Según la Organización Mundial de la Salud, el 15% de la población mundial tiene discapacidad. Con esta estimación podemos afirmar que en Chillán 25 mil personas son portadores de una limitación física, psíquica, sensorial u orgánica.
En esta ciudad ubicada al sur de Chile, viven 166.000 habitantes. Sin embargo los proyectos de áreas verdes, cultura, vivienda y urbanismo, no han contemplado la regulación de sus planes urbanos con el objetivo de transformarlos en proyectos técnicamente accesibles para el 15% de la población que tiene necesidades especiales de desplazamiento y acceso.
Chillán se caracteriza por sus diversas atracciones turísticas, aquí destacan las piscinas de aguas termales y un variopinto mercado que ofrece al turista todo tipo de comidas y artesanías. Detrás de la oferta de tarjeta postal, se siente y se vive la exclusión social hacia las personas con discapacidad.
Aquí de nada ha servido el famoso “Tren y/o Circo de la Alegría”, punto de partida de la rimbombante campaña teletónica. Porque al igual que en todas las demás ciudades de Chile, para una persona con discapacidad resulta imposible el transitar por las calles o acceder a los servicios públicos y privados.
Para los chilenos y turistas con discapacidad que nos visitan, acciones tan cotidianas como cruzar una vereda, entrar a un edificio, tomar un café o realizar un trámite, resultan casi imposibles. No hay voluntad dicen algunos, lo cual queda de manifiesto en la escasez de recursos en los servicios de Salud, Educación y en el mismo Municipio de Chillán.
Para muestra un botón: Existen lugares de la ciudad donde se ha intentado dar una solución de accesibilidad a las personas con discapacidad, sin embargo dichos cambios son ineficaces e incorrectos. Una vez dentro de un recinto aparentemente “accesible” te quedas atrapado sin poder hacer nada.
Me refiero a edificios de varios pisos. En el Municipio de Chillán, existe una rampa para acceder al hall central, pero una vez allí es imposible acceder a los otros tres pisos. La única manera es hacerlo por las escaleras. Frente a tal exclusión de un recinto municipal como el de Chillán o el de Santiago, existen dos opciones: Subir en andas los tres pisos o gatear escalones arriba.
Daniel Bastías Muñoz se desplaza en su silla de ruedas por la ciudad y todos los días debe realizar verdaderas maniobras circenses para subir a las veredas que no están a la misma altura de la calle, sino que a diez centímetros del suelo. Otro problema que enfrenta Daniel, es que en muchos locales no se puede acceder a los baños.
En los servicios sanitarios, el ancho de las puertas impiden el paso de las sillas de rueda, como ocurre en el mismo Mercado Municipal. A otros servicios se les ha ocurrido la “genial” idea de agregar torniquetes que impiden el paso. Es evidente que dichos torniquetes no permiten el paso a las personas con discapacidad.
“Pareciera que en Chile ser discapacitado es una maldición, porque además de la constante discriminación de quienes aún no comprenden nuestra realidad, se suma la escasa preocupación de la sociedad para que nos podamos desenvolver con normalidad”, dice el artesano de Los Lleuques, Javier Opazo Venegas, quien cada vez que se desplaza por el país, sufre los sinsabores que las barreras urbanas ocasionan.
Y Javier tiene razón, como la tienen cientos de miles de adultos mayores, personas con discapacidad y sus familias que han sufrido el trauma y la no grata experiencia de protagonizar sendos accidentes. Intempestivas caídas al piso, contracturas y golpes en la cabeza, provocados luego de intentar subir una vereda o bajar una rampa.
La ciudad de Chillán no es una ciudad accesible y no recomiendo a ningún turista con discapacidad visitarla. A no ser que vaya equipado con casco reforzado y cuente con una silla de ruedas eléctrica, todo terreno y con hélice que le permita subir y bajar rampas de 45º, veredas de 20 centímetros e interminables escalones.
Mal negocio para el turismo en Chile el no considerar a las personas con discapacidad y sus necesidades especiales en cuanto a accesibilidades turísticas. Ya que en el mundo hay más de 18 millones discapacitados que viven en países desarrollados, que tienen recursos para viajar por el mundo y no eligen a Chile como destino.
Silla-cross extremo. Así podríamos llamarle al deporte de aventurarse por Chile en silla de ruedas, visitando ciudades inaccesibles para discapacitados.
Por: Alejandro Hernández. El autor es Presidente de la Fundación Nacional de Discapacitados. www.fnd.cl
Santiago de Chile, 27 de septiembre 2006
Crónica Digital , 0, 55, 3