No piensen mal, no se trata de que me haya divertido por el culo como, con socarronería, me dijo un viejo amigo, cuando le hablé de mis divertículos-. Para nada.
La cosa no va por el agujero de salida, sino por el de entrada o, mejor, por uno de los de entrada. Pueden imaginar lo siguiente: pepitas de ají rojo, de esas que se usan para el pebre, aunque también pueden pensar en algo más suave, como las pepas de las uvas o como las de la sandía. El punto clave son las pepas.
Las pepas y su trayecto después de pasar por el agujero, ese agujero que diariamente deja pasar tanta cosa para adentro, como para afuera. Si no fuera por ellos no estaría acá, en su pantalla, abriéndome por primera vez al lector de este diario. Gran cosa. No, pequeña, las pepas aunque pequeñas pueden ser irritantes, inflamantes, hospitalizantes (disculpando el neologismo). Pero sin duda es por ellas que estoy aquí.
Mentira. No es solo por ellas, es porque el taxi me dejaba más rápido en la Clínica Dávila que en el Hospital Clínico de la de la Universidad de Chile, porque elegí una habitación doble en lugar de una simple, porque este fin de semana tal vez me excedí con las pepas o con lo que sea, porque simplemente la cuarta década tiene sus señales, una de ellas que los ochenta es ya parte de la nostalgia de mi generación permanentemente desencajada.
En esa época nunca supe de divertículos, al contrario, mis pensamientos iban por el lado de qué hacer por mi país, cómo aportar al cambio del estado de cosas, qué carrete tener para el fin de semana, donde mirar para ver al Cometa Halley, cómo conseguir novia, qué hacer con mi vida… Pero, sin embargo, puedo asegurar que nunca pensé en los divertículos. Eso solo hasta ahora, durante este fin de semana.
Una sala de hospital puede ser un buen lugar para reflexionar, pero también para aparecer en un diario electrónico. ¿Sala de hospital?, perdón, quise decir Clínica, aunque haya pagado una habitación doble y haya usado mi tarjeta de Fonasa.
Por mientras, con todo esto, ellos están aquí, dentro mío, los divertículos, animando estas letras sin destino aparente, porque, claro, ahora solo tengo como testigo de esta escritura mi propia persona, además de mis divertículos, mientras de fondo canta Brigitte Bardot esa canción tan calentona que cualquiera que haya ido a un topless ha escuchado mientras de fondo una bailarina se contornea alrededor de un fierro y de sus ilusiones.
La verdad es que en estos días adquirí esa palabra para siempre y sé que cuando me pregunten si últimamente he tenido alguna enfermedad o dolencia, aparecerá esa palabrita: divertículos. ¿Que qué cosa son los divertículos? Por favor, busquen en Google.
Por Lacan. El autor es un buen amigo que conocí en el Hospìtal…perdón, en la Clinica.
Santiago de Chile, 20 de Febrero 2007
Crónica Digital
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