A ocho días de la cita en las urnas, las encuestas atribuyen a la ex ministra de Defensa un margen de entre cinco y ocho puntos, difícil ya de remontar por el acaudalado empresario luego de agotar su última oportunidad: el debate televisivo del pasado miércoles.
El cara a cara, transmitido por radio y televisión a todo el país, era considerado crucial cuando las opciones entre ambos estaban casi parejas y con cerca de un 10 por ciento de poco más de ocho millones de electores sin decidirse aún por quien votar.
Un sondeo telefónico realizado inmediatamente después de concluido el programa daba un empate a 43,7 por ciento, pero otro más reposado, de la encuestadora independiente Time Research, otorgó un margen de ocho puntos (49 a 41) a favor de la abanderada oficialista.
Los resultados de la encuesta marcaron un brusco cambio en comparación con sondeos previos sobre las expectativas del debate, y borraron de un plumazo las ilusiones de la derecha de dar un vuelco definitivo a favor de su candidato.
En ese escenario la carta presidencial de la coalición gobernante -sometida a un fuerte marcaje por su más experimentado y mañoso rival- registraba apenas un 34 por ciento, mientras el abanderado de la Alianza tenía un cómodo 48.
Eduardo Albornoz, gerente general de la empresa consultora, explicó que las cifras cambiaron gracias al buen desempeño de Bachelet que, sin haber sido brillante, logró causar mejor impresión en aspectos claves como honestidad, cercanía y credibilidad.
Estos resultados fueron reafirmados poco después por un estudio del oficialismo, difundido por el diario electrónico El Mostrador, donde se afirmaba que si las elecciones fueran el próximo domingo Bachelet ganaría por seis puntos (53 a 47) al multimillonario.
El martes, una consulta interna del gobierno daba a Bachelet sólo dos puntos de ventaja, equivalentes en la práctica a un empate técnico dado el margen de error en este tipo de sondeo: 40 por ciento (seis puntos menos que en la primera vuelta) por 38 Piñera (13 más).
Con programas de gobierno muy similares para enfrentar aspectos candentes como desigualdad social, desempleo, delincuencia, cobertura médica, fondos para la educación preescolar, sistema de pensiones, entre otros, el debate se centró fundamentalmente en liderazgo.
La agresividad prepotente de Piñera en este aspecto, tratando de demostrar que su rival no estaba capacitada para gobernar el país, dio al traste con sus pretensiones, ante una sonriente Bachelet, ecuánime, sencilla y menos pretenciosa.
Una pregunta sobre el mejor y peor gobernante que ha tenido Chile hizo “resbalar” a Piñera, que enmarcó entre sus favoritos a Patricio Aylwin (1990-1994) y Eduardo Frei (1994-2000), mientras señaló como los peores a Salvador Allende (1970-1973) y Augusto Pinochet (1973-1990).
Mientras que del presidente Allende no hizo salvedad alguna, en el caso del ex dictador -a quien debe parte importante de su fortuna- le atribuyó haber modernizado el país.
En una de las pocas ocasiones en que ambos candidatos mostraron diferencias, fue cuando se les preguntó sobre el entorno regional, donde se aprecia una marcada tendencia hacia gobiernos de izquierda y progresistas.
Piñera dijo estar muy preocupado con lo que llamó “la izquierdización” de la región, mientras Bachelet rechazó la “demonización” que se atribuye a algunos líderes regionales y dijo que los gobernantes no deben ser del mismo signo político para entenderse.
Santiago de Chile, 6 de enero 2006
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