Luego, se inicia la persecución en contra del entonces Subsecretario de Transportes Patricio Tombolini Véliz, la que solo termina en la primera semana de este mes con el fallo final de la Corte Suprema reconociendo la inocencia del ex funcionario.
No obstante no existir en el proceso antecedentes que inculpen al ex Subsecretario y que su procesamiento se basó en presunciones y apreciaciones de terceros interesados en el asunto, Patricio Tombolini fue condenado por el ministro Aránguiz y luego, en segunda instancia, por dos de los tres ministros que resolvieron su apelación, debiendo ser el máximo tribunal el que ha restituido el imperio de la verdad reconociendo la que asiste al ex condenado, quien siempre protestó de su completa inocencia y de los defectos y parcialidades evidentes, indicadores de faltas a las normas del debido proceso a su respecto.
Patricio Tombolini debió permanecer privado de libertad por un largo período, sin reconocerse su derecho a ser considerado inocente. Lo más grave fue la exposición que recibió en los medios, que publicaron su foto con grandes caracteres en primera página, como si de un farandulero se tratara. Olvidaron que se referían a un inocente sin que nada les autorizara para degradarlo, a tal punto que su nombre fue sinónimo de incorrección en el lenguaje popular. Si hasta cuando se perdió una pelota en un juego de tenis difundido por la televisión, se llegó a decir ¡devuelve la pelota pus Tombolini!, en medio de la algarabía general.
Olvidaron que Patricio Tombolini tenía el sagrado derecho a ser considerado inocente mientras no se dijera la última palabra. Olvidaron que con el ex funcionario había una familia que sufrió las consecuencias de la condena mediática que arraigaron en la opinión pública, que también lo condenó, influida por las publicaciones crueles, sarcásticas e injustificadas.
Para reparar tanta injusticia, maldad y ensañamiento, esperábamos que el 9 de mayo, cuando se debió difundir la inocencia de Patricio Tombolini, ésta ocupara las primeras planas de los diarios que lo denostaron en su momento. Una simple esperanza de justicia, un imperativo moral y ético. Sin embargo, sin mencionar siquiera la inocencia de un hombre injustamente condenado, pareció más interesante resaltar los atributos pectorales de una señora en exhibición privada acompañada de un amigo, a diez mil kilómetros de su cónyuge.
¿Será ésta la libertad de prensa que invocan, a la menor provocación, quienes reclaman por trabas al libre ejercicio del periodismo? ¿Ha sido la suya una actitud ética? ¿Quién le devuelve o compensa a Patricio Tombolini y a su familia por lo injustamente sufrido?
Por Leonardo Aravena Arredondo. Profesor de Derecho, Universidad Central de Chile. Colaborador permanente de Crónica Digital.
Santiago, mayo 15 de 2007
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