Aunque la victoria electoral le ha sido esquiva a Daniel Ortega desde 1990, 16 años de fracasadas políticas neoliberales son razones más que suficientes para que los nicaragüenses opten por darle un voto de confianza el próximo 5 de noviembre, opinan analistas.
Una oportunidad para gobernar en paz es lo que pide precisamente el candidato de la Gran Unidad Nicaragua Triunfa, quien durante su mandato en los años 80 debió lidiar con la guerra sucia orquestada por Estados Unidos contra la Revolución Sandinista.
En su tercer intento consecutivo por recuperar el poder, el secretario general del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) abrazó las banderas de la paz y la reconciliación, lo cual se tradujo en la firma de alianzas con antiguos enemigos políticos.
El ex guerrillero pide la unidad de todos los nicaragüenses, habla de “poner la otra mejilla”, y promete acabar con el “capitalismo salvaje”, al que hace responsable del hambre y la miseria que
padece el 80 por ciento de la población.
“Los pobres les han dado la oportunidad a estos gobiernos Âídurante 16 años! Los pobres ya no pueden esperar”, advierte el candidato sandinista en sus discursos proselitistas.
La campaña ha rendido frutos, y a pocos días de las elecciones, Ortega encabeza todas las encuestas de intención de voto, e incluso amaga con ganar en la primera vuelta.
ALARMA EN WASHINGTON
La posibilidad real de que un gobierno encabezado por el FSLN vuelva a instalarse en el corazón de Centroamérica mantiene en ascuas a Washington, que tras fracasar en su intento de unir a la fragmentada derecha nicaragüense, optó por el injerencismo directo.
A las constantes declaraciones de su embajador en Nicaragua, el departamento de Estado sumó el envío a Managua de funcionarios de diferentes rangos, pero todos con la misma misión: advertir a los nicaragüenses que Ortega nunca será bienvenido en la Casa Blanca.
“Es un hecho histórico que las relaciones con nuestro país siempre se han visto limitadas y dañadas cuando los sandinistas están en el poder. Esa es la preocupación nuestra”, expresó hace pocos días el secretario de Comercio Carlos Gutiérrez.
Este funcionario ni siquiera se tomó el trabajo de viajar a Managua para realizar su misión injerencista, pues recurrió a una videoconferencia con periodistas escogidos por al embajada norteamericana para proferir sus amenazas.
EL ESCENARIO NICARAGUENSE
Mientras tanto, en el escenario local, la derecha se deshace en el canibalismo político resultante de la escisión del liberalismo, cuyo máximo representante, el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) abortó la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN).
José Rizo, el candidato del PLC, y Eduardo Montealegre, de ALN, se atacan sin piedad, en su afán por capitalizar el voto de sus correligionarios.
Ambos sólo tienen un único punto de coincidencia: el odio visceral a Ortega.
Agitar los fantasmas de la guerra, el servicio militar y el desabastecimiento de los años 80 ocupa un lugar preponderante en la campaña de ambos candidatos presidenciales, incluso por encima de promover sus respectivos programas de gobierno.
Campos pagados en la radio y la televisión recuerdan constantemente a los nicaragüenses que durante el gobierno sandinista, murieron miles de jóvenes, escasearon los alimentos y la inflación llegó al 13 mil por ciento.
Ninguno de los spots menciona, por supuesto, que Estados Unidos fue el principal causante de esos males, al imponer la guerra y el bloqueo económico a la naciente Revolución Sandinista.
La campaña sucia e inescrupulosa de la derecha pasa incluso por calificar de “héroe” a Oliver North, el coronel estadounidense que durante la administración de Ronald Reagan dirigió la venta de armas a Irán para financiar a los contras nicaragüenses.
En el organigrama electoral nicaragüense también se mueve el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), cuya dirección está integrada en su mayoría por antiguos miembros del FSLN.
El pasado sandinista del MRS hace que la campaña de Edmundo Jarquín, el candidato presidencial que se autodefine como de centro-izquierda, no sea tan confrontativa hacia Ortega.
Sus antiguos compañeros de arma le reprochan mayormente al líder sandinista haber entrado en arreglos con el PLC para repartirse cuotas de poder en las instituciones del Estado, y asumir una actitud caudillismo al frente del partido.
Igual sucede con Edén Pastora, que a sus abundantes bandazos políticos en los últimos 30 años suma ahora el de aspirar a la presidencia de Nicaragua por un partido evangélico, la llamada Alternativa por el Cambio.
El comandante Cero hace honor a su nombre de guerra con una presencia casi nula en los medios de prensa.
Nestor Marín, es Corresponsal de Prensa Latina en Nicaragua.
Managua, 27 de octubre 2006
Prensa Latina
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