PREPARANDO LA V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO

Recién en el Concilio se ordenó la celebración de estas Conferencias episcopales y se les otorgó el peso y autoridad que ahora tienen. El Concilio, sin desmedro de la primacía papal, se aplicó a determinar la autoridad de los obispos y estableció que ésta rebalzaba los límites de sus respectivas Diócesis y que deben asumir una responsabilidad más colectiva en sus regiones y aún, a través de los concilios ecuménicos, en toda la Iglesia.

Con esto quedó plenamente consagrada la idea de Monseñor Manuel Larra in de reunir periódicamente a los obispos en un período de 10 años, esa era la idea original compartida con don Helder Cámara. Y con el tiempo se han realizado la II Conferencia de Medellín en 1968, la III de Puebla en 1979 y la IV de Santo Domingo en 1992.

Si queremos preparar la V Conferencia es importante conocer los pasos que se han dado, los logros, también los obstáculos y las deficiencias que se ha sufrido.

La Conferencia de Río de Janeiro. Tiene la importancia de haber sido la primera reunión y efectuada antes del Concilio que definitivamente la institucionalizó. No tuvo mayor novedad ni dejó documentos de relieve.

La Conferencia de Medellín. Quería ser la aplicación del Concilio para Latinoamérica y el Caribe. Se hallaba bajo el signo del Concilio pero también bajo el signo de la América morena. Aquí recién se había formulado una teología, la teología de la liberación. Esta teología tenía antiguas raíces en Bartolomé de las Casas desde los albores de la Conquista española. Pero el teólogo Gustavo Gutiérrez la formuló genialmente en su libro “teología de la Liberación” poco antes de la Conferencia, y teólogos de esta línea influyeron en las conclusiones finales.

Esta teología partía no de principios abstractos sino de la realidad del Sub-Continente, una realidad de pobreza en todas las acepciones de esta palabra y buscaba cuál seria el papel de la Iglesia frente a esta situación. Por de pronto se derivaba de ella la “opción por los pobres”. Era la opción misma de Cristo en los evangelios.

La Conferencia de Puebla. A 10 años de Medellín había que preparar una nueva Conferencia. Se atrasó un año para poder tener la presencia del nuevo Papa Juan Pablo II. Hubo tensiones en esta preparación. Monseñor López Trujillo, secretario del Celam y los delegados romanos procuraron excluir a los teólogos de la liberación. Pero hubo grandes obispos-teólogos (entre ellos Oscar Romero de El Salvador) y pese a algunas incoherencias, se confirmó la línea de Medellín y por tanto la “opción por los pobres”. Asimismo, se continuó con el método de reflexión que parte del análisis de la realidad y que ya había sido asumida por el Vaticano II en Gaudium et spes. Tengamos en cuenta que por ese tiempo y sobre todo con el nuevo Pontífice, la teología de la Liberación estaba en Roma bajo severo. Monseñor López Trujillo, secretario del Celam, sostenía que esta teología llevaba el sello del marxismo.

En la década siguiente, se mantuvo en Roma la desconfianza frente a los postulados de la teología de la Liberación. también una preocupación por controlar la Iglesia latinoamericana. En el pensamiento vaticano las iniciativas eclesiales de alcance político estaban reservadas al Papa. Esto explica la preparación y desarrollo de la IV Conferencia tenida en Santo Domingo.

La Conferencia de Santo Domingo. Se quiso también celebrar el V aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a América recordándola como la llegada del Evangelio al nuevo Continente. Vino el Papa. Se caracterizo por los rígidos marcos doctrinales y funcionales impuestos desde Roma bajo la presidencia del Cardenal Jorge Medina. Se impuso un método deductivo de reflexión, abandonando el realismo del “ver, juzgar, actuar” usado en las Conferencias anteriores. Los obispos rechazaron el Documento preparatorio. Fue difícil llegar a un Documento final. El obispo brasilero Almeida salvó finalmente la situación.

Han pasado 15 años sin que se hubiera convocado a una nueva Conferencia General. Parece que Juan Pablo II era partidario de los Sínodos que son reuniones más simples y normalmente presididas por la autoridad vaticana, quién se encarga de formular los marcos de los debates y las conclusiones.

Esta V Conferencia iba a verificarse en Roma, pero el Cardenal Francisco Javier Erràzuriz, como presidente del Celam, obtuvo del nuevo Papa Benedicto XVI el que se celebre en América, en el Santuario Mariano de Aparecida -Brasil- a petición del Papa

II.- El Documento Actual

El Celam ha confeccionado un “Documento de Participación” precisamente para suscitar la participación de los fieles de esta región en la elaboración de un Documento último que sería presentado a los obispos participantes del evento como base de trabajo y discusión.

