La preocupación de los hombres de poseer su capacidad sexual activa y que se mantenga durante toda la vida ha sido preocupación generacional permanente, la cual se refleja en motivo de consulta en los servicios de orientación y terapia sexual, y en la propia vida cotidiana mediante chistes y refranes que encierran expectativas de los individuos por mantener la respuesta adecuada.
Lo primero a tener en cuenta es que resulta difícil ser sexualmente feliz o mantener actividad satisfactoria si no se tiene vida de pareja estable, armónica, en especial en el área de los afectos, sobre todo cuando pasan los años.
La comunicación, el intercambio de opiniones, gustos, deseos íntimos, es componente esencial de las buenas relaciones conyugales y por tanto, de las relaciones sexuales.
Dados estos presupuestos, es muy fácil lograr tener deseos de establecer la relación íntima, de poseer el nivel de excitación adecuado.
Así se pueden compartir de forma gratificante el intercambio corporal y las emociones acompañantes si ya se ha tenido experiencia similar en otras actividades. De ahí que resulta necesario preocuparse, primero, por lograr y mantener este clima adecuado y no limitar la satisfacción sexual solo al momento del coito.
Otro elemento a tener en cuenta es el mito referido a “el deseo sexual y la potencia sexual disminuyen notoriamente después de los 40 años”; esta creencia no tiene el más mínimo fundamento científico. La capacidad de tener erecciones, mientras el sistema nervioso central y el resto del organismo estén sanos, se mantiene toda la vida, con ligeras y lógicas variaciones.
Es evidente que los estímulos necesarios para producir la erección a los 20 años no son iguales que a los 40 años ni en calidad ni en cantidad, pero no significa que se pierda la capacidad y, además, estén presentes otros recursos.
Popularmente se ha hablado de la crisis del hombre a partir de los 40 años. El término puede ser tomado como sinónimo de cambio con características intensas y bruscas, y puede ser favorable o desfavorable. La crisis de la edad media de la vida es etapa considerada inexorable. Todo hombre de cualquier condición social la pasa, algunos antes de los 40 años, otros llegando a los 50, o sea, no existe el momento estándar.
En realidad esta llamada crisis es la modificación en la vida de los hombres; se comporta como si se hubieran percatado de haber perdido algo, y en ellos el mito de que desaparezca la capacidad sexual ocupa lugar especial. Pero no es real, pues depende del individuo y su pareja.
Esta creencia se asienta sobre otra muy común, también acerca de que la vida sexual de la pareja, con 15 o 20 años de convivencia, tiende a desaparecer lánguidamente y apenas conserva el ritmo para mantener el vínculo, lo cual no puede establecerse como norma, aunque si se debe reconocer que muchas veces la rutina y otros factores mal manejados pueden influir con el paso de los años.
Todos estos elementos, unido a la creencia de que las diferencias de edades siempre provocan serias dificultades en la pareja o un estímulo nuevo, puede ser el antídoto contra el envejecimiento y son preocupaciones que matizan las expectativas más frecuentes en los hombres de esas edades.
Es recomendable, cuando se presenten algunas fallas en la respuesta sexual, comenzar a analizar la calidad del vínculo de pareja y los elementos asociados para que esta no funcione de la manera más placentera.
Además, identificar los factores de riesgo producidos con más frecuencia por los trastornos o fallas sexuales, en especial en la erección. Entre estos se encuentran las enfermedades crónicas no transmisibles, ya sean la hipertensión, diabetes, cerebro vasculares, así como los estilos de vida y hábitos tóxicos inadecuados.
Muchas de las causas anteriores pueden ser prevenidas o controladas tanto por el sujeto como por su pareja. Es posible mantener la sexualidad plena y placentera durante toda la vida, pero debemos valorar nuestra responsabilidad ante ello y no esperar el proceso de envejecimiento como algo que va a marcar nuestro disfrute sexual de forma negativa.
Es recomendable preocuparnos por todo lo que afecte nuestro disfrute de la sexualidad y la vida en pareja, y no solo limitarse a la relación como tal.
Por Dra.C. Beatriz Torres Rodríguez*
Fuente: AIN
Santiago de Chile, 5 de noviembre 2012
Crónica Digital