Desde que el mundo es mundo, a la delincuencia, se la combate… por eso nació la policía…. ¿y?, siguió la delincuencia, entonces, decidieron aumentar dotación, crecieron los delitos, en un acto de “retardo”, aumentaron las penas, ¿y?, hubo más delincuencia, entonces decidieron hacer movimientos simultáneos; mas dotación policial y legislación más dura, y claro, la delincuencia siguió escalando, en el camino, los recursos para educación compraron boleto a otro destino; cárceles, cuarteles policiales, tribunales, reformatorios, centros de rehabilitación. La “cultura” debiendo politizarse se fue “policitando” (llenando de policías)… y en el intertanto, la delincuencia continuo su senda sin fatiga.
Esta descripción constata dos cuestiones relevantes:
1. Sí alguien pretende disminuir la delincuencia (como históricamente además la derecha chilena lo ha manifestado) con el espiral de: más policías, más cárceles, más tribunales, más policías, no hace otra cosa que aumentar las tasas, y, adicionalmente, incrementar la pobreza. Ese el costo por hacer un uso alternativo de recursos (inversión en represión y no en educación). La doctrina dominante en materias de criminalidad (acompañada -claro- de una tremenda campaña de marketing ideológico) es del todo, absolutamente del todo, falta de inteligencia, es expresión de “soluciones fáciles”, del desconocimiento total de las dinámicas de la historia, es quizás propia de personas simplonas que abren la ventana cuando comienza el incendio para que salga el humo, aumentando así el fuego.
2. ¿Por qué no observar los activos sociales en otras sociedades, con menor grado de delictualidad?, ¿Cuál es “fórmula secreta”? para contener la correlación… es simple: a menor grado de desigualdad, menor nivel delictual, a mayor acceso a la educación (igualitaria y bajo la responsabilidad fundamental del Estado) menor delictualidad.
“Educación, más igualdad, más educación” es el espiral virtuoso que inhibe el espiral vicioso: “policías, más tribunales, más cárceles, más policías”… parece en extremo obvio, sin embargo, no está desprovisto de complejidad. El quid del asunto es que, siendo el Estado quién debe construir y promover la paz social, tiene la obligación de, dada la evidencia empírica (educación, más igualdad, igual círculo virtuoso), propender a la disminución de las brechas socioculturales, con la única herramienta efectiva: la educación.
La educación es un “activo social”, a pesar de que algunos crean que es un bien de consumo. Es un activo social, en la medida que explica la validez del “acuerdo social”. Es significativo aceptar que en las creencias sobre el papel de la educación se juega también un ideal de democracia. La “renta” de la educación es distinta a la de los bienes de consumo, en Chile, la evaluación económica de los proyectos educacionales, incestuosamente en manos de privados, es desde las métricas del mercado (valor presente neto, tasa interna de retorno, renta sobre patrimonio, sobre ventas, etc.) obligando a generar excedentes de corto plazo, regla de mercado, a un activo (educación) que genera beneficios en el largo plazo y que son solo “lateralmente” económicos, la naturaleza de la renta en la educación es fundamentalmente social: la construcción dinámica y sucesiva de una mejor sociedad.
Sorprende ver a muchos no ver (o no querer ver) cuales son las consecuencias de este modus operandi: sostenedores y baños malos, van de la mano, sostenedores y vidrios rotos, bailan juntos, sostenedores y talleres de computación con maquinas de escribir, toman un café por la mañana, sostenedores y profesores más baratos (más renta) son socios del mismo club.
Al “trabajar” la educación desde la óptica del mercado se ponen incentivos a una erosión continua, progresiva y creciente en la calidad (duela a quién le duela), ¿evidente?, no hasta hace unos años, visible sólo cuando los estudiantes y el movimiento ciudadano por la educación movieron el cerco de lo posible.
