La cuenta pública pudo ser considerada adecuada, de no ser por la insistencia del gobierno en sumar logros que la gran mayoría de los chilenos no percibe.
Dentro del propio congreso, los sistemas de seguridad se encargaron de asegurar una puesta en escena, sin mayores contratiempos, se invirtió en galletas, jugos y buses con el fin de asegurar un número de personas de edad avanzada, dispuestos a aplaudir el paso de las autoridades.
Dentro del propio recinto, los “invitados” de la alianza, se esforzaron por mostrar un apoyo cerrado a las cifras alegres y los bonos dispuestos a repartir por la administración de derecha.
En las afueras del congreso y bien custodiados, unos diez mil manifestantes se reunieron en las calles del puerto con el fin de expresar en vivo y en directo su molestia con las políticas gubernamentales.
Estos dos acercamientos al estado de tensión existente en Chile, contienen una serie de factores por considerar:
En primer lugar el crecimiento cercano al seis por ciento de la economía y el aumento de la mano de obra, no bastan, ni pueden aplacar las alzas experimentadas por los alimentos de primera necesidad.
Un segundo factor son las medidas tomadas desde La Moneda, para enfrentar los problemas sociales, tanto de provincia, como los de carácter nacional apuntando la mayoría de las veces a temas colaterales y de ahí entonces los signos evidentes de descontento.
Un tercer aspecto, son los signos de nerviosismo dentro de las propias filas de la alianza, los resultados de las encuestas calan hondo, tan así que incluso han desatado el adelantamiento de las campañas presidenciales, generando a su propio presidente un desgaste mayor.
La sombre de Bachelet, ronda por los pasillos del Congreso Nacional y en el palacio de gobierno, de ahí la estrategia de golpearla con lo que se tenga a mano.
Así, tenemos un gobierno que funciona entre la histeria colectiva de auto-considerarse un mal paréntesis y los recursos de la comedia, para ver si pueden dañar la imagen de la enemigo público número uno y por otro lado proyectar alguna figura que pueda sostener la estantería, en vísperas de las elecciones municipales.
Con todo el peso del marketing estratégico, el recetario magistral de la alianza, no logra salvar la marca Piñera y posesionar un producto capaz de proyectarlos por cuatro años más en el sillón presidencial.
Por Omar Cid
Subdirector Crónica Digital
Santiago de Chile 24 de mayo 2012