Por décadas los procesos electorales en Chile han gozado de transparencia y oportunidad. Quizás el recuerdo de un agotado y desafiante Alberto Cardemil la noche del 5 de Octubre de 1988 cuando dilató por largas horas los resultados de aquél plebiscito llevaron a los “hombres de la transición” a instaurar un sistema de organización de elecciones extremadamente riguroso, transparente y oportuno para evitar dilaciones o especulaciones sobre sus resultados.
Desde 1990 los Subsecretarios del Interior sin abandonar su naturaleza política se transforman en garantes del proceso electoral; se trata de una función de estado que trasciende al gobierno de turno y su natural adhesión partidaria. El subsecretario se encuentra investido de una función republicana: Velar por el recto ejercicio de uno de los pilares fundamentales de la democracia, el derecho a sufragio. Desde la impresión de los votos, la distribución de materiales, sistemas informáticos y hasta la transmisión de los resultados componen el mayor desafío de dicha subsecretaría.
Lo que vimos en esta elección fue un episodio para olvidar. Múltiples disputas por falta de comunicación oportuna marcaron los días previos. Pero lo peor estaba por venir.
El domingo 28 de Octubre el Subsecretario del Interior junto con entregar los resultados relativos a Alcaldes publicó el resultado relativo a concejales faltando el 18% de las mesas. El problema fue que la página web señalaba que se trataba del 100% de los votos emitidos, cuando las cifras reflejaban el resultado de sólo el 82% de los votos emitidos. Así por ejemplo, en la comuna de Santiago figuraban 80.000 votos en la elección de Alcaldes y sólo 55.000 en la elección de concejales. ¿y dónde están los votos de concejales? Se preguntó mucha gente. La explicación era fácil: El sistema informático detectó inconsistencias en el 18% de las mesas por lo que se reenviaron a los colegios escrutadores los que revisaran las actas y dentro de 2 dias el Servel publicará los resultados definitivos. Junto con ello la autoridad debió asumir el error de la web y corregir señalando que los resultados publicados correspondían al 82% de los votos totales y no al 100% como aún hace mención.
Pero el subsecretario del Interior no fue capaz de explicar la situación, optó por abandonar su rol de garante y prefirió salir a combatir acusando a la oposición de enlodar el proceso y como ya es su tradición intentó empatar con la elección anterior. Equivocó el camino ya que a diferencia de esta elección, en la anterior se tuvo la precaución de informar los porcentajes y, las inconsistencias no superaron el 8%, mientras que aquí llegaron al 18% con casi 1 millón de votos sin ingresar al sistema y sin información alguna. Cundió el pánico, algunos dirigentes irresponsablemente comenzaron a hablar de la “pérdida de un millón de votos”, otros en medio de una plaza gritaban “se robaron los votos” y la situación se descontroló por la porfía o incapacidad de la autoridad de no explicar clara y oportunamente el proceso electoral. El sistema se encuentra cuestionado situación inédita desde el retorno a la democracia. La actual autoridad destruyó una tradición republicana por arrogancia o ineptitud. Como agravante, a través de un twitter de @fernandopaulsen se conoció un documento oficial de la empresa que se adjudicó el sistema de líneas de transmisión de datos para el proceso electoral fechado 5 días antes de las elecciones, donde le advierte al ministerio del Interior de omisiones graves e incumplimientos de parte de la Subsecretaría de interior que ponen en riesgo la seguridad y el recto funcionamiento del proceso de transmisión de datos electorales.
Todo lo anterior refleja que la autoridad no estuvo a la altura del desafío que significa organizar una elección de carácter nacional, ni menos aún de dar oportuna conducción a las dudas legítimas de la opinión pública frente a inconsistencias de información en la elección de concejales. El gobierno “de los mejores” una vez más queda al debe, pero lo que más preocupa es que el próximo año ni siquiera habrá autoridad que anuncie los resultados ya que la ley de inscripción automática terminó con la tradición republicana del subsecretario del Interior otorgando los resultados (con mi voto en contra), lo que se traducirá que si ocurre lo mismo, no habrá a quien reclamar, o quizás sólo podremos hacerlo marcando un ya cada vez más común (e insoportable) número 800.
Por Felipe Harboe. Diputado de Chile.
Santiago de Chile, 5 de noviembre 2012
Crónica Digital