Los pronunciamientos del mandatario,la semana pasada en un discurso ante la Legión Nacional en un hotel de Washington, parecen una premonición de lo que pudiera ser el principio del fin de la ocupación del país árabe, la guerra civil.
El atentado del miércoles 22 de febrero contra la Mezquita Dorada de Samarra, el cuarto templo chiíta en tamaño e importancia de Iraq, ubicado a 125 kilómetros al norte de Bagdad, parece perpetrado con el objetivo de forzar una guerra civil entre chiítas, sunitas y kurdos.
Así lo consideran analistas al anticipar acciones que pueden hundir a la nación árabe en una cadena de violencia interminable.
El hecho desató una ola de golpes entre los iraquíes (chiítas, sunitas y kurdos) en la que ya murieron cerca de 200 personas y que pone en duda la efectividad de la política de los ocupantes para crear una “democracia occidental” entre los árabes.
En su discurso, Bush trato de trasmitir optimismo a sus compatriotas pues, según dijo, el pueblo iraquí “ha hablado y ha dejado claro su deseo de democracia en las elecciones del pasado diciembre”.
Los autores de esta acción al parecer anticiparon que su ejecución desencadenaría represalias contra mezquitas sunitas y avivaría el miedo a una guerra civil, algo que preocupa a Washington desde hace meses.
Aunque no parece sea cierto, algunos expertos estiman que los ocupantes no hicieron lo necesario para incorporar a los sunitas a sus planes de crear una nueva estructura de gobierno en Iraq.
En una reciente conferencia en el Council on Foreign Relations (CFR), en Washington, el general (r) Wesley Clark opinó que no se puede mantener un Estado iraquí completo si no se logra continuar implicando a los sunitas.
El aislamiento de esta minoría es una de las causas que pueden hacer que la nación árabe desemboque en un conflicto interno que terminará por fragmentar al país.
“Si dejan que los sunitas se aíslen, seguirán alimentando el conflicto con hombres, armas, material y tecnología para reducir la influencia de los chiítas”, planteó Clark.
Otros especialistas coinciden en señalar que la fragmentación entre las distintas comunidades también amenaza con impulsar la guerra interna.
Existe temor de que en las principales ciudades chiítas como Bagdad, Basora o Samarra, continúen el asesinato de sunitas y sean destruidas mezquitas de ese grupo.
Algunos medios occidentales plantean que detrás del atentado contra el santuario chiíta se esconde la mano de Al Qaeda, grupo que parece dispuesto a aceptar todos los cargos que le endilga Washington cuando está en problemas.
También el Ministro de Relaciones Exteriores británico, Jack Straw, apuntó hacia Al Qaeda.
Esa organización tiene como objetivo crear una desestabilización que les permita un mayor margen de maniobra para combatir a las fuerzas militares estadounidenses y de sus aliados, dijo Straw.
Mientras, otras fuentes como el presidente iraní, Mahmud Ajmadineyad, consideran que detrás de esta acción están los “sionistas y ocupantes estadounidenses”.
A pesar de que el ayatola Alí al Sistani, la máxima autoridad religiosa chiíta en Iraq, llamó a guardar la calma y evitar la violencia, la ola de descontento chiíta se extiende como pólvora por todo el sur y centro del país.
Los chiítas son el 46 por ciento de la población, mayoritarios en el sur y centro del país.
En medio de la situación de violencia creada, norteamericanos y aliados se muestran impotentes ante unos acontecimientos que desbordan su capacidad de comprensión y control.
Expertos militares plantean que el Pentágono no está en condiciones de poner bajo control todo el país si estalla una guerra civil. Intentar eso aumentaría el empantanamiento de las tropas en la nación árabe, estiman.
En la actualidad, como está fragmentado el país, no es erróneo anticipar que Iraq se parta en tres zonas geográficas sumidas en una larga y cruenta guerra intestina.
Si esto termina por ocurrir, la Casa Blanca estará abocada a una mayor injerencia directa y a una alargada permanencia de las tropas en la nación árabe, algo que no sería del agrado de la opinión pública estadounidense.
La guerra civil en la nación del Golfo para algunos sería retroceder en la historia a los días de Vietnam, algo que los norteamericanos no quieren escuchar ni en juego.
Por: Luis Beaton
Santiago de Chile, 27 de febrero 2006
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