El tema es delicado, sostuvo Juan Carlos de la Llera, ingeniero civil estructural y quien está a cargo del laboratorio de la Universidad Católica en donde se prueba la resistencia de los materiales frente a los sismos.
El terremoto del 3 de marzo de 1985, de magnitud 8.0 grados en la escala de Richter, destruyó en un 80 por ciento las ciudades de Melipilla y el puerto de San Antonio, dejó un saldo de 177 muertos, casi tres mil heridos, un millón de damnificados y 2.000 millones de dólares en pérdidas.
En declaraciones al mencionado matutino, De la Llera advirtió que decir que los edificios son antisísmicos “es un error conceptual grave. Es parte de la mitología popular”, agregó.
Explicó que nada es antisísmico, que un edificio no puede contrarrestar el terremoto y sólo puede comportarse lo mejor posible y no colapsar.
Aseguró que un elemento importante es el suelo y detalla que las zonas cercanas al río Mapocho que cruza Santiago de oriente a oeste es rígido y bueno, no así los suelos de los municipios de Quilicura, al norte del centro de Santiago; Pudahuel, al poniente de la capital y La Dehesa, en la zona este.
“En suelos blandos, el edificio alto siempre está en problemas y puede experimentar movimientos más intensos. Uno podría esperar un daño superior”, subrayó.
Indicó que en un terremoto los edificios de dañan, se deforman para aguantar el movimiento y que siempre va a existir daño, fisuras en muros, elementos rotos e incluso algún problema superior.
“Sería ilusorio pensar que dado como ha crecido el parque de estructuras (en Santiago), todas estén bien diseñadas”, añadió el ingeniero chileno.
Explicó que en la actualidad se han reducido estructuras (losas, vigas, muros) en muchas edificaciones y no son sistemas que hayan sido probados en un sismo severo.
“La teoría dice que todo funcionará bien, pero hay que ser franco, no son sistemas que hayan sido probados, nadie en Chile puede garantizar con certeza que una construcción vaya a quedar en pie en un sismo severo”, recalcó al diario Las Últimas Noticias.
Afirmó que el lugar más seguro de un edificio para protegerse de un terremoto, es la caja de escala, pero no hay que bajarla, porque la persona se va a caer.
“En este sector está el núcleo de muros y es zona segura. Hay que alejarse de estanterías y cualquier cosa que caiga”, afirmó De la Llera.
Durante el siglo XX, una decena de terremotos causaron en Chile unas 50.000 muertes, destruyeron varias ciudades y dejaron a millones de personas sin hogar.
Entre ellos destaca el ocurrido en Valdivia (sur) el 22 de mayo de 1960, de una magnitud de 9,5 grados Richter (la mayor registrada en la historia), que cambió la geografía de unos 1.000 kilómetros de costa y fue seguido de un maremoto que hizo desaparecer numerosos poblados costeros y cuya ola cruzó el Pacífico hasta Japón, donde también causó víctimas.
Santiago de Chile, 26 de agosto 2007
Crónica Digital/EFE
, 0, 63, 20