Análisis de ADN aplicados a restos orgánicos de un supuesto Yeti, principalmente cabello, arrojaron una coincidencia total con una mandíbula de un oso polar encontrado en Noruega con una antigüedad entre 40 mil y 120 mil años, señala una investigación.
El autor, Bryan Sykes, profesor de genética en la Universidad de Oxford, cree como explicación más probable que los animales sean híbridos, cruces entre osos polares y osos pardos, especies con un estrecho parentesco que se aparean si sus territorios se solapan.
“No creo que esto implique osos polares prehistóricos rondando por el Himalaya. Pero podría significar una subespecie de oso pardo, descendiente del oso que fue el ancestro del oso polar. O que se ha producido un cruce más reciente entre el oso pardo y el descendiente el oso polar”, explicó el experto.
La fascinación por el Yeti comenzó en 1951 cuando una expedición al monte Everest, la montaña más alta del mundo con ocho mil 848 metros sobre el nivel del mar, regresó con fotografías que mostraban huellas sobre la nieve de un enorme pie.
A partir de entonces, el imaginario popular formó el retrato de una criatura enorme, peluda y de algún parecido con el hombre.
Londres, 17 de octubre 2013
PL