Todas las tardes iba a verla a la escuela. Conversaban, reían. Parecía un amor ‘de telenovela’, o al menos así pensaban quienes la rodeaban. Sin embargo, un buen día terminó.
Miriela creyó que el mundo le venía encima. Cuando llegaba la hora en que antes recibía la visita de su enamorado se sentía mal, por ello se propuso encontrar el modo de aliviar la tristeza.
Decidió, entonces, llenar ese espacio. Primero fue David, con el que no duró más de una semana, luego Adrián; después Pedro…, hasta perder la cuenta de cuántas parejas había tenido durante el curso.
Quizás para consolarse, siempre miraba a Pablo, otro muchacho del grupo, de quien las chicas alegaban su facilidad para cambiar de novia ‘como de ropa interior’, luego de su ruptura con Jessica.
Lo más probable es que tal conducta obedeciera a su aspiración de encontrar entre tantas la sustituta ideal.
Pero ellos dos no son únicos. Algunos de sus amigos y amigas se refugian en aquello de ‘a rey muerto, rey puesto’ para ocultar sus frustraciones, baja autoestima o miedo a la soledad. ¿Hasta qué punto resulta normal este comportamiento?
No existe distinción entre los sexos para caer en la trampa. Después de una relación, supuestamente ideal, se intenta recomenzar con quien primero aparezca. No importa si la anterior acabó hace apenas unas horas, si el olfato es capaz de distinguir aún su olor o si entre las pertenencias personales todavía resta algo por devolver. Lo importante es compensar el desamparo amoroso.
Por lo general se sabe que la nueva conquista no durará largo rato, pues, como no hubo tiempo para seleccionar se descubre que no tienen suficientes cosas en común. No obstante, prima la satisfacción de encontrar en los demás la comprensión por tal modo de actuar.
Ahora sí, resulta preocupante que dicha actitud se convierta en un vicio. La promiscuidad, entonces, podría conducir a la posibilidad de contraer una infección de transmisión sexual, y unido a ello los riesgos de infertilidad y hasta de poner en peligro la vida.
Existe un abismo entre compartir, incluso sexualmente, con la persona inadecuada, por el simple hecho de “descargar” o “marcar”, como dicen los jóvenes, y convertir esa acción en costumbre. Ciertamente hay quienes cambian de relación casi más rápido que de ropa y no faltan los que hasta tienen identificados los probables “sustitutos”.
Según los especialistas la gente actúa así cuando viven en un estado de falsa seguridad, y raras veces mantienen el nuevo vínculo amoroso más de un mes. En el fondo, solo desean un lazo estable, de ahí la incesante búsqueda.
Y es que de cualquier modo, tanto los conservadores como los inconstantes, abogan por la estabilidad. Al menos, así lo confirman investigaciones realizadas con adolescentes y jóvenes cubanos. Los resultados aplauden, promueven y reconocen la monogamia, aun cuando aceptan que deben tener relaciones inestables, de descarga, o sea, relaciones de placer.
Ello no significa, que para cumplir con los demás haya que convertirse en dependiente de una determinada compañía, ni que se deba esperar por el príncipe azul o la media naranja que venga en pos de rescate.
Mejor pensar que tal vez más cerca de lo que se puede imaginar hay alguien presto a cruzarse por nuestro camino. Pero eso de coleccionar pareja no debe ser la opción a elegir por nadie, desdice mucho de quien lo hace, no importa el sexo al que pertenezca.
Por Miriam Velázquez Rodríguez
Fuente: Radio Mayabeque Digital
La Habana, 27 de agosto 2012
Crónica Digital