Daré una cuenta muy sumaria de este Documento recomendando la lectura del texto editado por la librería pastoral de la Cech, ubicada en Echaurren 4 / 5º piso. El encabezamiento del “Documento de Participación” dice así: “Hacia la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe”. “Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en El tengan vida” (Juan, 14,6). Este es precisamente el tema de la Conferencia, propuesta por el Celam y aceptada por el Papa. Y a continuación entregamos a nuestros lectores el sumario del Documento:

I. El anillo de Felicidad, de Verdad, de Fraternidad y de Paz.

II. Desde la llegada del Evangelio a América Latina y el Caribe vivimos nuestra fe con gratitud.

III. Discìpulos y Misioneros de Jesucristo.

IV. Al Inicio del Tercer Milenio.

V. Para que nuestros Pueblos en El tengan Vida.

III Comentario General

Me parece muy interesante el enfoque que se propone dar a la V Conferencia, la de preparar una misión general en el Continente. Así la Conferencia asume un carácter pastoral, como el Concilio Vaticano II en “Gaudium et spes” y no dominantemente doctrinal. Su objetivo es la praxis ante la situación de los pueblos de Latinoamérica y el Caribe. Como diría Pablo VI “pasar de condiciones menos humanas a condiciones más humanas”.

En esta perspectiva, pienso que el capítulo IV es el principal. En él se hace un severo análisis de la situación del Continente a la luz de un humanismo cristiano. Con razón se incluye dentro de la lacra de la pobreza, no sólo la carencia económica e inequidad, sino también la miseria moral, la corrupción, la adicción a la droga y al alcohol, el secularismo y abandono de la fe cristiana.

Pienso que hubiera sido tal vez mejor partir de este análisis y de sus causas para buscar las respuestas más adecuadas. Estas situaciones son signos de los tiempos y verdaderos lugares teológicos que nos indican cuáles deben ser nuestras acciones pastorales.

Esta pastoral por supuesto ha de ser siempre un discipulado y seguimiento de Cristo. Lo desarrolla muy bien el capítulo II. Pero explicitaría más que este seguimiento de Cristo está condicionado por el contexto actual en que debe verificarse. El padre Alberto Hurtado se preguntaba siempre ¿qué haría Cristo en mi lugar?

Tendría por tanto en cuenta -tal vez más de lo que lo hace el Documento- las condiciones de la “Modernidad” tal como se empeñó en hacerlo el Concilio II con su “aggiornamento”. Particularmente, para América Latina los imperativos de un sano ecumenismo y aún del diálogo inter-religioso. también hemos de valorar muy especialmente las exigencias universalmente reconocidas de los derechos humanos y de la democracia. Tener en cuenta que tenemos obispos, sacerdotes, religiosas , religiosos e innumerables laicos que han dado sus vidas por estos valores sintiendo que luchando por la humanidad estaban siguiendo a Cristo.

Es hermosa la imagen de la Iglesia que va peregrinando en la historia y más particularmente aportando el Evangelio a este nuevo mundo. Pero aquí apreciaría un mayor reconocimiento de los errores y abusos que acompañaron estos procesos y asimismo un mayor reconocimiento de lo que la Iglesia ha recibido en los tiempos modernos de humanismo, derechos humanos y democracia.

IV. Algunas Sugerencias Adicionales

1.- Creo que “hacer la paz” sería un gran tema que demanda una acción colegial de nuestro episcopado. Implica:

a) Trabajar una cultura de paz y benevolencia en las naciones de la región, deshaciendo prejuicios y odiosidades existentes.

b) Activamente propulsando concesiones, convenios, colaboraciones y la resolución pacífica de los conflictos.

c) Cooperar a la integración de nuestros países en lo económico, político y social favoreciendo lo positivo que abre el proceso de la globalización.

d) No solamente oponerse resueltamente a todo armamentismo sino propulsar el desarme universal y el fin de toda guerra y de toda institución propiamente militar.

2.- Deberá reafirmarse muy solemnemente la opción por los pobres, no como una simple “opción preferencial” a otras opciones, sino como la opción que verificará la autenticidad de nuestra caridad por el prójimo. Si no amamos efectivamente al pobre como lo hizo el Samaritano del Evangelio, vana es nuestra caridad y vano es nuestro mismo amor a Dios. Aquí nuestros obispos han de ser muy claros en su declaración y después, por supuesto, en su obrar.

3.- Solicitamos, finalmente, una declaración de parte de la V Conferencia de apoyo y reconocimiento de tantos obispos, sacerdotes, religiosas y laicos que han defendido con una acción justa y no violenta los derechos humanos y la recuperación de la democracia frente a los abusos del poder, aún entregando sus vidas por defender a sus hermanos. Se podría hablar de una nueva forma de martirio, el martirio de los derechos humanos y los derechos del pueblo con que las Iglesias de América Latina y el Caribe han mostrado su compromiso cristiano. “Nadie tiene más amor que el que entrega su vida por su amigo” dijo Jesús. Y aquí no podrá silenciarse el nombre de Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, martirizado en 1980.

Por: José Aldunate Lyon SJ Profesor de Moral y miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital. Fundador de la Revista Reflexión y Liberación.

Santiago de Chile, 13 de septiembre 2006
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