Para el fútbol y el negocio, nada mejor que la final de la Copa América entre Argentina y Chile, los dos equipos que hicieron más méritos en torno a la disputa del trofeo y sueñan con un título desde hace tiempo.
Será el sábado 4 de julio a las 17:00 hora local en el estadio Nacional Julio Martínez Prádanos. Concurrencia asegurada de más de 45 mil personas, plazas repletas en Buenos Aires y Santiago ansiosas por el triunfo.
En realidad, Argentina llegó con el sello de favorito para imponerse en el torneo y con un repaso somero de su nómina es fácil de percatarse de sus argumentos. El primero de ellos se llama Lionel Messi, el mejor jugador del mundo.
Un plus difícil de compensar, mucho más si se le suman la pareja de valiosos Javier, Mascherano y Pastore; Angel Di María, Sergio Kun Aguero; Zabaleta, Rojo, Biglia, Garay, Romero, Tévez, Higuaín (…).
Chile apuesta a lo colectivo y a una generación de figuras con sólidas carreras en el extranjero,
como Alexis Sánchez, Claudio Bravo, Arturo Vidal, Gary Medel, y otros con altibajos pero magníficas prestaciones en la Roja.
Son los casos de Eduardo Vargas, Jorge Valdivia, Mauricio Isla, Charles Aránguiz y Marcelo Díaz, que aparecen con intermitencias en el momento justo y cuando más lo necesita la escuadra chilena.
El problema preocupante alrededor del partido apunta a factores extradeportivos que pudieran empañar el espectáculo. Más allá de las dudas sobre el arbitraje, bastante cuestionado en la liza, está el asunto de los hinchas.
Pese al esfuerzo de Unicef junto con la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) de Chile por reclamar respeto hacia los himnos de los países participantes, alzando una tarjeta verde de la diversidad, anoche se dio el primer caso negativo.
En la ciudad de Concepción, donde Argentina aplastó a Paraguay 6-1, parte de los fanáticos chiflaron el himno del vecino país y luego, ante la abrumadora ventaja de la Albiceleste, se dieron cánticos hostiles.
Una situación que no se corresponde con la campaña la cual, por cierto, lidera entre los jugadores el excelente arquero chileno y capitán del elenco, Claudio Bravo.
El tema pasa y termina porque para Chile ganar la Copa América se ha convertido en un asunto de honor, tal vez atizado por lo medios como elemento de identidad y hasta de futuro de la nación de Pablo Neruda y Gabriela Mistral.
Del otro lado, Argentina, tristemente célebre por la agresividad de sus barras bravas hasta ahora controladas, viene con la condición de subcampeón mundial y el deseo de sus jugadores de esta generación de conquistar un lauro relevante.
Ante un escenario que se antoja apasionante en lo futbolístico pero igual entre los hinchas de ambas naciones, el mediocampista del Barcelona y figura clave de Argentina, Javier Mascherano, trató de poner las cosas en su lugar.
“El deporte es sano, y debemos dar el ejemplo a los chicos. Somos países hermanos. Cómo se le juega no lo vamos a decir, sería una ventaja. Tenemos una idea, obviamente, pero tampoco tiene que variar de lo que venimos haciendo”, comentó.
Ojalá la gente entienda que el fútbol es un deporte, al final más allá de ser un negocio es una parte de ocio, que pueda divertirse, acá no hay guerra, recalcó Mascherano, quien aseguró que en un partido de esta magnitud no hay favoritos claros.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 1 de julio 2015
Crónica Digital / PL