Luego de la euforia inicial y las fanfarrias de Hollywood, una crítica reposada a la película Los 33, la dramática historia de mineros chilenos, revela buena factura, actuaciones correctas pero defectos inexplicables.
La joven realizadora mexicana Patricia Riggen (La misma luna) se embarca en una ambiciosa coproducción hollywoodense de la cual sale bastante airosa. Sin embargo, le falta el pulso enérgico para tomar distancia de lugares comunes.
Con un elenco de lujo, ambientada en Colombia y en Chile, la cinta de 145 minutos de duración narra los sucesos que dieron la vuelta al mundo, que terminaron con un milagro conmovedor de salvar la vida de los 33 mineros atrapados en la mina San José.
Desde el 5 de agosto hasta el 13 de octubre de 2010, los 33 hombres resistieron el encierro a más de 700 metros de profundidad, con temperaturas de cerca de 40 grados celsio y durante casi 70 días.
Riggen hizo una primera concesión a Hollywood: filmar en inglés, cuando todos los sucesos ocurrieron en Chile. La idea de poner a actores españoles como Antonio Banderas y Mario Casas hablando el idioma de Shakespeare, no suena bien.
Son los ganchos de la taquilla para un largometraje que difícilmente avance en la carrera por los Oscar. Como mezclar a un brasileño (Rodrigo Santoro) con una francesa (Juliette Binoche) y un irlandés (Gabriel Byrne).
Otro elemento que se extraña es la ausencia de “los malos” y sí que los hubo, porque todos los indicios dieron fe de que la mina no reunía las condiciones de seguridad requeridas y la actitud de los dueños (chilenos) fue deleznable.
Se le perdonan pequeños clichés en las menciones a Pablo Neruda, el rostro de Don Francisco y la canción emblema de Violeta Parra, Gracias a la vida, muy bien interpretada por la actriz Coté de Pablo.
En aciertos, la bajada a la mina y los derrumbes están muy logrados. Asimismo, tiene el mérito de contar detalles al recrear el ambiente de tragedia que se apoderó durante esos días alrededor de la mina de San José, Copiapó, región de Atacama.
Y aunque el final fue por una vez el happy end de la vida real, la directora mexicana se cuidó de subrayar que los dueños de la mina privada jamás pagaron un centavo a los damnificados, ni reconocieron sus errores de seguridad.
También, al reunir a los verdaderos 33 y mostrarlos al cierre del filme. Gente sufrida que salvo fama fugaz y reconocimiento relativo, no consiguió nada.
La minoría se las ingenió para recomponer sus vidas, en especial el líder Mario Sepúlveda (Banderas en la película); el resto, no olvida el trauma, algunos en la pobreza. En general se sienten descompensados y sin encontrar su lugar en la vida.
Por Fausto Triana
Crónica Digital, 11 de Agosto 2015
yo vi la película y no sentí ninguna diferencia entre los personajes aunque fueran de diferentes nacionalidades, uno se olvida, porque la película logra entretener, tiene diferentes matices ,de la tristeza a la risa logra encantar. tiene garra fuerza y mucho corazón.