Hemos sido testigos de un acontecer vertiginoso y complejo en Chile y el mundo, asumiendo, desde la definición institucional original, la vocación de ser “una alternativa pluralista, republicana, laica y de visión crítica al momento de analizar e informar, día a día, los principales hechos noticiosos que ocurren en Chile y en el mundo”.
Nuestro espacio ha sido una plataforma en que diversas sensibilidades políticas y sociales, posturas, protagonistas colectivos del mundo social, han tenido cabida y oportunidad de ser reconocidos y expresarse,
En este sentido, “Crónica Digital” ha hecho del pluralismo, la transversalidad y la transparencia, así como del respeto cívico y de la libertad de opinión un ejercicio cotidiano y una práctica responsable.
No hemos sido ni somos neutrales.
Nos hemos definido por el respeto a los derechos humanos, la denuncia a los que los violan bajo cualquier circunstancia o pretexto. Y al mismo tiempo hemos hecho nuestra la demanda de verdad, justicia y justa reparación, de familiares de las víctimas de muerte, desaparición, tortura, cárcel, exilio, discriminación, persecución e insensibilidad.
Por eso nos duele y hemos estado junto a los ex presos políticos en huelga de hambre que exigen, en medio de una indiferencia oficial y de muchos de los medios y círculos del poder político, al Estado chileno que responda a sus justas demandas.
No somos neutrales, porque asumimos una responsabilidad que la prensa chilena ha tenido como valiosa herencia desde la insurgente, republicana e independentista “Aurora de Chile”, del periodista patriota de 1810, Fray Camilo Henríquez, como de “El Despertar de los Trabajadores”, que fundara otro gran patriota nacional y figura fundacional del movimiento obrero chileno, de los partidos chilenos inspirados en el socialismo y del periodismo popular chileno, Luis Emilio Recabarren.
Estamos por la democracia, en su más amplio contenido: político, social, económico, cultural.
Estamos por la integración y confraternidad de nuestra Latinoamérica. Estamos por la amistad de nuestros pueblos, contra la amenaza o el uso de la fuerza bélica y la guerra, contra la intervención y violación de la soberanía y autodeterminación de pueblos y países y por la solución pacífica de los conflictos y diferendos.
En el momento presente, estamos contra las amenazas y conspiraciones de la reacción interna y los intereses foráneos contra Venezuela, Nicaragua, Brasil, Argentina, Ecuador y otros países, tanto como en Chile.
Y saludamos los avances logrados por Cuba en su lucha por la dignidad, la independencia y su derecho a decidir por si mismo su destino, venciendo medio siglo de agresión, boicot y atentados.
Por otro lado, las nuevas tecnologías de la comunicación nos permiten hoy -junto a otros medios electrónicos independientes del duopolio, constituirnos en una alternativa para enfrentar un discurso monocorde, monopólico, que uniforma agendas y contenidos comunicacionales, y sobre todo instala una manera de entender, interpretar ya no solo la historia, sino la realidad presente y las perspectivas de futuro.
Chile vive hoy momentos complejos y cruciales, pero sobre todo definitorios.
Los esfuerzos reformistas del gobierno de la Nueva Mayoría sufren una ofensiva a fondo de las fuerzas de la derecha política y empresarial, que perciben, y con razón, que los cambios que la época exige y que el gobierno y las fuerzas democráticas han asumido, amenazan el poder conquistado a sangre y fuego bajo la dictadura de Augusto Pinochet, y que pretenden imponer a Chile como una herencia, que no se podría ni se debe desafiar.
No es casual entonces, que partidos y políticos de la derecha, medios de difusión que otrora (y aún) apoyaron la sedición, el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, la dictadura y sus crímenes, se hayan lanzado en una histérica, masiva, abrumadora y concertada guerra sicológica, contra el gobierno, sus partidos y sus iniciativas.
La madre de todas las batallas de los reaccionarios de todo tipo, es hoy contra la generación ciudadana, democrática, popular, de una nueva constitución, pretendiendo criminalizar uno de los instrumentos posibles – para algunos, deseable- de la Asamblea Constituyente.
La presidenta Bachelet ha anunciado en un mensaje al país el inicio de “un proceso constituyente”, enfatizando el carácter “abierto a la ciudadanía, a través de diálogos, debates, consultas y cabildos”, el que, indicó, “deberá desembocar en la nueva Carta Fundamental, plenamente democrática y ciudadana”.
El anuncio presidencial de iniciar en septiembre próximo el proceso de discusión nacional del tema, ha sido utilizado para desatar una ofensiva claramente concertada- esto se puede llamar perfectamente conspiración- contra el derecho democrático de los ciudadanos chilenos a definir una Carta Magna, que respete efectivamente sus derechos democráticos.
Los medios del duopolio comunicacional ambientan un clima de incertidumbre, de desconfianza, de inseguridad, de debilitamiento del sistema democrático y la institucionalidad, desacreditando y caricaturizando a los partidos, sindicatos y organizaciones sociales, atacando de manera artera a la autoridad de la Presidenta de la República, al parlamento, al poder y provocando a las Fuerzas Armadas.
No hace falta ser mal pensados para imaginar sus intenciones y el objetivo estratégico de este ataque en toda la línea a la democracia, y cuáles son los intereses que mueven los hilos de la agresión, que algunos no quieren ver.
Hay que decir razones no faltan para el descontento y la crítica.
Y que determinados personajes de la política nacional, partidos, empresarios han instalado y se han aprovechado de envilecidas prácticas (incluida la influencia del poder y de la información privilegiada), que confirman y constatan una verdad histórica: la indecente y condenable relación entre `los intereses empresariales y la política.
Es decir el financiamiento (¡es una inversión!, una practica del mercado) de figuras de las elites políticas (legisladores, altos funcionarios, representantes del poder municipal) con el objetivo de obtener ganancias mal habidas, incrementar sus negocios y capitales con el cohecho y la corrupción descarada.
Así, nuestro aniversario se da en un cuadro de alerta.
Estamos celebrando una misión que creemos hemos cumplido. Pero como siempre ocurre en la vida tras la meta alcanzada, el horizonte sigue pendiente. Y debemos seguir adelante.
Crónica Digital