ELECCIÓN PRESIDENCIAL EN CHILE. NEOCONSERVADURISMO O VARIACIONES SOFISTAS DEL FASCISMO

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La posibilidad de que un gobierno de centro izquierda encabezado por Michelle Bachelet implemente un programa que recoge aspiraciones sociales insatisfechas por más de dos décadas en la post dictadura (1989), es motivo para relanzar la vieja artimaña del horror socialista desde los círculos de derecha y extrema derecha en Chile.

Chile está habituado a esa reacción desde 1958 cuando el socialista Salvador Allende estuvo a punto de vencer al derechista Jorge Alessandri, Rodríguez, que 20 años más tarde contribuiría a redactar la Constitución de Pinochet.

Esta Constitución es el principal factor de la enfermedad política del país. Un país infeliz políticamente por el exceso de concentración de poder, tremendamente injusto en lo social y muy vulnerable por la ausencia de cohesión sociopolítica, exceptuando en la estupidez de negarle la salida al mar a Bolivia por una absurda “doctrina” instalada en el subconsciente de algunos chilenos acerca de la integridad territorial.

Una doctrina que no se aplica a la hora de ceder espacio en el extremo Sur de Chile a ciudadanos Israelíes, situación que ha sido denunciada por el Senador del Partido Por la Democracia, Eugenio Tuma, por la presencia de turistas israelíes que por antecedentes correspondería a conscriptos realizando labores de cartografía para el Ejército de Israel con motivos desconocidos.

A pocos días de un voto decisivo, en medio de estas contradicciones sobre la integridad territorial de Chile, aparecen las declaraciones de una profesora de historia y figura mediática de reconocida trayectoria pinochetista, diciendo que el programa de Michelle Bachelet, “es un paso al socialismo”. El mejor desmentido provino de un sector de la izquierda que presumiblemente tiene una versión más exacta de lo que es el socialismo. La candidata que representa a la coalición de centro izquierda que probablemente salga victoriosa en la elección del 15 de diciembre ha sido criticada por sectores de la izquierda anticomunista y antisocialista, de que el programa es otra fase de la consolidación del modelo neoliberal.

Conscriptos Israelíes en la Patagonia, profesores de historia anunciando el socialismo en Chile, son variaciones del Tea Party republicano de Estados Unidos aplicados a la chilena. También puede ser el neoconservadurismo criollo con las variaciones sofistas del fascismo que ya lleva más de cuatro décadas de trayectoria en Chile.

La palabra fascista asusta, neoconservadurismo no. Aunque no se comprenda a cabalidad la naturaleza más contemporánea del fascismo, se aplica con liviandad para describir situaciones de autoritarismo generalmente proveniente del estado. La empresa privada y el libre mercado desregulados aunque maltraten a los trabajadores y se relacionen con ellos en todos los estamentos y profesiones en un sistema cercano a la esclavitud curiosamente no es asociada con el fascismo. De allí que el término neoconservadurismo suena como una vuelta de tuerca más a la sofisticación del fascismo siglo 21, e inclusive prepóstero para disimularlo y ni siquiera califica de eufemismo.

Por décadas el neoconservadurismo se ha impregnado en los intersticios de la política mundial y el esfuerzo para desprogramar su agenda debe ser colectivo. Aunque hay que estudiarlo y comprenderlo para recién pensar en desprogramarlo. No se va a extirpar fácilmente porque reside en la esencia del capitalismo, aún así su impacto se puede contener y revertir para hacer que el presente sistema que predomina en las sociedades sea menos totalitario. La comprensión más global del fenómeno es una necesidad en este proceso. Desmantelar la agenda neoconservadora y su totalitarismo, implica en esencia desmantelar los principios de la supremacía que están instalados como ethos de la política. Supremacía y totalitarismo van de la mano y son antídotos contra la verdadera integración de sistemas, países o sociedades.

La doctrina Neoconservadora

La doctrina neoconservadora se puede atribuir dos victorias políticas de consecuencias fundamentales en apenas una década: 1982-1992.

La primera, a comienzos de los años 80, es la instalación del régimen económico del ajuste estructural a la economía mundial con sus tres ejes principales: privatizar servicios y recursos estratégicos; reforma institucional y reducir la regulación del estado hasta el límite máximo para la expansión de la libre competencia; y apertura de los mercados. Se le denominó precisamente neoliberalismo por sus autores para esconder su raíz fascista y neoconservadora. Al introducir “liberal” se le acomodaba un concepto atractivo, casi ecuménico, (¡quién no profesa de liberalismo para prosperar en política!), y allí residía el gran señuelo.

Este diseño provino de la crisis económica de los años 70 que venía incubándose desde los años 60 del siglo anterior. Los sistemas políticos adoptaron el régimen económico sin ofrecer mayor resistencia. En su momento consistió en un “todo o nada y en un ahora o nunca”, para sostener un sistema económico y político en profunda crisis en sus expresiones locales y globales. En algunos lugares se impusieron con dictaduras militares cuyos casos más insignes fueron Chile, Ghana, o regímenes políticos autoritarios al límite del totalitarismo en los llamados tigres asiáticos.

