Al inaugurar ayer un monumento a la memoria de tres profesores comunistas degollados por la dictadura militar en 1985, la mandataria destacó la importancia de recordar este momento “para que los horrores del pasado no vuelvan a ocurrir”.
“El Chile de los odios ha dado paso a un país de la paz, pero no de cualquier paz sino una que esté fundada en la memoria, en el recuerdo”, aseveró con emotivas palabras, tras salirse del protocolo previsto para la solemne ocasión.
La obra inaugurada se levantó en el mismo lugar en que los cuerpos de Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada fueron arrojados, tras ser detenidos y degollados por agentes de la Dirección de Comunicaciones de la Policía de Carabineros.
“Aunque inicialmente no estaba en el programa que yo hablara, a veces la formalidad del protocolo esconde los sentimientos”, apuntó la gobernante, luego que Manuel Guerrero hijo hiciera brotar lagrimas a los asistentes con un emocionado recuerdo de su padre.
“Aquí no se cierra una etapa, sino que se abre una nueva. Chile está dispuesto a no olvidar, a rendirle tributo a los luchadores por la democracia”, había dicho Guerrero, quien era apenas un niño cuando vio por última vez a su padre al momento de ser secuestrado por agentes del régimen.
Bachelet -muy cercana al caso por ser amiga de infancia de Estela Ortiz, viuda de José Manuel Parada- reconoció que las muertes de los jóvenes fue uno de los momentos más tristes de su vida. “Aún recuerdo el profundo dolor que me provocaron esos crímenes”, dijo.
La mandataria aprovechó de agradecer a quienes lucharon porque “el olvido no fuera una realidad y que hicieron posible que los chilenos no aceptemos justificaciones”. “Los derechos humanos se respetan y ya”, recalcó como para no dejar dudas de su compromiso con el tema.
“Los gobiernos ciudadanos y democráticos tenemos la obligación de presentarle al país cómo somos con nuestras tristezas, alegrías y esperanzas”, y señaló que “el dolor y la tristeza no han sido infecundos, ya que han dado paso a un nuevo Chile”.
Como señal de la importancia que concedía a la ceremonia, Bachelet acudió en compañía de parte de su gabinete: Andrés Zaldívar (Interior), Ricardo Lagos Weber (Gobierno Paulina Veloso (Presidencia), Patricia Poblete (Vivienda) y Eduardo Bitrán (Obras Públicas).
También estuvieron presentes, además de los familiares de las víctimas, el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, el senador Guido Girardi, y Jorge Pavez, titular del Colegio de Profesores, entre otras personalidades.
Sin embargo, una de las presencias que más llamó la atención fue la de la diputada de la opositora derechista Renovación Nacional, Karla Rubilar. “Queremos ser partícipes activos para que nunca más vuelvan a ocurrir hechos como los que hoy día lamentamos”.
El memorial que recuerda a los profesionales consiste en tres grandes sillas escolares de 10 metros de altura construidas en hierro, sobre una plataforma de hormigón con diversos textos grabados en placas metálicas en el suelo.
Fue construido en el kilómetro 18,5 de la carretera Américo Vespucio, próximo al aeropuerto capitalino, en el mismo lugar donde fueron arrojados sus cuerpos degollados un día como hoy hace 21 años.
A la fecha de sus muertes, Parada y Guerrero tenían poco más de 30 años y sus actividades eran públicas.
El primero, hijo de los actores Roberto Parada y María Maluenda, cumplía funciones en la Vicaría de la Solidaridad y Guerrero -que acababa de volver de su segundo exilio- era dirigente del magisterio y profesor en el Colegio Latinoamericano, en esta capital.
Nattino hacía años que no tenía militancia activa y trabajaba en forma independiente.
Santiago de Chile, 30 de marzo 2006
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