En un mensaje leído a todo el país desde el Palacio de Gobierno, el mandatario calificó al desaparecido guía de la Iglesia Católica “como un luchador incansable por la paz, la libertad, la dignidad, los derechos humanos y también por los más pobres de la tierra”.
“Fue un luchador por el entendimiento entre pueblos y naciones. Sus viajes pastorales, sus numerosas encíclicas, sus escritos han alumbrado el destino de millones de personas en el mundo”, afirmó Lagos en su mensaje, transmitido por todos los canales de televisión nacional.
Recordó que Juan Pablo II recorrió el mundo y “levantó su voz cuando la voz de los que más sufren no eran escuchadas”.
El jefe de Estado expresó también, en nombre de los 15 millones de chilenos, “el sentimiento de gratitud por el cariño especial que tuvo hacia Chile y que se expreso en horas sombrías y también de alegrías”.
Se refirió en tal sentido a su mediación en el conflicto con Argentina a comienzos de los 80, “que fue determinante -dijo- para impedir una guerra entre países hermanos”, y a su mensaje de solidaridad durante su visita al país en 1987 en medio de la brutal dictadura militar.
Dijo que el Papa también regaló momentos de alegría cuando canonizó a Teresita de los Andes, y luego al beatificar al padre chileno Alberto Hurtado, el pasado año.
En un comunicado poco después, el ministro secretario de Gobierno, Francisco Vidal, anunció que el canciller Ignacio Walker fue designado por La Moneda para representar al Jefe de Estado chileno en los actos fúnebres del Pontífice.
Lagos, que había suspendido su periplo europeo por enfermedad de su señora madre, se trasladó la residencia del cardenal Francisco Javier Errázuriz, para expresarle personalmente sus condolencias.
El jefe de la iglesia chilena calificó la muerte del Santo Padre como “una gran pérdida para la humanidad”. “Dio todo su aliento y Levantó siempre su voz por los más necesitados”, enfatizó.
Errázuriz viajará mañana a Roma para participar en las ceremonias fúnebres y en el cónclave donde se elegirá al sustituto de Juan Pablo II.
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