Más que por sus novelas Els Antípodes, galardonada con el Premio Fastenrath en los Juegos Florales de Barcelona 1977, un año después de haber sido publicada en esa misma ciudad, y Els Precursors, que obtuvo el premio Salvador Seguí en los mismos Juegos; más que por su labor como reportera y traductora durante la Guerra Civil Española, Marina Ginestà (1919-2014) ha inscrito su nombre en la historia del periodismo mundial en la forma de un pie de foto: “Barcelona, 21 de julio de 1936. La miliciana Marina Jinesta, [sic] miembro de la juventud comunista, posa en la terraza del hotel Colón, donde se ha establecido una oficina de alistamiento de milicianos”. La instantánea fue fijada en la película Agfa Pankine de 35 mm. de la Leica perteneciente al fotógrafo alemán Hans Gutmann, quien disparó una secuencia de 20 tiros. No hay indicios de que alguna de las fotos resultantes haya sido publicada por entonces; fue décadas después, en 1987, que la agencia noticiosa EFE compró un número aproximado de 3.000 negativos a la viuda del reportero gráfico, entre los que se encontraba el de esta imagen; pero tampoco entonces fue difundida, sino sólo en 2002, cuando se la escogió para ilustrar la portada del libro Las Trece Rosas, del periodista Carlos López Fonseca y, cuatro años más tarde, otro profesional del mismo conglomerado medial reunió fotografía y modelo. Entrevistada por la agencia, Ginestà señalaba en 2008: “Éramos tan ingenuos que pensábamos que el levantamiento militar era contra la Olimpiada popular (…). Había llegado el socialismo, los clientes del hotel se habían marchado. Había euforia. Nos aposentamos en el Colón, comíamos bien, como si la vida burguesa nos perteneciera y hubiéramos cambiado de categoría rápidamente”.
Hija y nieta de obreros textiles catalanes involucrados en luchas sindicales, su filiación política fue muy temprana y la época que le tocó vivir conjugó en su destino la persecución y el exilio. “Teníamos la sensación de que la razón estaba con nosotros y que acabaríamos ganando la guerra, nunca pensamos que acabaríamos nuestras vidas en el extranjero”, señala en la entrevista, y rememora además una dura visión:“Por primera vez tuve una idea de la muerte. Vi a una mujer muerta con su hijo en brazos… Todavía hoy me viene a la mente ese recuerdo”. Huyó primero a Francia escapando del franquismo; de París se fugó a México tras la ocupación nazi; se trasladó luego a República Dominicana, donde la dictadura de Trujillo significó un nuevo destierro, esta vez en Venezuela. Casada en segundas nupcias con un diplomático francés, pudo recorrer otros destinos y volver a Europa para publicar su primera novela, antes citada, en la que narra la historia de dos exiliados catalanes en el Caribe.
Para realizar la toma, Gutmann le pasó el fusil, arma que nunca antes y nunca después tomó. Marina esbozó entonces la sonrisa que llegó a convertir el documento gráfico en un ícono de la lucha por la República. De la imagen opina que “es una buena foto, refleja el sentimiento que teníamos en aquel momento”. Y luego: “Dicen que en la foto del Colón tengo una mirada arrebatadora. Es posible, porque convivíamos con la mística de la revolución del proletariado y las imágenes de Hollywood, de Greta Garbo y Gary Cooper“.
Por Academia Libre
Crónica Digital