Esta especie de válvula de escape que constituyen las manías no son perjudiciales por sí mismas, cuando no se convierten en un acto compulsivo. De niña, recuerdo que lo contaba todo, las líneas de las aceras, las butacas del cine, los árboles de la carretera por suerte para mí, fue desapareciendo de manera natural aquella necesidad de contabilizarlo todo, porque hubiera terminado enloqueciendo.
Ciertas manías resultan beneficiosas como aquella de comprobar antes de salir de casa, si las pilas de agua están bien cerradas, todas las luces quedaron apagadas hábito que además agradece el país–; verificar si se llevan encima las llaves de la puerta, el carné de identidad u otros documentos que podemos necesitar. Pero cuando se convierten en una necesidad imperiosa de realizar una acción más allá de la propia voluntad, comienza el asunto a convertirse en un problema, no solo para quien la padece, sino también para quienes conviven con esa persona.
Esclava de las manías
Pueden convertirse en algo realmente angustiante. De hecho, casi nunca se padece de una sola manía, sino que están acompañadas de otras y otras, por lo que la vida cotidiana acaba saturándose de comportamientos ritualizados. Quien las sufre se siente incómoda y muchas veces no se explica el porqué de repetir un acto, todos los días o varias veces al día. Se convierten en molestos hábitos que bien vale un día hacer un esfuerzo e intentar cambiar, para no vivir en los tentáculos de acciones prácticamente involuntarias, ya que muchas veces nos terminan irritando: ¿Por qué tengo que lavarme las manos si las tengo limpias? ¿Por qué no resisto un cuadro ladeado o el más mínimo reguero en el cuarto o la cocina?
Desde la psicología se explica una tendencia a las manías en personalidades obsesivas, también por motivos inconscientes o hábitos culturales aprendidos, pero en realidad sobre ellas falta mucho por estudiar, ya que no se sabe a ciencia cierta por qué surgen y cuál es su magnitud. Mucha gente que las sufre, no consulta con un especialista por el temor de que la crean demente, cuando en verdad, es necesario la consulta si la manía en vez de ser un aliviadero al estrés del cotidiano vivir, se ha convertido en una trampa, al llegar a atormentar a la persona o dificultar sus relaciones sociales.
Romper el ritual
Si estoy llegando tarde al trabajo por inspeccionar si desconecté la plancha o dejé ventiladores encendidos, y no me basta con examinarlo una vez, sino que debo hacerlo varias veces, es obvio que se impone la visita al médico.
La y el humano son seres de costumbres, y la frase no es casual. Las costumbres son parte de la vida que hacemos. El hábito nos lleva a mantenerlas y sin ellas nos sentimos extraños. Es oportuno señalar que nos movemos dentro de un margen de lo mentalmente sano cuando prescindir de una manía no supone ningún problema, o es cuestión de un poco de fuerza de voluntad, advierte el psicólogo alemán Frank Meyer quien tiene gran experiencia en el manejo de las manías.
Reconoce que quebrar de vez en cuando una manía, le hace bien al alma, ya que nos satisface saber que nuestras actitudes están bajo control. Compruebe lo que sucede cuando se libra del ritual. Le sorprenderá, pero no pasa nada malo. Y usted aprende a enfrentarse a los riesgos”, es la más importante recomendación de Meyer.
Manías de la niñez
Cuando somos niños y niñas, aprendemos una serie de conductas repetitivas que son muy útiles para crear una rutina, sobre todo en cuanto a los hábitos de higiene. A medida que se va creciendo, hay que abandonar el osito de peluche y la fea y perjudicial costumbre de chuparse el dedo. Conozco a una chica de 21 años que delante de sus propios compañeros de trabajo, se chupa el dedo, mientras acaricia una y otra vez un pedazo de tela. No la avergüenza, y eso es lo peor.
Como padres y madres debemos mantener un control sobre determinadas manías infantiles e intentar irlas eliminando a medida que va siendo el momento. Algunas de estas prácticas son difíciles de erradicar como es el caso de morderse las uñas o comerse el cabello, porque tienden en ocasiones a hacerse a escondidas, pero los adultos deben mantenerse atentos a tales hábitos que perjudican la salud, especifica la doctora Elsa Gutiérrez, psiquiatra infanto juvenil.
El mal de la autoagresión
Jesús tiene 24 años y cuando está nervioso comienza a frotar con rapidez sus dedos hasta romper la piel, por eso es común verle con muchas curitas para cubrir las pequeñas heridas que él mismo se hace. “No sé por qué me lastimo, quizás es por que me pongo alterado. No es una conducta nueva, a los ocho años me di cuenta de ello. Una vez la maestra me devolvió un examen y preguntó con asombro por qué había restos de sangre en el papel”, explica el joven.
Como Jesús, muchas personas efectúan pequeñas agresiones contra sí mismos. Algunos pellizcan su rostro, otros se rascan con desesperación. Comer cabellos en un futuro trae graves problemas porque tienen que ser sometidos a una intervención quirúrgica para extraer el cabello que el organismo no logra digerir, expone Felicitas Kort, presidenta de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia del Comportamiento.
