Hace 45 años el diario estadounidense The New York Times anunciaba el hallazgo de dos importantes documentos de Leonardo Da Vinci en la Biblioteca Nacional Española (BNE), que habían estado perdidos durante un siglo y medio: eran los Códices Madrid I y II. Ahí, Leonardo habla de mecánica, de ingeniería y de pintura. Pero también de sus amores desesperados.
Ahora, con motivo de su restauración, (y del tricentenario de la BNE), la institución abrió “El imaginario de Leonardo Da Vinci. Códices Madrid de la Biblioteca Nacional de España”, una muestra que irrumpe en la intimidad del genio renacentista.
Las páginas que componen estos códices suponen el 10% del total de los documentos de Da Vinci y están escritos en un dialecto del italiano, con las concordancias incorrectas. Elisa Ruiz, curadora de la muestra, que puede verse hasta el 29 de julio, dice que ese uso del lenguaje “no cuadra con su inteligencia” y califica los Códices como “un retrato final del pensamiento de Leonardo”.
La exposición se divide en cuatro espacios: el primero sitúa a Leonardo en su contexto histórico; en el segundo, el protagonista es el Códice Madrid I, encuadernado y en una vitrina. Es un tratado de mecánica y estática, con anotaciones de óptica y astronomía. Lo componen 191 folios y fue escrito en 1493, de derecha a izquierda, algo característico en los escritos de Leonardo (Ver Genio…). El tercer espacio está dedicado al Códice Madrid II que, al no estar encuadernado, se exhibe en diferentes vitrinas. Es un tratado de fortificación, estática y geometría de 157 folios que, se estima, fue escrito entre 1503 y 1505. Incluye bocetos para el famoso “caballo perdido” de Leonardo, que iba a ser la mayor escultura jamás creada y que nunca terminó, ya que el bronce con el que lo iba a hacer se usó para fundir cañones. El cuarto espacio está diseñado para dar a conocer el trabajo de restauración de los códices en 2010 y 2011.
La historia que lleva estos escritos a Madrid empieza al morir Leonardo, en 1519, cuando pasan a manos de su amigo Francesco Melzi. El hijo de Melzi se los da a un escultor, Pompeo Leoni, que es contratado por Felipe II y los lleva con él. Leoni muere en 1606 y los compra Juan de Espina, amigo de Francisco de Quevedo, quien los cede al Rey Felipe IV. Así, estuvieron en la Biblioteca Nacional de España desde su fundación. Pero Recién fueron hallados en 1964.
Las obras habían sido expuestas antes, pero nunca con la intención, de mostrar de forma transversal el pensamiento de este adelantado, autodidacta, y obsesivamente perfeccionista, presa, además, del síndrome de la “obra inacabada”, que le hacía revisar sus escritos de forma continua: casi nunca conseguía darlos por cerrados.
Los usuarios de la biblioteca, adelantó su directora Gloria Pérez Salmerón, decidieron por votación que el próximo libro interactivo editado por la institución, sean los Códices Madrid: el anterior fue el Quijote.
Fuente Revista Ñ
Crónica Digital