Durante más de 100 años los gobiernos trataron de acallar, reprimir y diluir este símbolo que hace remecer este día, año tras año, los pilares del poder de la sociedad capitalista. Se calcula que anualmente más 100 millones de personas en todo el planeta lo conmemoran, participando en manifestaciones y mitines, a excepción de este país donde el sindicalismo y el gobierno formaron hace más de 120 años una alianza para que los trabajadores olviden el real significado de lo que hoy regresa inexorablemente.
Aquel 1 de mayo de 1886 cuando la huelga por la jornada de 8 horas comenzó en todo el territorio nacional, más de 300 mil trabajadores salieron a manifestar su poder exigiendo reivindicaciones laborales y paralizando más de cinco mil factorías.
Esa fecha había sido escogida porque precisamente este día, llamado “moving day” día de la mudanza, se renovaban los contratos colectivos de trabajo y los arriendos de tierra. Tan grande fue la huelga que inmediatamente después el presidente Grover Cleveland declaró que “las condiciones presentes de las relaciones entre el capital y el trabajo son, en realidad, muy poco satisfactorias, y esto en gran medida por las ávidas exacciones de los empleadores”.
El paro más grande tuvo lugar en Chicago donde los trabajadores, cuya mayoría eran inmigrantes europeos, vivían en peores condiciones que los de otros estados, partían al trabajo a las 4 de la madrugada y regresaban a las 8 de la noche sin ver jamás a sus mujeres y a sus hijos en el día. Los empleadores y sus periódicos los percibían como personas “designadas por el destino de ser máquinas humanas, y exhortaban a los obreros a “aceptar aquella realidad y dejar toda la tontería de las huelgas”. En uno de sus editoriales, The Chicago Tribune opinó que “el plomo es la mejor alimentación para los huelguistas La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social. Es de esperar que su uso se extienda”. Bajo la presión de los huelguistas, los empresarios empezaron a ceder poco a poco a excepción de los dueños de la fábrica de máquinas agrícolas McCormick que contrataron cientos de rompehuelgas para hacer fracasar la huelga. El día 3 de mayo la policía atacó a los huelguistas, produciéndose seis muertos y más de 40 heridos. El periódico Arbeiter Zeitung, dirigido por el inmigrante alemán, periodista y pintor, August Spies de tendencia anarquista lanzó una vibrante proclama: “Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormick se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza! ¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje esclavos! ¡Levantáos!”
Al día siguiente, al terminar un mitin en Haymarket al que asistieron unos 15 mil trabajadores, la policía trató de dispersar a los participantes. En aquel momento alguien arrojó un explosivo a la policía, matando a seis oficiales e hiriendo a otros 50. Se desató una masacre, donde murieron 38 obreros y quedaron 115 heridos. Los organizadores del mitin fueron acusados de ser autores de la explosión y como cinco de ellos eran inmigrantes alemanes y uno inglés los tildaron también de ser inspiradores foráneos” de la agitación obrera.
Las autoridades elaboraron falsos testimonios para condenar a la horca al director del periódico Arbeiter Zeitung, Augusto Spies, y a los periodistas Adolph Fischer, George Engel- todos inmigrantes alemanes, y al colega norteamericano Albert Parsons, casado con una mexicana. A la justicia no le importó que ninguno de los cuatro estaba en el lugar del incidente. El sistema necesitaba un castigo ejemplar para terminar con el 1º de mayo y detener el movimiento obrero. Los cuatro periodistas se convirtieron en los “Mártires de Chicago” símbolo de lucha de todos los trabajadores inmigrantes del mundo.
Han tenido que pasar estos 120 años para que los trabajadores inmigrantes hispanos cumplan este 1 de mayo la profecía de uno de los “Mártires de Chicago”, Adolph Fischer : “Si creéis que con este bárbaro veredicto aniquiláis las ideas, estáis en un error. Porque estas son inmortales”.
Vicky Peláez (Rebelión)
Santiago de Chile, 1 de Mayo 2006
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