Ya llegó una nueva Navidad, y que millones bucamos no perder la ruta hacia el encuentro de aquel al cual por siglos la cristiandad ha reconocido y proclama como Soberano, Rey de reyes y Señor de señores (1ª Timoteo 6:15)
Las vitrinas con luces multicolores, el consumismo y los afanes de esta nuestra civilización, pueden hacernos perder la ruta.
Ante esas realidades, entrelazadas con actitudes egoístas y afán de ganancias personales ó comerciales, procuremos encontrar al Rey. Él se nos aparece en el rostro sufriente de tantos niños maltratados, tanto por incomprensibles situaciones familiares, como por una sociedad que no se asombra del abuso hacia los menores, ni les brinda la manifestación de vida plena que Cristo vino a ofrecer para toda persona.
Encontramos al Rey sufriendo con el desempleado, con la mujer maltratada, con los ancianos carentes de recursos y anhelantes de expresiones de cariño Y, al encontrarnos con Jesús, sentiremos ansias de entregarle también nuestros dones.
Puede que no tengamos oro, incienso y mirra, como lo hicieran los magos de oriente.
Pero seguramente él apreció la ofrenda de corazones abiertos a la necesidad humana, voluntades prestas a actuar en Su nombre, oídos atentos al llanto del sufriente, ojos capaces de vislumbrar la pena en el rostro del hermano.
Hablando en sentido práctico, el oro representa aquello que más valoramos; el incienso representa los ideales que abrigamos y por los cuales luchamos; y la mirra representa las penas y sufrimientos que experimentamos al hacer el bien.
Y Jesús no nos dejará solos sino que caminará a nuestro lado, fortaleciéndonos con su Espíritu mientras servimos en Su nombre.
Soberano, Rey de reyes y Señor de señores dirige nuestro vivir.
Por Obispo Metodista Isaías Gutiérrez. El autor es miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 27 de diciembre 2006
Crónica Digital
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