Sabido es que el candidato adelantado, que más que buenas ideas tiene inmensas ganas de sentarse en el sillón de Bachelet, no deja pasar ocasión para figurar y hablar de lo humano y lo divino, muchas veces sin que nadie se lo pregunte, no obstante que tiene canal propio de TV y recursos suficientes para acceder a todos los medios y que éstos muestren su imagen que, por reiterada, ya cansa. Difícilmente podremos soportarla en dos y medio años más, luego del desgaste natural que sufren los que se sobreexponen.
Pero lo peor es que junto a personeros de su sector, despechados en los comicios, que pretenden controlar las acciones de las autoridades mediante un abultado número de Parlamentarios originado en las poco democráticas normas electorales impuestas por la dictadura en su provecho, lo critica todo y no encuentra nada bueno.
Es grotesco verlos reclamar porque llovió y, si no llueve, porque no llovió. El gobierno tiene la culpa y no ha sabido tratar con San Isidro. Si autoriza una marcha de protesta, no debió permitirla. Si no la autoriza, reprime las manifestaciones de la ciudadanía. Las piedras, bombas incendiarias y ahora, balazos, son sin duda culpa de este o de ese otro Ministro y la responsabilidad es del gobierno, sin reparar en que el problema es de país, mucho más profundo.
¿Parece razonable y cuerdo o, al menos serio, acusar en Lebu que el gobierno “no hizo nada” ante grupos violentistas? ¿O pretender que “estamos en un país de Poncio Pilatos”, endilgando la responsabilidad de los incidentes del “11” al Ministerio del Interior, como hicieron el candidato y el presidente de la UDI, respectivamente?
¿Quién, en su sano juicio, puede creer que las autoridades buscaron o permitieron los desmanes que se han producido? Los chilenos no somos tan tontos o, al menos, no lo somos de tiempo completo. Sabemos distinguir o intuimos cuando detrás de las palabras o de las imágenes hay gato encerrado o cuando se trae algo debajo del poncho o se tiene una hachita que afilar. Sabemos de las vivezas de los que siempre sacan provecho de toda circunstancia, favorable o no, pero rentable para sus intereses. Siempre con doble intención. Si, estuvo bien, pero ., es lo más cercano a una aprobación que se ha escuchado y convengamos que algo, una cosa por lo menos, aunque sea la más insignificante, merece no tener el pero adicional.
Por eso, por esa actitud tan negativa, destructiva y poco inteligente, es que los actuales gobernantes no tienen por qué preocuparse y el país se encamina al quinto gobierno de la Concertación, no obstante las graves falencias que acusa su desempeño, las que no pretendemos negar y no aprobamos.
Por eso debería contestarle a mi abuela: Si, en realidad es como mucho y no merezco aquello a lo que aspiro. ¡Me pilló la viejecita! ¡No hay pan que rebanar! Mejor sigamos como estamos, que lo que se ofrece puede ser peor.
Por Leonardo Aravena Arredondo
Profesor de Derecho, Universidad Central. Colaborador permanente de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 22 de septiembre 2007
Crónica Digital , 0, 113, 3