Añade que estos casos entran en la clasificación de malos hábitos generados por la ansiedad y el estrés. Es decir, no representan por sí mismos una patología o un trastorno que sea motivo de gran preocupación.
En nuestro país, al igual que en otros, existen diferentes herramientas científicas utilizadas con éxito por psiquiatras y psicólogos para tratar el problema. Los expertos en el área del comportamiento se encargan de evaluar y analizar la rutina que las personas llevan diariamente y se contabiliza su frecuencia e intensidad. Con los datos se diseña un tratamiento lo más personalizado posible para ayudar a eliminar el mal hábito.
Como todo tratamiento médico, la colaboración de las y los pacientes es fundamental para corregir este tipo de costumbre, ya que estas personas tienen que concientizar lo que venían haciendo de forma mecánica. Es mucho más fácil cuando se está consciente del problema porque se aprende con facilidad a mantener la calma y perder la tensión. Para lograr el éxito se debe tener disciplina y deseos de salir de algunas de esas rutinas que, sin dudas, terminan por aguarle la fiesta a cualquiera.
¿Tendencia a las manías? ¿Quiénes?
Cualquier persona, sin distinción de sexo, raza, etnia, nivel cultural o situación económica. No obstante, se encuentra mayor incidencia en:
Personas mayores. A medida que va envejeciendo, el temor a la propia inseguridad le impulsa a aferrarse a hábitos rígidos, que en ocasiones convierten en inflexibles: la hora de comer, leer, pasear, dormir, etc.
Personas acostumbradas a vivir solas. Se han ido elaborando su propio espacio vital plagado de costumbres, usos y hábitos. Mientras no se exponen a la convivencia circunstancial o continua con otra u otras personas, no hay problema. Pero para convivir es necesaria la flexibilidad y algo de renuncia de las propias costumbres.
Personas muy ordenadas, perfeccionistas y proclives al escrúpulo. Por lo común, están llenas de comportamientos inflexibles.
Buenas y no tan buenas
Si confeccionamos un listado de las manías que abundan en este mundo, no tendríamos para cuando acabar. Mientras no sean más que una costumbre que puede ser agradable (tomar una taza de café como primera actividad del día o comprobar que el meruco del baño está bien, y el tanque de agua no se vaciará) no hay de qué preocuparse. Dicen los expertos que sólo estamos ante un caso médico cuando la manía determina el transcurso de la vida o puede hacer quebrar relaciones y ocasionar problemas sociales.
¿Hasta dónde las manías?
Cuando toca un animal. ¿Piensa en que le puede contagiar algún virus o enfermedad bacteriana? Si NO
¿Prefiere dejar de hacer una actividad grata, antes de dejar algo en desorden? SI NO
¿Gusta de comprobar las cosas una y otra vez? SI NO
¿Se considera una persona meticulosa? SI NO
¿Debido a sus manías siente que tiene programada la vida? SI NO
¿Es capaz de invertir largas horas en terminar un trabajo solo por querer solventar un pequeño detalle que en realidad no tiene demasiada importancia? SI NO
¿Se molesta si alguien le altera el orden de sus manías? SI NO
¿Se molesta consigo misma por tener tantas manías? SI NO
¿Tiene problemas de convivencia debido a sus manías? SI NO
Si a la mayoría contesta afirmativamente, sería bueno para usted luchar contra las manías, y hacer una consulta médica, también puede resultar de provecho.
Más excentricidades que manías
Roberto Carlos sorprendió a los organizadores de un show que debía compartir con Luciano Pavarotti solicitando que en el trayecto hasta el estadio donde actuaba su auto no pasara frente a un cementerio ni girase a la izquierda en ningún momento.
El violoncelista Mstislav Rostropovich pidió permiso para ensayar en la cocina del hotel en el que se hospedaba, pues decía que se inspiraba con los aromas refinados.
Jennifer López solicita, si no le agrada, que cambien la iluminación de la habitación del hotel donde se aloja, y exige un sillón especial para maquillarse. El hotel, además, debe garantizarle una habitación donde todo sea blanco (paredes, mesas, sillas, sábanas, flores, velas…) y no haya ningún alimento que pueda tentarla.
Los Rolling Stones llevan sus propios muebles cuando van de gira, incluyendo la mesa de ping pong, pin-ball y videojuegos que los acompañan. Exigen varios camerinos detrás del escenario -con refrigeración y baño-, 600 toallas y una sala de primeros auxilios.
Christina Aguilera además de solicitar escolta policial, prohíbe en sus camerinos bebidas dietéticas. Tiene como manía beber agua de una marca específica que lleva consigo cuando viaja al extranjero.
Por Aloyma Ravelo de Revista Mujeres
Santiago de Chile, 19 de octubre 2007
Crónica Digital/Revista Mujeres