En política los pronósticos comportan un riesgo porque el surgimiento de imponderables es omnipresente, pero, en el caso del próximo gabinete israelí, el margen de error es mínimo.
La victoria de la coalición Likud, del primer ministro Benjamín Netanyahu, eleva la situación del conflicto árabe-israelí cuya causa básica, por aceptación universal es la cuestión palestina, a una cota inédita en sus casi siete décadas de existencia
En su frenética búsqueda de votos, a lo largo de la cual el jefe del gabinete llegó a extremos bochornosos, acorde con contrincante, el laborista Yitzhak Herzog, Netanyahu aclaró que “no habrá Estado palestino”.
Durante el anuncio de su victoria wel primer ministro trascendió esos límites con los 13 besos que plantó en las mofletudas mejillas de su esposa, Sara, acusada de embolsarse los fondos que obtuvo por la venta a supermercados de las botellas de bebidas vaciadas en actividades oficiales.
Aún con el dulce sabor de un triunfo inesperado, sin embargo, Netanyahu se las verá con una oposición que, en sus anuncios públicos, hizo saber que no le dará cuartel.
El laborista Herzog, cabeza de la coalición Unión Sionista, integrada además por partidos de árabes israelíes, descartó la perspectiva de integrarse a un gabinete de unidad.
Irnos a la oposición es nuestra única alternativa realista, afirmó Herzog, cuya coalición logró 24 escaños y mira con atención hacia aliados potenciales, entre ellos Yair Lapid, el líder del partido Yesh Atid, un contrincante declarado de Netanyahu, que lo cesanteó en diciembre pasado.
Continuaremos al frente de un campo grande y fuerte que desea un Estado judío democrático, seguro y justo, añadió Herzog, mientras su aliada, la excanciller Tzipora Livni, subrayó que “la batalla aún no ha terminado”.
Resulta imposible rendirnos .Tenemos que combatir por nuestra plataforma (política) también en la oposición, declaró Livni, despedida por Netanyahu al iguar que Lapid en diciembre pasado por oponerse en el seno del gabinete a sus pronunciamientos maximalistas.
De su lado, el presidente palestino, Mahmoud Abbas, aclaró que trabajará con cualquier gabinete israelí en busca de la paz, a sabiendas de que en las condiciones actuales el reinicio de conversaciones es una quimera desestimable a priori.
Las formulaciones del mandatario fueron seguidas por declaraciones de miembros del Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) los cuales condenaron la votación de los comicios generales del martes pasado.
Los resultados de las elecciones son la consecuencia natural de la política de Netanyahu, de generar miedo, desconfianza y hostilidad y llevar el discurso al racismo extremo, subrayó de su parte la miembro del Comité Ejecutivo de la OLP Hanan Ashrawi.
En términos del futuro inmediato la catedrática pronosticó que las posturas de Netanyahu pueden hundir a toda la región (del Levante) en “más extremismo y violencia mantendrá a Israel como un estado paria que contribuirá a su propio aislamiento y pérdida de legitimidad”.
El negociador principal palestino, Saeb Erekat, fue más terminante aún, si posible fuera, al describir la campaña proselitista de Netanyahu como “basada en los asentamientos, el racismo el apartheid y la negación de los derechos fundamentales de los palestinos”.
La dureza de los enunciados de ambos dirigentes es una muestra palpable de que no albergan siquiera una expectativa remota de vuelta a las negociaciones y, por el contrario, que los tiempos que se avecinan serán duros.
Es posible que el primer encontronazo esté próximo, cuando el próximo 1 de abril la OLP planea llevar a la Corte Penal Internacional un prontuario con los desmanes de las tropas israelíes en los territorios ocupados, que es de esperar aumenten bajo el nuevo gabinete.
Una máxima política demostrada por la práctica y que retrata la actual situación del conflicto palestino-israelí, reza que los problemas, para resolverse tienen que llegar a un punto crítico.
Si de crisis. y pronósticos, se trata, es más que probable que las acciones del gabinete que forme Netanyahu agudicen en breve la existente en la Cisjordania, Gaza y Jerusalén este.
Aunque también existe la posibilidad de que ese cuadro desolador tenga un rasgo positivo, el primero, restar argumentos a quienes ubican en el mismo nivel a palestinos e israelíes, como ocurrió durante la agresión militar a Gaza del año pasado.
Pero no la única, ya que descarta nuevos ejercicios en futilidad como el de las fracasadas negociaciones patrocinadas por Estados Unidos ya que pone en evidencia la falta de voluntad política de Tel Aviv y sus intenciones de anexarse los territorios ocupados.
En lo que a los palestinos respecta obliga a las fuerzas divergentes a interiorizar el concepto de que su mejor, y tal vez única, opción de supervivencia reside en apartar las discrepancias y en concretar la unidad que tan elusiva se les ha mostrado.
Por Moises Saab
El Cairo, 20 de marzo 2015
Crónica Digital / PL