Pareciera que muchas sonrisas en las calles chilenas tienen una explicación posible, una razón insuperable. La obtención de la Copa América 2015 es sin duda el mayor triunfo del fútbol chileno, del cual su Federación cumplió 120 años hace un par de semanas. El increíble logro se suma al tercer lugar en el Mundial de 1962 organizado en nuestro país, a la Copa Libertadores de 1991 alcanzada por Colo Colo, al tercer puesto en el Mundial Sub-17 de Japón 1993, la Copa Interamericana de Universidad Católica en 1994, a la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, la Copa Sudamericana alzada por Universidad de Chile hace 4 años, y muchos triunfos o “casi victorias” que dejaron al fútbol nacional tan cerca de la gloria. Pero no debemos olvidar aquellos triunfos de otros héroes del deporte: Carlos de Gavardo, Nicolás Massú, Fernando González, Marcelo Ríos, Francisco López, Kristel Kobrich, Tomás González, Martín Vargas, las “Marcianitas”, los campeones de Polo, Alberto González y muchos otros que no han sido reconocidos de la misma manera que el deporte más popular de la nación. El momento donde Claudio Bravo levantó el trofeo, es un umbral que deja atrás los episodios más amargos en la historia del fútbol: el penal de Carlos Caszely en el Mundial España 1982, el Maracanazo de Roberto Rojas en 1989, el furioso travesaño de Mauricio Pinilla en el Mundial Brasil 2014, como varios eventos más que nos hicieron sufrir una y otra vez la maldición que teníamos de soñar con un título a nivel de la Selección.
Es importante analizar desde el punto de vista técnico la victoria conseguida en el torneo continental, pero se vuelve mucho más enriquecido con el componente emocional que esto conllevaba. En términos futbolísticos Chile mejoró muchos aspectos propios de su juego, como su intensidad, su eficacia, su orden defensivo, las pelotas detenidas, el manejo de situaciones difíciles, la dosificación física y la convicción mental de querer obtener un triunfo concreto. Después de los dos amistosos frente a Irán y Brasil, jugando así no habríamos ganado la Copa América por ningún lado. Y es por eso que el mérito que tuvo el cuerpo técnico y el conjunto de jugadores respecto al fútbol desplegado fue notable. Chile fue el país que se mostró más fiel a su estilo que venía desarrollando pre y post Mundial, y el que lo desplegó de mejor forma, manifestado todo en un rendimiento altísimo: 4 victorias y 2 empates; el incremento de la capacidad goleadora (la selección más anotadora del torneo); el equipo que tuvo la posesión del balón en los seis encuentros que disputó, marcando el récord de la Copa con un 79% frente a Uruguay en los cuartos de final, y otros atributos más que hacen a Chile un justo ganador del certamen americano.
Todos los partidos fueron difíciles de cierto modo, Ecuador con su potencia física y por ser el debut; México por derrumbar la táctica de Sampaoli y brindar una guerra de goles inesperada; Bolivia por el componente emocional que había traído el accidente de Arturo Vidal y la puesta en duda de la credibilidad del cuerpo técnico junto a la dirigencia de la ANFP; Uruguay por el recio juego que plantearon y la polémica de Gonzalo Jara; Perú por su aguerrida lucha a pesar de la desventaja numérica; y Argentina por ser el favorito del torneo, tener al mejor jugador del mundo, por encontrarse en la instancia definitiva que todos los futboleros del país esperaban. La Copa no fue regalada, la selección tuvo que luchar mucho para conseguirla, y atribuir el logro al ámbito del arbitraje es mezquino y mediocre. Los cobros referiles dudosos en el torneo no se encontraron sólo en cotejos disputados por Chile, y los árbitros en general dejaron muchas dudas en partidos muy complicados para impartir justicia.
En el nivel emocional, la localía ejerció un papel fundamental, tanto por el apoyo de la gente (cuestionado en primera instancia), como la fe ciega en los 23 jugadores que le darían a Chile su primer título en la historia. Lástima que en los encuentros previos a la final, no se podía apreciar bien desde la televisión el Estadio Nacional teñido de rojo, pero el sábado 4 de julio ofreció al destino una instancia maravillosa: 40 mil banderas chilenas ondeando en el cielo azulado que nuestro himno homenajea, acompañadas de la fiel camiseta roja que se volvería sinónimo de la pasión, orgullo y alegría por el triunfo en la cancha frente a Argentina. Sin embargo, es esencial que el delirio por el fútbol no eclipse los temas basales para el gobierno y nuestra sociedad, como la política, la educación, la salud y la vivienda. El fútbol ganó su partido, pero faltan estos contrincantes por derrotar. Respecto a las polémicas, no dejemos que el espléndido logro obtenido se empañe por un montón de desadaptados que no sabe bien las cosas. Me refiero tanto a los que pifiaron los himnos rivales, los que agredieron a familias de contrincantes por la parte nacional, como a quienes nos tildaban de “traidores” por un evento histórico, y además aludiendo a la burla respecto de quienes murieron en una catástrofe natural de nuestro país, o los que pintaron un monumento creado por un compatriota para “vengarse” de un parámetro deportivo-moral que ellos no han tenido en mucho tiempo. Supongo que ya saben a qué países me refiero.
Agradeceremos eternamente a los encargados de realizar que esto fuera posible. Como mencionaba un comercial publicitario en medio del torneo: “aprendimos de nuestros errores”, quedó demostrado en la garra que sacaron en cada partido para querer ganarlo, en la tanda de penales que definió al campeón de la Copa, la cual tras ese exquisito penal de Alexis Sánchez que otorgó el campeonato, reflejó un sentimiento nuevo en nuestros corazones, un palpitar distinto en nuestro pecho. Ya no era rabia, ya no era desazón, ya no era tristeza. Era algarabía neta, un jolgorio interminable en nuestra cabeza, una emoción indescriptible que nunca habíamos sentido. Eso sentí yo gritando en un balcón del centro santiaguino después de ese penal.
El significado de este título ha marcado generaciones de chilenos que soñaron con ver a su país campeón de algo en el fútbol, para demostrar a los escépticos en este deporte, una razón para vivir con él todo el resto de nuestras vidas. Sé que Don Julio relató esos penales como nadie desde allá arriba invocando la “Justicia Divina”, también estoy seguro que Don Sergio le dio fuerza a cada tapada de Claudio Bravo, saltando como cual sapo quiere atrapar a su presa. Espero que este hito cambie de raíz la mentalidad deportiva del chileno, sí es posible ganar, es factible sonreír después del final de un evento deportivo. Este cambio de “switch” se ha ido logrando gracias al tremendo trabajo de Marcelo Bielsa, un hombre que nunca dejó de creer en las cualidades de los futbolistas chilenos, además de poseer unos principios dignos de admirar, y sobre todo agradecer. Un querido tenista nacional es recordado por su “Nada es imposible”, y el compromiso de estos jugadores para representarnos de esa forma será algo inolvidable. Gracias a los “huasos”, a los “príncipes”, a los “reyes”, a los “pitbulls”, a los “niños”, a los “guerreros”, a los “kamikazes”, a todos que nos hicieron volver a soñar, volver a llorar de alegría, descubrir en el corazón algo que esperamos volver a sentir, y establecer de aquí en adelante una época de oro en nuestro fútbol.
Por Vicente Vásquez Feres.
Crónica Digital, 10 de julio 2015
Excelente crónica vincent. …..te felicito a ti y a todos los chilenos por este triunfo que seguí desde acá ….el viejo continentete a pesar de la diferencia horaria y te confieso que disfrute como un chileno más…..un saludo y sigue adelante cronista.