Un acuerdo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, otrora Santo Oficio de la Inquisición, dio carta blanca a obispos locales e instituciones religiosas para adoptar eventuales sanciones contra el teólogo radicado en El Salvador como impedirle dar clases o publicar.
Al anunciar la postura de la Santa Sede, su portavoz, Federico Lombardo, precisó que Jesucristo liberador (1991) y La fe en Jesucristo (1999) son los textos del jesuita cuestionados ahora con la aprobación del Papa Benedicto XVI.
La medida, difundida hace dos semanas, es la primera de su tipo adoptada desde que la jefatura del Vaticano fue ocupada por Joseph Razingert, quien fue prefecto de la Congregación durante 22 años.
El otrora obispo de Munich financió la traducción al alemán de la tesis de doctorado del sacerdote de origen vasco, partícipe de la creación de la tendencia crítica católica estructurada a partir del Concilio Ecuménico Vaticano II (1959-1962).
Esta forma parte de un conjunto que alentó el reconocimiento al teólogo, cuya obra guarda relación con la de otros seis jesuitas que fueron asesinados por los escuadrones de la muerte (1989) y con la de una generación dedicada a reinterpretar el Evangelio desde el pueblo.
Pablo Richard, teólogo chileno adscrito a esa tendencia, explicó que la Teología de la Liberación es la opción preferencial por los pobres, su reivindicación como protagonistas de la historia y artífices de su liberación desde una relectura de la palabra de Dios.
Al conocer la decisión de la Santa Sede, Sobrino comentó los sinsabores -según sus palabras- que él y varios de sus colegas padecieron durante las tres décadas precedentes a manos de la que identificó como la policía de la fe vaticana.
También cuestionó el proceder de las curias desde tiempos remotos y rechazó la notificación sobre sus libros por no sentirse representado en el juicio celebrado al respecto en el foro papal y por desatenderse de la opinión de prestigiosos especialistas.
Ratzinger y el cardenal Alfonso López manipularon el contenido de los textos, opinó, y añadió que estos sólo prosiguen la persecución iniciada décadas atrás a los cristianos comprometidos con la “larga marcha” de los pobres hacia la “tierra prometida”, la libertad.
He tenido que contestar a la Congregación para la Educación católica cuando la dirigía el cardenal Gabriel-María Garrone (1976) y a la Congregación de la Fe, primero bajo el cardenal Franjo Seper y después bajo Ratzinger, en varias ocasiones, recordó.
En la respuesta al Superior General de los Jesuitas, Peter-Hans Kolvenbach, quien le envió la notificación y le pidió adherirse a ella sin reservas, Sobrino precisó que un buen número de teólogos leyó sus libros y ninguno contradecía la fe de la Iglesia.
Todos ellos son buenos conocedores del tema cristológico, al nivel teológico y doctrinal, son personas responsables y respetuosas de la Iglesia y no hallaron errores doctrinales ni afirmaciones peligrosas, puntualizó en la misiva difundida por Redes Cristianas.
No obstante, la Congregación de la Fe dijo haber encontrado en ambos textos un “elenco de proposiciones erróneas o peligrosas con la intención de “ofrecer a los fieles un criterio de juicio seguro” en base a la opinión del autor y no a la de la institución.
El respeto a los teólogos consultados es presentado por Sobrino como argumento para no rubricar la sentencia papal: Lo siento que no es ético para mí aprobar o apoyar con mi firma un modo de proceder poco evangélico, que tiene dimensiones estructurales, escribió.
Avalar procedimientos como esos para nada ayuda a la Iglesia de Jesús…ni a la lucha crucial de nuestro tiempo, la fe y la justicia, alegó ante el Superior de los Jesuitas.
Más que Roma o la historia, me preocupa y anima lo que piense la cocinera: si han visto (el pueblo) en nosotros (los teólogos de la liberación) gente de bien, comentó en estos días al periodista español, Juan G. Bedoya.
Por Isabel Soto Mayedo. La autora es periodista de Prensa Latina
Santiago de Chile, 29 de marzo 2007
Crónica Digital
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