Detengámonos un poquito, nada más un poquito, en que nunca un sostenedor, ni su agrupación, han declarado cuestión alguna (al menos no en los años anteriores al 2011) respecto de la crisis en el “sistema”, ¿alguien los escucho?, nunca, porque para ellos, así como para las Isapres (otra forma de arreglar el retrete con un alambrito) no hay crisis en la educación ni en la salud, por el contrario, ellos, ingresan en estos sectores no de modo alguno buscando “renta social”, sino, esperando, como todo inversor, maximizar su tasa de retorno, evaluando, desde y con las métricas del mercado, nada más y nada menos, que incrementar su riqueza, patrimonio, eso, que para ellos es su verdadero “ser social”, el tener, las cosas. Evaluar desde lo privado la cosa pública… es “cubicar” el agua con una huincha de medir, es como ver un porcino de Freirina en el vaticano; Chancho en misa. El mercado se mira desde la sociedad, no la sociedad desde el mercado.
Pero volvamos a eso que: baños sin papel higiénico y sostenedor beben en el mismo bar. Aquí la objetividad, el acervo, contribuye con el sentido de aceptar esto como; evidente y obvio. Para esto, demostrar la evidencia, no necesitamos buscar en el libro verde de Mao o en El Capital de Marx, no, para nada, basta hojear cualquier manual de bolsillo del capitalismo, que en el eufemismo denominamos “libre mercado”, para responder; “cuantos pares son 3 moscas”, el cuento es más o menos así:
Hay sectores económicos, reconocidos como los de “liderazgo en costos”, estos, tienen como condición que los “precios” son una variable fuera de control, así, para maximizar la renta, el único ambiente de control relativo, la zona en la que puedo “intervenir”, son los “costos”, en la medida que la estructura de costos sea la de mayor eficiencia (menor costo) la renta, ante un precio “dado”, se desplazará en sentido contrario, mayor, mejorando la posición competitiva del jugador (empresa). Más o menos así operan los mercados de commodities: minerales y recursos naturales. A modo de ejemplo, las compañías cupríferas, entre ellas Codelco, no pueden (pequeño marco de maniobra) alterar el precio, este, es una noticia que les llega 09:00 cada día desde Londres… “la libra de cobre abre hoy a…” y todos los participantes en la comercialización de este “bien” (cobre) deben alinear su práctica al valor pizarra, si Londres dice $5, no se puede vender a; 4 o 6, es sencillamente; 5. Como se conecta esto con la educación en nuestro país, muy simple:
El 75% de la educación en niveles; pre-básico, básica y secundaria, tiene financiamiento parcial o total del estado, ese financiamiento, es un aporte que el estado, entrega por alumno a cada establecimiento, es un aporte fijo, un numero ($55.000 educación básica y 67.000 para educación secundaria), como si fuera el precio del cobre, la dote es; $55.000 (aprox.), si el alumno tiene 15 hermanos; 55 lucas, si es hijo único; 55 lucas, el precio en este mercado no puede ser alterado. Puestas así las cosas, y entendiendo un principio elemental en el modelo económico que nos somete, la función de “maximización” (utilidad) que está en la matriz de costo, así, tendrá mayor renta un sostenedor que tenga tiza y no marcadores, el que tenga peores a mejores profesores, quien da ½ pan a quien comparte un aliado. Tendrá mayor renta quién tenga una estructura de costos que el mercado acepta como “más eficiente”, el sostenedor, tendrá una mayor/mejor renta cuanto transfiera la menor cantidad de esas 55 lucas a cada “cliente-alumno”, siendo un juego de “suma 0”, lo que no transfiere viajara directo, sin escala, a su cuenta corriente, y lo que transfiere del subsidio estatal al alumno, es técnicamente un costo. Para el sostenedor educar es una “carga”.
El paroxismo es precisamente que la realidad (“en la tan de moda Finlandia, por ejemplo”) parece ser antípoda, en esas sociedades existe la convicción de que “no educar” sería un costo social y “educar” un activo, un beneficio.
Pero no es lo que transmiten esos “kioscos” (AFP, Isapres, sostenedores) pasados a dictadura, con dueños que arreglan el mundo en Avenida Suecia (no en un bar precisamente…en la sede de un partido). En este escenario, es realmente sólo un acto de fundamentalistas pensar que en la educación las leyes del mercado pueden tener incentivos en la calidad, aun mas lejos; educación y mercado, se relacionan igual que el agua y el aceite.