Donde anduvo operando la doctrina conservadora encarnada en el ajuste estructural a las economías, se impuso con un giro político hacia el totalitarismo, que funcionaba a la perfección en un clima de guerra fría. Bajo un clima de confrontación y con un capitalismo debilitado, su rol transversal en las políticas de estado apenas se notaba y la lucha contra el comunismo la hacía todavía más relevante.

La segunda victoria fue el desplome de la ex URSS en 1991. A partir de este hito, surge “el decreto” del fin de la guerra fría, siendo que preservaba la ideología neoconservadora que la sustentaba. La agenda neoconservadora fue fundamental para detener la expansión de la Ex Unión Soviética y la idea del comunismo porque presentaba un filo más agresivo y punzante que el liberalismo degradado en su ambigüedad de contener el comunismo con cierto grado de tolerancia y aspiración pluralista.

La ideología neoconservadora en ambos frentes, en el político-bélico y en el económico, proveyó el sustento doctrinario que se movilizó transversalmente en las sociedades por el mundo con diferentes caparazones. Formó una simbiosis compacta con las elites del poder que intentaban contener al comunismo y combatir a la expansión soviética por una parte y entregarle una vía operativa al capitalismo. En esa simbiosis se fusionaron misteriosamente operativos del neoconservadurismo con miembros ingenuos o deliberados que instigaron el espíritu anti Soviético que fue esencial durante la guerra fría para la supremacía del modelo ideológico que impera hoy.

Al estar instalada desde el mismo fin de la segunda guerra mundial, desmantelar la guerra fría y su ideología de la confrontación, pareciera ser el desafío esencial en cualquier intento por re-humanizar el planeta haciéndolo un espacio de diálogo e integración. El neoconservadurismo se acopló al mandato de la guerra fría, y es incuestionable que como fenómeno ideológico facilitó su crecimiento y legitimación como la herramienta más eficaz para combatir la desestabilización del sistema.

Nota: Para una definición integral de neoconservadurismo: Avital Bloch en “Política, Pensamiento, e Historiografía en el EEUU Contemporáneo; 2005.Universidad de Colima México.

El fracaso de la doctrina

Ha pasado más de un cuarto de siglo de la instauración a la fuerza de la doctrina neoconservadora para administrar las sociedades. Por el estado de la situación global se observa que con todo el espacio de poder a su disposición la doctrina ha fracasado y aún así está vigente. La pregunta es: ¿Por qué?

La única razón plausible es el totalitarismo que acompaña a la doctrina neoconservadora y que se hace invisible. Su popularidad en los círculos de la elite del poder responde al mismo resorte: ha sido una doctrina eficaz para contener la desestabilización que supuestamente conlleva el comunismo y entregarle gobernabilidad a las sociedades.
Aunque sean sociedades enclaustradas, con carencia de participación ciudadana en los diseños programáticos de los estados, son sociedades seguras y previsibles por el control que está detrás de una doctrina que funciona en base a la permanente amenaza de la desestabilización. Es totalitaria al estar inyectando el miedo por anticipación, como si la seguridad estuviera funcionando bajo la acción preventiva permanente. La (falsa) democracia funciona sólo para un lado: para el que acepta el sistema. Al disidente hay que aplicarle la acción preventiva para erradicarlo.

El neoconservadurismo contemporáneo comienza a incubarse rápidamente con el ascenso de la Unión Soviética como potencia mundial después de la Segunda Guerra.

Si bien surge a partir de la desacreditación de legiones de liberales y conservadores en su lucha contra el socialismo, que se une a la vertiente de liberales desencantados del socialismo estalinista, el germen proviene del triunfo de la Revolución Bolchevique en 1917 como una poderosa señal de la vulnerabilidad del sistema capitalista.

En el tráfico de regímenes políticos, desde el libertario al autoritario, que suceden entre 1917 y la Segunda Guerra Mundial fuera de la órbita soviética, se destaca en el debate “cómo concebir una doctrina más eficaz para contener la ola bolchevique”. Frente a la realidad de una revolución rusa dura, pragmática, con un inicio eficiente, y un capitalismo mundial debilitado, la línea divisoria entre liberalismo y conservadurismo era inexistente o inocua. En la fusión, germina con más coherencia la idea conservadora de formar una oposición a ultranza al nuevo fenómeno de masas de asalariados fuera de la elite intentando dirigir y cambiar el sistema.

Por los fenómenos decantados en dos sociedades donde la ola bolchevique prosperó más, se podría postular que tanto Adolf Hitler en Alemania como Benito Mussolini en Italia sería el epítome del conservadurismo ultra agresivo que se opone al liberalismo más compasivo en la lucha contra el comunismo.

