“Y cuando pienso que van a darme pena/ aprieto bien los dientes y cierro bien los ojos…” versa un poema de Nicolás Guillén, musicalizado por Pablo Milanés. Y se me viene a la memoria en estos días en que de esa enjundia, entre negocia y política, vuelve a salir a flote la pestilencia de sus pactos.
Esta vez la nota fétida la pone el llamado “Grupo Penta” (holding bursátil de complicidades y desfalcos), cuyas percoladas aguas han salpicado a varios “in/dignatarios” de nuestra escena pública. Lodazal que el lobbysta (con expertise en coimas patentadas y quizás pronta ley) Enrique Correa y las hermanitas Velasco (hijas de Belisario, el mismo de siempre) intentan contrarrestar con estratégicas maniobras y por suculentos pagos.
Uno de los que aparece en esa lista de usureros con “vocación de servicio público”, es Andrés Velasco, líder unipersonal de “Fuerza Pública” (símil fonético al de los pacos, tal y como suena). La cosa es que hasta su búngalo en Las Condes llegó la PDI y Consuelo (Saavedra) –pobrecita pues oye, sola con las niñitas- les abrió su casa cómoda y siempre protegida por el aura del poder, para que revisaran las asesorías online e in situ de su amaneradísimo maridísimo virtuosísimo, que se hallaba en USA esquivando “tan casuals” este oprobioso momento.
Jamás pensó ella que los mismos agentes que allanan con violencia la pobla dominada ahora por narcos y canutos, tocarían a su puerta; los mismos que originan el hecho noticioso de alto rating y que ella lee con tanto garbo de telepronte; ese libreto cómplice de desigualdades y fraudes, armado por negritos periodistas que ganan diez veces menos que este rostro ancla del “canal de todos”.
Seguramente al abrir su puerta recibió el impacto relampagueante de los flashes y las cámaras de sus cuervos pares. Pura venganza mediática de quienes no le perdonan sus privilegios de “señora de”; como cuando apenitas Bachelet le entregó a su “maridi” la billetera fiscal y las llaves de la caja de fondos, en su cuestionable primer mandato, “la ex musa Rock and Pop”, aterrizó inmaculada en la pantalla nacional.
Y fue tal el bochorno que “la Conchu” vivió con los ratis, que al día siguiente no fue a trabajar, lujo que una “vaca sagrada” como ella puede darse. Porque el pecado venial de una nana que llega atrasada o no va a la pega, sea por el TranSantiago o por un hijo enfermo, es que “la futra” no llegue a sus labores ejecutivas, a su clase matinal de yoga o bicram.
Pero de tal hijo tal padre, porque Andresito pues oye, mientras papá Eugenio, un cuchito de salón (los hay de todos los colores) correteaba, cual trotaconventos, entre la Alianza Democrática y los conciliábulos de Aylwin y su camarilla, se preparaba para el poder (Philosophy and Economics, Yale University), el que ha ejercitado con maniqueísmo ligth y liberalismo a ultranza; con esa misma moderación política que lo ha hecho concitar adhesiones de mercenarios de la calaña de un señor Santa Cruz (otrora brazo derecho de “la Chol”) y de Mariana Aylwin, defensores acérrimos de la institucionalidad y del proyecto democrático, siempre y cuando se les entregue su pedazo de la torta.
Cuando muchos de entonces poníamos la carne apaleada, baleada y hasta calcinada, “el elegido” desde mucho antes y no sólo por el vil cálculo de unos cuantos votos, se concentraba en su doctorado en Harvard para maniobrar el destino de los que cuelgan de los quintiles. El mismo que en sus años de Concertación, inició su influyente carrera en el equipo de Alejandro Foxley y su elenco, a quienes correspondió –según Carlos Huneeus en su libro “La democracia semisoberana- consolidar el nuevo orden político a partir del desempeño económico, optando por la continuidad del sistema económico de Pinochet. Ello, permite concluir que Andrés Velasco, con o sin donaciones, legales o bajo cuerda, ha sido y será, cual sea el rol que esté cumpliendo (académico, ministro o presidenciable) un empleadito de los grandes grupos económicos del país. Y quizás la visita de la PDI a su casa no pase de ser un desaguisado ¿te fijas pues oye?
Por Miguel Salinas
Santiago de Chile, 4 de abril 2015
Crónica Digital