Somos el polo opuesto, en este sentido y si de paisajes hablamos, de los isleños de horizonte azul ilimitado, de los pamperos o de los llaneros, que no se ven constreñidos por la inmensidad del verde de sus pastos sin interrupción, siempre extrovertidos y muchas veces dicharacheros hasta la mala educación, según nuestros parámetros.
El Presidente Chávez es de estos últimos. A su naturaleza debe sumarse su calidad de líder electo sin contrapeso en su país, lo que le da seguridad, expresada en sus actos, sus decisiones y su ilimitado manejo de recursos petroleros que lo han llevado a ser, bueno o malo, un referente en la región, que se atreve a llegar al país anfitrión tocando uno de los puntos más sensibles, cual es, reclamar mar para Bolivia, en el marco de un conflicto más que centenario, motivo de rencores y de la ausencia de relaciones diplomáticas.
Este gesto del venezolano habría bastado para que la cancillería chilena protestara, ya que esa actitud implicó, a lo menos, ingerencia en asuntos internos no sometidos a debate en la ocasión. Pero no se reaccionó, acertadamente a nuestro juicio, con lo que se bajó el perfil al asunto, limitándolo a una declaración sin otra importancia que reiterar una posición conocida, manifestada en múltiples ocasiones y por largo tiempo.
Tal gesto lo retrata como un mal educado, que hace tabla rasa de los más elementales principios protocolares que guían estas reuniones y marca distanciamiento, con hechos, frente a sus posiciones, al punto que Chile y Venezuela representarían polos opuestos en la región. Así se actúa ponderadamente, se atiende a lo importante y se saca adelante una reunión marcada por la actitud de la visita en cuanto acto participó. Le importó poco y nada fijar día y hora de llegada y de partida, actuando por fuera de los cánones sentados para la reunión, haciendo gala de su descortesía donde y cuando pudo.
Contrastando con nuestras autoridades, otra fue la actitud del Rey de España que reaccionó con prepotencia al ver aludidos a sus súbditos. Sintió tocados los intereses del reino en cuanto a la denuncia respecto a la nueva conquista española de América, ahora económica, de sus empresas que lucran en exceso aprovechando sus capitales para crecer con cargo a los nativos, sin mayor control y sin mucho aporte de su parte, con una presencia que bien puede terminar en genocidio, tanto o más grande que el de hace 500 años cuando mataron y exterminaron en busca de oro y ahora lo hacen en busca del oro-utilidad desmedido, expoliando y sacando todo lo posible de la América de nuevo invadida.
Olvidó el Rey que también era visita y que debía respeto a las autoridades anfitrionas y a los restantes Jefes de Gobierno, reaccionando con soberbia absolutista, taimado. Olvidó que se encontraba ante personeros electos por sus respectivos pueblos para representarlos y, al hacerlo, descendió a un nivel más bajo que su presunto agresor verbal, ya que este último protestaba, sin duda en forma no adecuada, movido por razón de carácter y de anhelo de justicia conocidos y esperados, frente al tantas veces invasor. La prepotencia y el olvido de que los presentes eran sus pares y no sus vasallos, demostró que el Rey no debió asistir a una reunión de iguales si se cree superior, como su pariente Luis XV frente a Damiens, torturado hasta la muerte al causar una herida leve en un costado al monarca, aparentemente para llamar su atención. Olvidó también que ocupa el cargo no por elección popular, sino designado a dedo por un dictador.
Nuestra América debe sacar conclusiones con relación a la reacción del monarca. Deben observarse con atención las intenciones y actitudes verdaderas de los ejércitos de empresarios que nos manda la madre patria y protestar por los actos de que nos hacen víctimas mes a mes, cuando debemos pagar intereses desmesurados a sus bancos o cargan diez pesos de más a cada hogar chileno en la cuenta de teléfono, haciendo escuela en eso de que centavo a centavo, los euros se juntan solos. También cuando sin antecedentes valederos, ya que no se trata de delincuentes ni de indeseables, devuelven a 700 chilenos desde sus aeropuertos, sin contar a los afectados de otras naciones de América, en otra actitud tan prepotente como la salida de madre de su Rey frente al Presidente Chávez.
España debe comprender y con ella el Rey, que buscar futuro en Europa entrando por ese país por sudamericanos herederos de la cultura peninsular, de su religión y de su idioma, no es más que la consecuencia de los actos de los conquistadores de los siglos XVI y siguientes, la misma que vive Inglaterra con indios y paquistaníes o Bélgica con congoleños, o Francia con los argelinos. Es una vuelta de mano con la que deben convivir, aceptar y respetar. Debe entender el Rey que no todos rinden pleitesía a su presencia y que, en estos parajes, un Presidente vale tanto como un Rey y merece respeto.
Leonardo Aravena es profesor de la Universidad Central de Chile. Colaborador de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 16 de noviembre 2007
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