Insistimos en el morboso detalle que nunca un director de Isapre ni un sostenedor han siquiera insinuado algo respecto a la crisis en sus sectores, nunca… como podrían ver la crisis, si cada trimestre nos enteramos de sus obscenas utilidades.
El movimiento estudiantil con una lucidez fuera de libreto diagnosticó de manera certera e integral esta situación. Una buena parte de los chilenos comprendimos la necesidad de cambiar la ilegitima Constitución de 1980 y reformular con ello el “rito de lo público”, la necesidad de cambios en el régimen tributario, de cambios en la propiedad, porque sin ellos, inexorablemente, este mundo seguirá bajo el mantra de la “estabilidad” que sólo favorece a quienes vieron ya la película y saben el final. Hacemos la nota de una “lucidez fuera de libreto” porque los estudiantes del hoy, una generación que fue observada (desde las izquierdas tradicionales) formando su identidad en un contexto de gran cantidad de insumos “idiotizantes” pudo en profundidad dar (y en contra de una buena parte de los pronósticos) con las dimensiones y de manera conexa, con la visión sistémica, entender “el fraude” y diseñar (imaginar) vías de mejora.
Es ciertos los jóvenes de hoy son hijos de una sociedad global, eso les permite contrastar realidades, dejar de ser aldeanos, conocer virtualmente el mundo, acceder a conocimientos antes exclusivos, saber que el “cuco” no existe, no creer en el viejo del saco, algunos logran tener amigos en otros continentes, chatear en ingles, escuchar, entender y contrastar como se vive en esas costas que admiramos. No es menor saber que hoy más del 50% de los chilenos tiene acceso diariamente a internet.
Hijos de esta “democracia de baja intensidad” (que reporta, sin dudas, mejoras respecto a la etapa anterior), los jóvenes de hoy no tienen miedo (o al menos no el de antes). Tienen ese coraje, que parte de una mejor/menor cota de temor, ese coraje, que es irreductible en la especie. La historia está escrita por quienes cruzan el río y la humanidad en su mágica diversidad tiene “pioneros” que muestran el camino, que construyen la senda. Es una generación que llego para quedarse, para ir más allá del testimonio, para dotar de eficacia la lucha política, para ciudadanizarla, para politizarla haciendo una crítica radical a la misma, con un signo demandante de nuevas formas de participación y representación. Construyendo nuevas legitimidades, la calle “nuevo teatro de operaciones” es un campo en disputa hasta para la derecha y sus organizaciones. Chile se está democratizando más allá de sus instituciones.
Quienes participamos en política, tenemos el mandato de cuestionarnos (más aún con ese “público objetivo”) el que la gente ya no confíe en nosotros (¿será que dejamos de confiar en ellos?) y la necesidad imperiosa de devolver la política a la gente, y en el seno de los partidos a sus militantes. Muchos esperan ese gesto para “dar el paso”.
En fin… estás semanas son claves en el debate por la Reforma Educacional en el Congreso, particularmente en el Senado, críticas más, críticas menos es momento de dar el punta pie inicial a un nuevo capítulo de la historia de Chile. Está en juego una buena parte del futuro en los próximos días (y esperamos se comporten a la altura), respetar los compromisos del Programa de Gobierno de la Nueva Mayoría es clave e impacta multidimensionalmente y en positivo sobre el cuerpo social. La primera tarea es dar a la educación un enfoque de derecho (como repetidamente la Presidenta Michelle Bachelet lo ha señalado) sacar del espacio del mercado (“bien de consumo”) a ésta, y desde ese punto (conquista), escalar en profundizar la dimensión “de lo público” en ella. Desmercantilizarla y ponerla en la esfera de la deliberación pública, es lo básico.
Nuestro país se fundó desde un campamento militar, y muchas de las lógicas sociales, económicas, culturales, son un vector de esta fundación espuria. Hoy es tiempo de refundar, de alterar la trayectoria cultural, dignar nuestra historia venidera, ¿la única vía?; una educación que estimule a través de la consciencia relaciones empáticas, de cooperación, de respeto, de bien común, de buen vivir.
Por Matías Muñoz
Santiago de Chile, 18 de noviembre 2014
Crónica Digital