A sólo días de que miles de jóvenes rindan la Prueba de Selección Universitaria (PSU) los resultados que arrojará la medición probablemente ratificarán, una vez más, la brecha que existe entre los establecimientos municipales y privados o dicho de una forma más cruda: la brecha que existe entre los estudiantes más vulnerables y los de mayores recursos.
En este sentido cabe preguntarse si los resultados de esta medición pasan únicamente por el nivel socioeconómico del cual procede el postulante. Y la respuesta es no, o al menos no del todo. Porque quienes hemos tenido la posibilidad de insertarnos en contextos educativos vulnerables sabemos que es posible cambiar, en base a una gran perseverancia, convicción y trabajo, las reglas del juego para miles de talentos que quieren y anhelan surgir.
Ello implica necesariamente, desde el rol de profesor, liderar y hacerse cargo del proceso formativo al interior de la sala de clases, el cual debe sustentarse en una planeación orientada a metas bien definidas donde el alumno sea el protagonista y gestor de su proceso formativo, impactando a su vez en sus compañeros quienes poco a poco se van dando de que es posible, a través de la educación, optar a una mejor calidad de vida.
Para que esto suceda debemos hacernos cargo de un proceso transformacional donde el alumno, independiente de los recursos materiales que disponga, sea capaz de desarrollar sus habilidades, adquirir el compromiso con sus estudios y dejar de echarle la culpa a algo o alguien asumiendo la responsabilidad de salir adelante.
Esto repercute no sólo en el rendimiento académico de nuestros pupilos, sino también en la autoconfianza, hábitos y expectativas que conducen al logro de un proyecto de vida.
Hoy en día la discusión en educación es principalmente técnica, lo que es importante, pero pocas veces se vincula a lo que acontece en la sala de clases, donde ocurre el proceso transformacional en las vidas de éstos. Independiente de los resultados en la PSU, lo cierto es que la lucha por disminuir la brecha y lograr una educación de calidad para las niñas y niños de Chile no comienza ni termina aquí, sino que, como bien dice la decana de la Harvard Graduate School of Education, Kathleen McCartney: “la verdadera brecha que hay que cerrar en educación es entre lo que sabemos y lo que hacemos”.
Y por eso somos muchos los jóvenes profesionales que estamos liderando procesos de cambio en la sala de clases convencidos que para construir el Chile que queremos para mañana, debemos comenzar a trabajar hoy en nuestras aulas.
Por Rodrigo Durán Guzmán
Ex profesional Enseña Chile
Santiago de Chile, 2 de diciembre 2’013
Crónica Digital