En su transcurso proseguirá la discusión iniciada en el FSM de enero de 2005 sobre el carácter a imprimir a estas mega-reuniones altermundialistas: para muchos, no pueden seguir limitándose a encuentros y debates sin traducción en un calendario de acciones políticas, a riesgo de convertirse en una suerte de feria internacional de la sociedad civil.
En dos tiempos. Este año el Foro Social Mundial (FSM) se desarrolla en dos tiempos. Uno más determinante que el otro. Primero, del 19 al 23 de enero, en Bamako, capital de Malí. Después, del 24 al 29, en Caracas, capital de Venezuela. En la víspera de la apertura del Foro en Bamako, el 18 de enero, tendrá lugar un encuentro político de primordial importancia, heredero de la Tricontinental: la Jornada internacional sobre la reconstrucción del internacionalismo de los pueblos, con la participación de un centenar de intelectuales y de representantes de movimientos sociales del Tercer Mundo y otros lugares, en oportunidad del 50 aniversario de la famosa conferencia de Bandung.
La idea de organizar anualmente un Foro Social nació al comenzar este siglo (1), en la huella de la victoria de 1998 contra el perverso proyecto de Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI), la creación de Attac en Francia, el éxito de las manifestaciones de Seattle (1999) contra la cumbre de la Organización Mundial del Comercio, cuando creció la convicción de que la ofensiva de la globalización neoliberal se podía detener.
En el plano táctico, se trataba de crear una suerte de reunión paralela simétrica, pero de signo político inverso, al Foro Económico Mundial que todos los años, a fines de enero, reúne en Davos, Suiza, a los nuevos dueños del mundo. Allí acuden bulliciosos los responsables políticos de los Estados del Norte y del Sur, para aliarse y vender las riquezas de sus países prometiendo a las inversiones extranjeras la más alta rentabilidad, sin tener en cuenta los costos ecológicos y sociales.
Esa reunión representaba una indecencia tan grande, una tal abdicación de lo político, que se hacía necesario reaccionar. De allí la apuesta de convocar, en la misma fecha, un Foro no económico sino social, no en el Norte sino en el Sur, precisamente en Porto Alegre.
En esta ciudad de Brasil donde las autoridades electas habían inventado el presupuesto participativo, se celebró en 2001 el primer Foro Social Mundial, con la consigna de una frase tomada de nuestra publicación: Otro mundo es posible. Frase que dio nacimiento al término altermundialismo para designar a esa corriente plural que reúne la diversidad de todas las oposiciones a la globalización liberal.
El FSM es un proyecto político fuerte, innovador y visionario. Ambiciona reunir en un mismo sitio, por medio de asociaciones, organizaciones no gubernamentales y sindicatos, a los representantes auténticos de todos los habitantes de la Tierra. De todos los y las que padecen los desastres de la globalización y se oponen a ella con vigor y determinación.
En este sentido, el Foro remite a una intención política sumamente radical en su modernidad. Porque si por ejemplo la Organización de Naciones Unidas (ONU) concentra a los Estados y gobiernos, es decir, las estructuras del poder, el Foro Social Mundial aspira a convocar por primera vez en la historia a un embrión de asamblea de toda la humanidad. Con un objetivo estratégico declarado: hacer fracasar la globalización liberal que está dislocando las sociedades, arruinando las economías más frágiles y destruyendo el medio ambiente.
Pasar a la acción
Pero con el correr del tiempo este objetivo se ha ido desdibujando, confundiendo; y para algunos hasta se ha borrado por completo. Esto se hizo evidente en Porto Alegre en enero de 2005, donde se pudo constatar una suerte de agotamiento de la fórmula inicial: para muchos participantes, el Foro no podía seguir siendo solamente un espacio de reencuentros y debates que no culminen en la acción; tenía que crear las condiciones de un paso al acto político, mediante la elaboración de un umbral mínimo a un tiempo sentido y proyecto de alternativas a las políticas neoliberales, e incorporar los objetivos comunes de los ciudadanos del Norte y del Sur. A falta de lo cual el FSM corría el riesgo de despolitizarse y folclorizarse, de transformarse en una especie de Feria internacional de asociaciones, un Salón mundial de la sociedad civil, donde la preocupación central sería el buen gobierno, lo mismo que en Davos, pero impulsado por mejores intenciones.
Esta constatación suscitó tomas de posición combativas (2) y una gran discusión sobre el sentido, la función y el futuro de los Foros Sociales, sean mundiales, continentales, nacionales o locales.
Este debate decisivo para el futuro del altermundialismo proseguirá en Bamako y también en Caracas. Será particularmente intenso en la capital de Venezuela, porque por primera vez el Foro se celebrará en el marco de la Revolución Bolivariana y el conjunto de reformas que conduce el presidente Hugo Chávez.
En una atmósfera latinoamericana marcada por el reciente triunfo alcanzado en Mar del Plata, Argentina, contra el proyecto estadounidense del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y por la victoria electoral del 18 de diciembre de 2005 de Evo Morales en Bolivia, los participantes del Foro de Caracas podrán verificar en los hechos, observando la nueva realidad venezolana, que la globalización no es una fatalidad. Que es posible hacerla retroceder. Con la condición de mantenerse fiel a valores de justicia y solidaridad, de no ceder, de no plegarse, no traicionar. Y de saber dar prueba de una voluntad política inquebrantable.
NOTAS:
1 “Foros Sociales Altermundialistas” Editorial Aún Creemos en los Sueños, Santiago, abril 2004.
2 “Manifiesto de Porto Alegre” Le Monde Diplomatique, edición chilena, marzo 2005.
I.R.
Por: Ignacio Rramonet. El autor es director del diario Le Monde Diplomatique.
Santiago de Chile, 9 de enero 2006
Ccrónica Digital/ Le Monde Diplomatique , 0, 75, 11