En una sociedad mercantilizada, en donde ante la catástrofe algunos ven la posibilidad de un negocio. Donde todos los valores morales se confunden con los valores económicos, en donde ante la miseria que la naturaleza nos hace padecer, donde el dolor de ver niños asustados ante el rigor de la naturaleza, hay algunos que son capaces de triplicar el valor comercial de un pan.
Los inescrupulosos de siempre sin mediar el más mínimo rubor son capaces de vender una botella de agua recargándole nada menos que el 500 %. En esto que parece ser el peor de los mundo nos encontramos con Don Juan, un ciudadano de Iquique que parece haber sido sacado de un cuento de hadas, Don Juan en medio del desastre, decide regalar PAN, si regalar, que palabra tan rara para los que abusan del desastre.
Este Juan, que a estas alturas deberíamos decirle San Juan, si San Juan de los pobres, de los desesperados, este Juan panadero que decide levantarse a las tres de la mañana y verter sobre la batea toda la harina que tenia, toda la levadura que el tenia, quizás toda la sal que tenia, y porque no decir quizás toda el agua que el tenia, para hacer pan y al amanecer salir a repartir absolutamente gratis y mostrarle a sus vecinos que siempre hay un nuevo amanecer. El sale en su vehículo a regalar el fruto de su trabajo de toda una noche.
Cuanto amor por el prójimo, cuanta bondad hay en ese corazón.
Este Chile nuestro necesita muchos Juanes que sean capaces de levantarse en medio de la catástrofe y decir YO SOY JUAN EL PANADERO.
Por Miguel A. González Jara.
Crónica Digital, 6 de abril 2014
muy de acuerdo con usted amigo mío y eso es digno de imitar . pero que pasa con el estado chileno que demora tanto en entregar ayuda, porque tanta lentitud en cosas que tendrían que ser inmediatas. porque la gente tiene que esperar tanto en situaciones que se debería estar preparado. en fin las necesidades en tiempos de tragedia tienen que ser responsabilidad del estado y no de la buena voluntad de otras personas