La decisión de Turquía de derribar un avión de combate ruso que operaba en Siria parece augurar hoy negativas consecuencias para el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan.
En otras ocasiones, Ankara se arrogó el derecho de operar con su ejército en el norte de Iraq sin la anuencia de ese país o de amenazar aviones militares rusos que operaban en Siria, pero tras cometer un acto de guerra contra Moscú todo cambia radicalmente.
Ankara insiste en que actuó contra un aparato que violaba su espacio aéreo, aunque medios de prensa estadounidense se remitieron a fuentes de inteligencia para afirmar que el aparato fue derribado en cielo sirio.
Erdogan, acusado en muchas ocasiones en Occidente de limitar la libertad de prensa en su país, llamó de inmediato a una reunión extraordinaria de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en lugar de hablar el asunto directamente con Rusia.
Más bien muchos se preguntan cómo Turquía se atrevió a disparar contra un avión de combate ruso en un claro acto de guerra contra la segunda potencia nuclear en el orbe, enfrascada, además, en acciones contra el movimiento terrorista Estado Islámico (EI).
En medio de la conmoción y el temor en Europa, después de los atentados del pasado día 13 en París, el derribo de un avión ruso en Egipto y las amenazas proferidas por el EI contra capitales de la región, el derribo de un avión ruso parece un gesto poco propicio.
Moscú lanzó un llamado a una verdadera coalición antiterrorista que tuvo un eco positivo en Occidente, por lo que la decisión deñ mandatario turco de actuar contra Rusia podría carecer de todo el apoyo esperado por Ankara.
De hecho, Erdogan empezó a corregir la posición de su nación al considerar que de ninguna forma desea una tensión y una escalada bélica con Rusia, aunque muchos se preguntan ahora qué buscaba realmente Ankara con el ataque contra un bombardero táctico SU-24.
La respuesta rusa fue inmediata: enviar complejos S-300 ó S-400 a Siria para vigilar el espacio aéreo, suspender vuelos de turistas a Turquía y a la cooperación militar con ese país, así como proponer el cierre de la frontera sirio-turca.
Erdogan, además, es criticado desde potenciales occidentales y desde la prensa de esos países.
Para el eurodiputado francés Jean-Luc Malechon, el derribo del avión ruso fue un sabotaje a los intentos de formar una gran coalición internacional contra el EI y un golpe traicionero a esos esfuerzos.
El vicecanciller federal alemán, Sigmar Gabriel, calificó a Turquía de impredecible. “Este incidente revela que tenemos un actor que, según el testimonio de diferentes partes en la región, es impredecible, y se trata de Turquía y no de los rusos”, afirmó.
Algunos medios de prensa estadounidenses se remiten a fuentes de inteligencia para afirmar que el avión ruso fue derribado en cielo sirio, aunque admiten una posible violación del espacio aéreo turco por un breve tiempo.
Pero Erdogan intentó reducir las tensiones al afirmar que se desconocía la procedencia del bombardero y retomar los argumentos de supuestos ataques rusos contra la localidad de Bayirbicak en Siria donde vive la minoría turca y no opera el EI.
Sin embargo, la propia dirección de la comunidad turcomana afirmó que la población civil no era el blanco de los ataques, sino grupos como Al Nusra, vinculado a Al Qaeda, destaca el diario Hurriyet.
La crispación de los nexos entre Turquía y Rusia, después del peor acto de guerra contra ese último país en medio siglo, puede poner en peligro un acuerdo para la construcción de un gasoducto ruso a través del territorio turco.
El acto de guerra de Turquía, en el peor incidente entre Rusia y un miembro de la alianza atlántica, pudiera poner más en evidencia los nexos entre ese país de religión musulmana y el EI, como denuncia ahora el presidente ruso, Vladimir Putin.
Por Antonio Rondón García
La Habana, 25 de noviembre 2015
Crónica Digital / PL