El asesinato de dos jóvenes que participaban en la marcha estudiantil de este jueves 14, en Valparaíso, y pintaban consignas con sus demandas, no puede ser explicada sino por el clima de odio sembrado por una derecha vociferante, -en el estilo de una Matthei o de un Von Muhlenbrock.
Tras el gatillo fácil del hechor está la prédica constante del odio contra los jóvenes y el pueblo, contra la democracia, contra el derecho a expresión, en definitiva contra las reformas políticas, sociales y económicas impulsado desde el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, la Nueva Mayoría y la mayoría ciudadana.
La criminalización de las acciones masivas de estudiantes y trabajadores de hoy tiene mucho de la caricaturización y de la desnaturalización del enemigo que hizo tristemente célebre al almirante José Toribio Merino Castro cuando caracterizó como ”humanoides” a los demócratas que combatían a la dictadura, con el objeto de acostumbrar a la opinión pública y justificar las detenciones masivas y arbitrarias, a las torturas, a las violaciones, a los lanzamientos de chilenos al mar o a los volcanes, a la tragedia de los detenidos desaparecidos.
La tentación de la oligarquía chilena a la creación de fuerzas paramilitares, subversivas, terroristas, de “guardias blancas”, de grupos terroristas como las Milicias Republicanas. Patria y Libertad, las comandos Rolando Matus, los “trizano”, los grupos neofacistas y otros, es algo que constata la historia.
Es evidente que tras el crimen que enluta a Chile, a sus estudiantes, a los demócratas, y las trágicas circunstancias de lo ocurrido, es el resultado del odio, del miedo sembrado por los medios informativos de la derecha política y empresarial,
Es evidente que el crimen en Valparaíso es una consecuencia de la siembra irracional del odio, pero lo realmente preocupante es que corresponda a una táctica, aceptada, validada por las portavoces mediáticos de la Derecha, que con toda seguridad intentarán hoy “explicar” los hechos por el supuestamente amenazado “derecho de propiedad”, o como consecuencia del “clima de inseguridad” que sembraría la izquierda, los comunistas, la incertidumbre que derivaría de las reformas, el derecho a la autodefensa, y otras- en estas circunstancias- no son más que sandeces o argumentos cómplices.
No se trata de un simple hecho delictual, como algunos pretenden presentarlo. Sus implicancias políticas son evidentes y no vale la pena ocultarlo.
Y la ciudadanía tiene derecha a saber los antecedentes del o los hechores, el origen de su arma, de la “preparación combativa” que mostraron, si pertenecen o pertenecieron a alguna organización o institución que le permitió el conocimiento necesario para el uso experto de las armas, sus vínculos.
Chile no puede permitir que la violencia política se enseñoree y que algunos individuos, grupos, facciones o instituciones, se autoasignen, como en los tiempos de la Ley de Lynch en Estados Unidos, o del imperio del terrorismo pinochetista en Chile, el derecho a hacerse justicia por sus propias manos.
Solo así el sacrificio, la sangre noble e ilusionada derramada por Exequiel Borbarán Salinas, de 18 años, y Diego Guzmán Farías, de 25, no será en vano.Por Marcel Gaéces, Director de Crónica Digital.Santiago de Chile, 14 de mayo 2015
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