Por Tebni Pino: LOS SERTONES

“Canudos no se rindió”, escribió Euclides da Cunha (1) y eso queda mucho más claro en el libro del escritor peruano Mario Vargas Llosa, “La guerra del fin del mundo”. Dos visiones diferentes para un mismo hecho histórico. Uno, el primero, presente a la hora de los acontecimientos. El otro, producto de la imaginación de uno de los más grandes escritores vivos de América Latina que, a pesar de haber colocado una buena parte de ficción, no olvida estar relatando una epopeya real, presente aún en la memoria de los descendientes de la más cruel guerra campesina de la historia de Brasil.

Atacado por monarquistas y republicanos con la misma ferocidad, lo cierto es que Antonio Conselheiro (2) no defendía ni uno ni otro sistema de gobierno. El problema, en la época de la guerra (1896/1897), era el trabajo de semiesclavitud (la monarquía había acabado dos años antes y con ella la esclavitud), la sequía, la miseria. Y fue tal vez por ello que Antonio Vicente Mendes Maciel, “Conselheiro”, nacido en el sertón de Ceará, en la ciudad de Quixeramobim, por los años de 1829, decidió abandonar la práctica de la abogacía y partir para la prédica religiosa por el sertón nordestino.

La peregrinación duró aproximadamente 20 años y por donde pasaba, Conselheiro dejaba su marca de fe, marcando el compromiso con los pueblos de la región. Construyó represas, capillas y cementerios. Las marcas de su viaje están todavía registradas en los lugares por donde anduvo. Sin embargo, la más grande de todas, Canudos, quedó sumergida para siempre por las aguas de la represa de Cocorobó cuando fue definitivamente sepultado el último testigo de la guerra que duró un año hasta el total exterminio de la población de la comunidad de Belo Monte.

Perseguido por las autoridades de la época que lo consideraban peligroso y por la Iglesia por fanático y hereje, Conselheiro consiguió establecerse junto a 25 mil campesinos que lo seguían en su largo caminar, en las márgenes del río Vaza-Barris. Allí hacían producir la tierra, repartían los frutos obtenidos de manera equitativa y dieron inicio al primer proceso de reforma agraria distribuyendo a cada familia lo que se consideraba estar de acuerdo con sus necesidades.

La llama del conflicto, entonces, había sido encendida. El trabajo comunitario y el uso colectivo de la tierra colocado en práctica fue considerado un acto de subversión al orden de los hacendados, pues el ejemplo podría arrastrarse por la región, acabando con la mano de obra esclava. Comienza entonces una campaña para llamar la atención de las autoridades civiles y religiosas. En ella acusaban a Conselheiro de estar en contra de la naciente república, queriendo restablecer la monarquía, de promover la subversión y agitación en medio de los campesinos. Loco, subversivo, fanático. Pero era evidente que lo que se trataba de esconder, de hecho, era la cuestión de la tierra concentrada en manos de una minoría privilegiada, causante de la miseria y el atraso planificado del noreste.

En ese clima de acusaciones y exigencias, llegó la primera expedición militar del Estado, por órdenes del entonces gobernador de Bahía, Luiz Vianna. Las plantaciones fueron destruidas e incendiadas varias casas de la comunidad. Entre tanto, fueron rechazados por los campesinos en el poblado de Uauá. Serían necesarios 4 ataques más hasta acabar con los últimos vestigios de Canudos. Las fuerzas del ejército arrasaron con todos sus habitantes, degollando hombres, mujeres, ancianos y niños, destruyendo todo para no dejar ningún recuerdo de la comunidad.

Canudos, que en la época era la segunda ciudad del Estado de Bahía, se transformó en cenizas. No hubo un solo sobreviviente. Y la historia oficial, hasta hace poco la única palabra organizada para contar los hechos, a pesar de Euclides da Cunha y Vargas Llosa, comienza a ser cuestionada. El 15 de octubre de 1983, miembros de la parroquia de Monte Santo y un grupo de personas de la ciudad de Euclides da Cunha y Uauá deciden crear el Nuevo Movimiento Histórico de Canudos para mostrar al mundo, de acuerdo con sus propuestas, que “la sangre derramada en Canudos se transformó en semilla de liberación”. A partir de esa fecha todos los 15 de octubre de cada año la comunidad celebra una fiesta en los márgenes de la represa de Cocorobó donde los descendientes de las víctimas se reúnen durante dos días para debatir, discutir, prestar un homenaje a Conselheiro, a las víctimas de la masacre y, principalmente, según uno de sus organizadores, “a la verdadera historia de Canudos”

1)  Euclides da Cunha. Periodista, enviado especial del diario O Estado de Sáo Paulo. Relató cotidianamente a través de sus crónicas la resistencia de la gente de Canudos y posteriormente escribió el libro “Os Sertóes” (Los Sertones)

(2)  Conselheiro. Apodo recibido por el abogado Antonio Vicente Mendes Maciel, gestor de la comunidad.

Tebni Pino Saavedra

Periodista

Santiago de Chile, 24 de julio 2014
Crónica Digital

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