Pueden imaginarse lo difícil que ha sido tomar la decisión de renunciar al partido. Lo hago porque ya no me reconozco en el PPD y tampoco reconozco en el PPD de hoy al partido que contribuí a formar y a desarrollarse. Sería deshonesto, entonces, y a la larga dañino para ambos, que no formalizara mi divorcio, aunque también sea reflejo de mi propio fracaso y debo asumir mi responsabilidad de haber abandonado progresivamente la escena donde se jugaba la identidad, orientación y sentido de mi partido.
El PPD hoy día es muy distinto al que fue y todavía lo es en alguna medida en la memoria y aprecio de un segmento de la ciudadanía, en parte por la usura del tiempo y del ejercicio del poder, pero también porque sus directivas han decidido caminar en una dirección diferente. Siempre es difícil fijar en la línea del tiempo cuándo comienzan los procesos pero sin duda la derrota presidencial y la respuesta que dio el partido a la experiencia traumática de salir del Gobierno en que había estado 20 de los 23 años de su existencia, catalizó una transformación sustancial del carácter del PPD que, a mi juicio, deteriora de manera irreversible su potencialidad futura.
Porque echamos por la borda nuestra historia, renegamos del invaluable aporte que habíamos hecho al país en 4 gobiernos que estuvieron marcados por la impronta del PPD en grados diversos, reversamos el largo camino de diferenciación política de la izquierda tradicional que habíamos recorrido con éxito, intentamos terminar con la diversidad política que constituía nuestra riqueza característica, dejamos atrás el esfuerzo de síntesis de los ideales liberales y socialistas, olvidamos que antes de ser derrotado el gobierno de la Unidad Popular fracasó en la construcción de mayorías detrás de su programa, el partido pasó a ser más importante que sus objetivos, nos hicimos demasiado tolerantes a la corrupción en nuestras filas, en fin, vivimos un proceso acelerado de tradicionalización política, perdiendo buena parte de la frescura, capacidad de innovación y sintonía ciudadana que constituían rasgos diferenciadores de nuestra identidad y posicionamiento en el cuadro político chileno.
A quienes, como yo, concurrimos a la creación del PPD porque había que reivindicar con orgullo el reformismo social y político, asumir íntegramente el respeto y valoración de la democracia representativa, no relativizar nunca el valor de la libertad, revisar autocríticamente nuestra historia y hacerse cargo de los cambios de Chile y del mundo, nos cuesta cada día más reconocernos en el PPD. No me identifico con su narcisismo con espejo ajeno que lo lleva a tomar como propios recuerdos idealizados de experiencias políticas que fracasaron, ni con su aproximación ingenua a la realidad de continuidad y cambio graficada tan bien por la retroexcavadora refundacional, tampoco con la ambigüedad para condenar categóricamente las violaciones a los derechos humanos por parte de los autoritarismos izquierdistas, ni con la demonización del mercado y la iniciativa privada por pequeña y desconcentrada que sea, ni el regreso de un conservadurismo que cree en la omnipotencia del Estado para resolver todos los problemas de la sociedad.
En paralelo y quizás también al origen de este alejamiento de su identidad, el PPD ha ido perdiendo progresivamente su carácter abierto, su debate libre e intenso sobre sí mismo y sus objetivos, su tolerancia a la diversidad de posiciones, para ir encerrándose en sí mismo, dándole cada vez más prioridad a los intereses de sus dirigentes y menos a los de los ciudadanos, desarrollando los mismos reflejos de defensa corporativa de las instituciones políticas históricas frente a la corrupción en sus diversas formas, postergando sus principios y objetivos políticos frente a la presión de sus alcaldes para protegerse de la competencia en Primarias ciudadanas o disputando con ardor la defensa o conquista de un puesto de gobierno para un militante por su sola condición y, en no pocas ocasiones, por su adhesión a un determinado liderazgo interno. El proceso actual de renovación de las directivas partidarias es reflejo de la oligarquización del partido, donde la nueva mesa directiva es decidida por el dueño controlador del PPD con la integración de dos o tres accionistas minoritarios que ponen sus representantes, y los militantes son convocados luego a plebiscitar la decisión de sus caudillos. En este proceso los sustantivos dominantes son el veto y la amenaza para conseguir limitar al mínimo la competencia de liderazgos y el debate político.
He decidido desafiliarme en lugar de esperar pasivamente que expire el tiempo legal para reficharse, porque no es que esté cansado de la política sino que quiero expresar con claridad mi desacuerdo con la orientación del partido en los últimos años, con su línea política y con las características oligárquicas de su vida interna.
En mi calidad legal de independiente, seguiré militando en el espacio de la centroizquierda, continuaré trabajando junto a mis colegas y amig@s de la bancada del PPD a menos que decidan otra cosa, la Presidenta Bachelet y sus ministros podrán seguir contando conmigo en el Parlamento como lo han hecho hasta ahora, para continuar avanzando en los compromisos programáticos que asumimos juntos hace ya dos años. Seguiré trabajando en la Cámara de Diputados y en el territorio que represento con la misma convicción y compromiso por el éxito de mi Gobierno y de la Nueva Mayoría en las elecciones venideras.
Aunque abandono ahora el partido en que participé protagónicamente durante 28 años de mi vida, soy un convencido de que la democracia necesita partidos políticos fuertes, con orientaciones políticas y programáticas nítidas, bien asentados en la sociedad, democráticos en su funcionamiento interno y profesionales en su gestión política. El nuevo sistema electoral y las leyes recientes que modelan otra política y otros partidos, contribuirán a la renovación y reconfiguración del sistema político chileno, tarea en la que aspiro a participar activamente.
Me despido fraternalmente de ustedes, compañeras y compañeros del PPD, amigos y amigas de tantas jornadas, con la esperanza de reencontrarnos en el futuro próximo en otras batallas y desafíos comunes.
Pepe Auth
En Santiago de Chile, a 30 de abril de 2016
Santiago de Chile, 2 de mayo 2016
Crónica Digital