“Digamos que no creo en los prólogos, pero en cambio creo en la amistad y por eso a lo largo de los años he acompañado a muchos
amigos artistas y poetas en sus aventuras de papel y de tela y de arcilla (…). Nunca hablé de ellos sino con ellos; nunca prologué nada pero sí estuve cerca, hombro contra hombro cuando el corazón me decía simplemente: dale. Por eso salgo hoy contigo, porque tu poesía es Chile y eso quiere decir que es de muchos además de ti, y en esos muchos me incluyo yo porque yo
siempre fui chileno y argentino y panameño y lo que se te dé la gana mientras sea América Latina. A más de cuatro se les fruncirá la nariz patriótica, pero no les hagas caso; en todo nacionalista duerme un fascista, está probado. No les hagas caso, Gitano, vámonos por las calles cantando y hablando de tu Valparaíso que conocí en el año cuarenta y dos”.
El texto corresponde al que habría sido el prólogo de Julio Cortázar (1914-1984) para un libro de Osvaldo “Gitano” Rodríguez, y que forma parte del capítulo “De los Amigos” de la publicación póstuma Papeles Inesperados.
Menos conocida que su destreza narrativa, notabilísima en el cuento, es la labor del autor de Rayuela como prologuista, obra suficiente en volumen e interés como para motivar la tesis de título del filólogo catalán Carles Álvarez, a quien Aurora Bernárdez,
viuda y heredera universal de Cortázar, convocó en 2006 para embarcarlo en la selección y edición de textos inéditos del argentino-belga. Los escritos, de géneros varios y distintas fechas, vieron la luz en 2011, a veinticinco años de la muerte de su autor.
Dormían en una cómoda de su casa en París, sobre la que el día que se iniciaba la revisión, había un retrato de Alejandra Pizarnik, la atormentada poeta argentina, a quien muchos años antes Cortázar escribía una misiva de aliento fraterno: “Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte (…).Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra. Escribime, coño, y perdoná el tono,
pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de ésas que dicen te quiero a cada chicotazo”.
Por Academia Libre
Santiago de Chile, 24 de febrero 2014
Crónica Digital