Una carta de María, de Camagüey, relata cómo ella y su pareja encontraron otros modos de darse cariño y sentir las bondades del sexo sin tener que terminar en penetración. «Mi marido padece diabetes y, desde que está medicado, no tiene erección. Entonces, empezamos a jugar al sexo de otra manera, nos estamos acostumbrando a otros estímulos, a otras formas de acercarnos. Y qué bien me sabe ahora un beso». María tiene 64 años y reconoce que hallaron una fuente de bienestar muy divertida.
Y, es que por demasiado tiempo, se extendió el falso criterio de que el sexo era una cuestión de hormonas. Y por supuesto, de las edades mozas. Como bien expresa la web española ciencia y salud, tener vida sexual es una voluntad de acción, un deseo de descubrir nuevos aspectos de la existencia y un modelo abierto que desmitifica añejos y obsoletos roles sexuales. El sexo en la tercera edad puede ser una fuente de gratas sorpresas que abra una puerta a nuevas experiencias.
Abandonar los esquemas
Aunque hay muchas maneras de hacer el amor, la gente cree que solo hay una: la basada en la penetración y el orgasmo. Si bien alcanzar el clímax es, sin dudas, muy placentero y emocional, también lo es disfrutar de los cariños, mimos, caricias de dos que se sienten a gusto dándose mutuo placer.
Hay que abandonar el esquema de que si no hay erección, no hay una relación satisfactoria. El punto moderno de la sexología es «desgenitalizar» el sexo, pues el órgano sexual más potente es la mente humana, su capacidad de fantasear y hacer bullir el erotismo, su dimensión para querer, desear, y aprovechar los dones de todo el cuerpo junto a las emociones y la motivación.
Estudios internacionales reconocen que más del 60 % de las personas mayores de 65 años pueden clasificarse como sexualmente activas. Además, un tercio de los mayores de 80 tienen vida sexual. También señalan que las personas más sanas practican más sexo, pero esto no quiere decir limitaciones o abstinencia para quienes padecen alguna enfermedad, apunta asimismo la web ciencia y salud.
El infarto de miocardio y la enfermedad cardíaca no son un motivo para impedir las relaciones sexuales. La posibilidad de muerte durante el coito es sumamente baja, afirmó el sexólogo mexicano Eusebio Rubio, en el IV Congreso de Educación, Orientación y Terapia Sexual, celebrado en La Habana. Dijo, además, que las relaciones sexuales frecuentes pueden llegar a disminuir hasta en un 50 % la posibilidad de sufrir alguna enfermedad coronaria en los hombres de más de 40 años.
El conocido sexólogo realizó una investigación que tuvo una muestra de 914 hombres entre 45 y 59 años, y para sorpresa de quienes estábamos allí presentes, señaló que a mayor número de orgasmos existe menos posibilidad de padecer males cardíacos o cerebrovasculares.
Estas aseveraciones del profesor Rubio pueden empezar a formar parte del planeamiento de vida de cualquier persona mayor, ya que tal aporte de los beneficios del orgasmo pueden extenderse a otros padecimientos, y muy especialmente a la salud mental. «No es porque nos creamos más jóvenes, dice una amiga, es porque nos sentimos más vitales». El sexo puede ser, como vemos, una fuente de salud en la madurez, no solo incrementa la calidad de vida, sino que suele llegar a prolongarla.
La sexóloga Gloria Loresi en su página web personal, es aún más puntual cuando afirma que la sexualidad hace a la calidad de vida, y quienes envejecen manteniendo un interés por su vida social, su pareja, la recreación, el cuidado de su cuerpo y su salud, también tienen una sexualidad plena, activa.
Recuperar el deseo
El problema de mucha gente pasada de los 60 es cómo volver a enrolarse con el deseo sexual. Y a pesar de que tienen condiciones de salud apropiadas y sueños de que sería algo bueno, se quedan varadas en las indecisiones.
Las necesidades fisiológicas y emocionales siguen manteniéndose una vez cumplidos los 65 y por muchos años más. El deseo sexual no desaparece a esas edades, aunque puedan experimentarse ciertas reducciones en la libido –deseo sexual– asociadas a cambios hormonales, ingesta de fármacos o presencia de alguna patología física y, por tanto, las relaciones sexuales no tienen por qué desaparecer, aunque puedan verse modificadas en cuanto a su forma, el tiempo de duración, la frecuencia, todo depende de las necesidades de la pareja, aclara la psicóloga clínica española Miriam Rocha.
Y si bien esto es cierto, también lo es la certeza de que si dejamos adormecer o morir nuestra sexualidad, seguramente se adormece o muere. Recordemos que para cualquier edad es válido el axioma de que «órgano que no se usa, se atrofia».
Dentro de ese gran caleidoscopio que es la sexualidad en la ancianidad, también hay impedimentos concretos, ajenos a veces a la voluntad de las personas mayores, como las condiciones adecuadas para tener sexo, o la falta de privacidad. Pero de alguna manera, si hay interés, estos asuntos se resuelven, como muestra un estudio realizado a 90 personas de 60 años y más, de un consultorio médico del municipio de Taguasco, provincia de Sancti Spíritus, que tuvo como objetivo valorar el comportamiento de la sexualidad en la tercera edad, y sacó a la luz entre sus consideraciones que la mayoría de los encuestados y encuestadas refieren no tener privacidad para las relaciones sexuales, sin embargo, sus relaciones afectivas con la pareja son regulares. No obstante, más de la mitad de los ancianos y ancianas se las arreglan y refieren tener relaciones sexuales activas y la mayoría las consideran agradables y normales.
Si las personas mayores no se dejan apabullar por los impedimentos, los comentarios de los nietos o nietas sobre «hay pero no te toca», y las risitas picantes de malicia y burla, si superan los propios estigmas y mitos, seguramente los años de la vejez no serán tan solitarios, como a veces suelen ser.
Por Aloyma Ravelo
Revista Mujeres de Cuba
La Habana, 27 de agosto 2012
Crónica Digital