A pesar de ello, poco se sabe de las condiciones en que subsisten estas féminas, del por qué ingresaron en un mundo construido por y para los hombres, donde deben enfrentar los tradicionales rezagos de una sociedad machista en medio de un ambiente hostil.
De acuerdo con los datos de la Administración de Veteranos (VA), existen más de 350 mil mujeres en las Fuerzas Armadas estadounidenses, de las cuales por lo menos 216 mil permanecen en servicio activo.
Sólo entre las tropas destacadas en Iraq sirven al país unas 20 mil soldados, o sea, de cada siete efectivos, uno pertenece al llamado sexo débil. La mayoría de ellas ingresaron al Ejército para sufragar sus estudios o mantener un hogar.
Algunos pudieran suponer que para las féminas resulta menos peligrosa la guerra, sin embargo, aunque no intervenimos en los combates de forma directa, sí nos desplazamos a través de zonas de conflicto, comentó la veterana Kelly Dougherty al diario La Opinión.
En Iraq estamos en constante riesgo al igual que los hombres, agregó Dougherty, pues participamos en las operaciones de retén o formamos parte de las patrullas que escoltan a las caravanas de camiones.
Muchas veces llevábamos contenedores vacíos de un lado al otro del país, porque las corporaciones como la Halliburton Armor ganan dinero por la cantidad de vehículos que muevan y quedábamos expuestas sin necesidad a los ataques de la resistencia, sostuvo.
De hecho, según los datos oficiales difundidos por la prensa, desde el inicio de la invasión hasta finales de febrero pasado, 70 mujeres soldados murieron en territorio ocupado.
¿Gajes del oficio?
En agosto del pasado año la ciudad norteamericana de Seattle, en el estado de Washington, acogió la convención anual de Veteranos por la Paz.
La ex-soldado Eli Paintedcrow resaltó entonces la discriminación a que estuvo sometida en Iraq, donde, como todas las compañeras de su regimiento, debió soportar varios tipos de abusos, desde psicológicos hasta físicos.
Durante 2004, el departamento a cargo de las investigaciones de crímenes militares en Estados Unidos recibió unas mil 700 denuncias de ataques sexuales, de ellas, mil 305 reportaban a miembros del Ejército como violadores.
Según una encuesta realizada por la Universidad de California a tres mil veteranas, una de cada cuatro mujeres desmovilizadas de las Fuerzas Armadas norteamericanas sufre las secuelas de un ataque sexual.
Otros estudios son más comprometedores, pero de todas formas las cifras impresionan menos que los testimonios. Por eso Maricela Guzmán reveló a los medios californianos su experiencia como víctima de una violación.
Guzmán asistía a entrenamientos en una base en Illinois cuando un oficial la sometió por detrás. “Todo el tiempo sentí sobre mi espalda el roce de las insignias en su pecho”, recuerda.
Sin embargo, cuando trató de reportar l incidente, la obligaron a hacer planchas por dirigirse de forma incorrecta a un superior. Cuatro veces lo intentó, pero la incomprensión la obligó a desistir.
A donde quiera que llega, Sara Rich denuncia la injusticia que cometieron con su hija, la soldado Suzanne Swift, quien permanece detenida en la base Fort Lewis, en Washington, por negarse a retornar al campo de operaciones en el estado árabe.
Swift esperó a recibir un pase reglamentario para acusar a varios oficiales por violarla dentro de una unidad en territorio iraquí, pero las autoridades militares le ordenaron movilizarse de nuevo junto a varios de sus atacantes.
Unido a esto, las soldados manifiestan que los hombres explicitan su inconformidad de forma grosera cuando les toca compartir tareas con personal del sexo opuesto.
A las mujeres les resulta difícil imponer respeto porque se sienten aisladas dentro de la maquinaria bélica. Cuando protestan las tratan de putas y entonces sienten que las consecuencias pueden ser peores, reconocen varias de las antiguas militares.
Kelly Dougherty, Maricela Guzmán, Ali Paintedcrow, o veteranas de las guerras de Vietnam y las anteriores operaciones en la región del Golfo Arábigo-Pérsico, advierten que es difícil sobrevivir mucho tiempo en esas condiciones.
Por Ismel Enriquez *El autor es periodista de la Redacción de Norteamérica, de Prensa Latina.
Santiago de Chile, 15 de Febrero 2007
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