Frente a la actual crisis económica y política que no cede, el conservadurismo comienza a presentar sus rasgos más totalitarios encarnado en su formato más contemporáneo al que se la tendido a llamar neoconservadurismo. La agenda neoconservadora es preservar el aparato conceptual y operativo que le dio dividendos y que se corona con el desplome soviético y como extensión inmediata del fenómeno, la pérdida de credibilidad en el socialismo como sistema alternativo.

Esencialmente el neoconservadurismo consiste en instalar en la sociedad un pensamiento ideológico cuyo objetivo primordial es contrarrestar el desarrollo de las ideas desestabilizadoras del sistema capitalista. Esto se hace a través de agentes multiplicadores y difusores de ideas ubicados en posiciones de influencia y no necesariamente en contacto con la comunidad. En forma simple: estructurar a partir de un liberalismo muy tenue o contenido, un discurso de construcción social y política que permitiera contraponer a la idea de la reforma al capitalismo por la vía que fuera, sea liberal o socialista, y que permitiera reforzar en la sociedad su ideario esencial de la libertad individual, el libre mercado y la desestatización en el acto de gobernar.

La guerra fría como el neoconservadurismo, son herramientas creadas por la doctrina expansiva de la supremacía, que prevalece en la cultura política de las potencias coloniales que fundamentalmente se encuentran en el hemisferio occidental y en Japón, que es una nación imperialista por antonomasia.

Es así que el neoconservadurismo se convierte en la réplica, en cuanto a cultura política, a la fórmula estalinista del control a ultranza y la negación del pluralismo. En vez de desprenderse de ella, reinventa el conservadurismo en una perspectiva totalitaria al no aceptar una reforma al ideario esencial del capitalismo: libertad individual, libre mercado y desestatización.

El neoconservadurismo que se incuba en EEUU, Canadá y el Reino Unido especialmente, se transforma y expande por el mundo asumiendo diversos rostros y senderos, tiene en definitiva el mismo rasgo del totalitarismo al cual parecía combatir.

El neoconservadurismo encuentra en la guerra fría su ámbito ideal para su consolidación porque ésta aplica su foco en un enemigo bien específico y fácilmente identificable: el comunismo.

Con el fin de la guerra fría, la contención al comunismo de alguna forma no prosperó en la medida de establecer un dominio militar en el mundo acorde con el título de primera y única potencia, y en el plano económico los resultados tampoco han sido positivos.
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Por el contrario, con todo el poder a su disposición, el neoconservadurismo no ha sabido aprovechar en el mundo su poderío ni en el terreno político ni en el económico

En la única zona donde hay un cierto progreso y equilibrio es en Europa Occidental y aún así, la unidad de la comunidad europea es compleja como se ha visto en las dificultades de ratificar los tratados pilares de unidad. En el resto de Europa, la zona desmembrada de la tutela soviética en 1991 es un popurrí para todos los gustos. Hay países económicamente inviables y políticamente proto fascistas como Hungría, o modelos de un capitalismo subsidiado por Europa Occidental como son los casos de Georgia, Ucrania, Romania y Bulgaria o los países de la Ex Yugoslavia.

La idea central en el neoconservadurismo es re-posicionar a EEUU como la mayor potencia política y militar. La segunda consiste en profundizar a escala mundial los ejes del ajuste estructural de la década de 1980: privatizar, desregular y abrir zonas de libre mercado. Subsidiariamente, las intervenciones en Afganistán, Irak, Siria, el bloqueo a Irán, el acoso a China y Rusia por distintas vías, permiten posicionar poder estratégico Transatlántico en una amplia zona de gravitación, para expandir el control e incorporar nuevos territorios y recursos al circuito económico.

Según los estudios elaborados bajo el proyecto “Support to Economic Growth and Institutional Reform” (SEGIR), se deben incorporar a los términos de la globalización a vastas regiones, partiendo con las del mundo árabe e islámico en Asia y África, que hasta el momento permanecen bajo estructuras políticas arcaicas y poco previsibles y por cierto a América Latina y el Caribe que exhibe una tendencia hacia ciertos grados mayores de autonomía.

Nuevos capitales y mercados con democracias funcionando en el modelo Transatlántico, deberían operar como dos tenazas en pos de la supremacía global en un capitalismo comandado bajo la doctrina neoconservadora y en clave de gobernabilidad totalitaria.

Cada vez que se agrupa el mundo verdaderamente progresista y rechaza el expansionismo que se imprime desde la óptica de la Alianza Transatlántica, se relanza la guerra fría, se relanzan odios políticos destructivos. Es el caso de esta elección presidencial en Chile para esta segunda vuelta. Los enemigos de Michelle Bachelet están en todas partes y una gran cantidad de chilenos esperan que sean los menos. El 15 de diciembre se sabrá.

Por Juan Francisco Coloane. El autor es analista político, colaborador de Crónica Digital

Santiago de Chile, 6 de diciembre 2013
Crónica Digital

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