JOSE MARIA FARIÑA Y EL MOVIMIENTO OBRERO

‘Sus trabajos motivaron a varias generaciones en el estudio de las luchas sociales en Chile.

Por tanto, se trata de “nuestra” memoria, un pasado no tan lejano respecto al que todos tenemos una opinión. En realidad, el tema requiere de necesarias precisiones conceptuales pero, motivado por esta excelente edición, mi objetivo “solo” es contar algo de “mi memoria suelta”.

Se trata de una curiosa historia personal que me vinculo con esta obra, y que de paso me mostró lo frágil y complejo que es el recuerdo del pasado, un problema frente al que vale la pena detenerse.

El año 1979 regresé a Chile por un paso fronterizo en la zona de Magallanes. Unos meses antes un amigo académico, enterado de los detalles de mi “operación retorno”, me pidió que si tenia ocasión investigara en Chile una información originada en una carta a la que había tenido acceso en los archivos históricos de Moscú.

Por lo que recuerdo, me contó que se trataba de una carta de Don Luís Emilio Recabarren fechada el año 1905 y dirigida a Lenin o a la Internacional Comunista. En ella Recabarren informaba del desarrollo del movimiento obrero en Chile, y mencionaba a otro dirigente que, al igual que él, pero en el extremo sur del país intentaba organizar a los trabajadores para luchar por sus derechos. Su nombre: José Maria Fariña.

La idea de saber más sobre este personaje me cautivo, y mi ingreso al país por la zona austral motivo que me quedara algo más de dos meses en Punta Arenas, tiempo que decidí dedicar a averiguar quien había sido el “socio” de Recabarren.

Hoy reviso las hojas en que apuntaba los datos que iba encontrando, y ya no logro descifrar todo lo que escribí. Había salido de Chile en 1973, como tantos siendo niño, y volvía con 18 años en medio de la dictadura.

De la historia de su movimiento obrero solo conocía los libros de Ramírez Necochea y las valiosas conversaciones que había podido tener en el exilio, en las que yo solo preguntaba, con Cesar Parrau, Carlos Contreras Labarca, y otros viejos luchadores de las primeras décadas del siglo pasado, que en ese entonces vivían una vez más el destierro.

Al revisar las notas se ven las dificultades que tuve para empezar la búsqueda. En los libros solo encontraba datos generales sobre el movimiento obrero magallánico. Por lo que no paso mucho tiempo hasta que llegue al Instituto de la Patagonia, donde su director y fundador, un generoso y riguroso Mateo Martinic, importante historiador de la zona y demócrata, me entrego los primeros consejos y se esforzó por acompañarme en la búsqueda.

No pudo ayudar mucho, ya que tras revisar todos los listados de inmigrantes su nombre no apareció jamás. No hay que olvidar que en tiempos de Recabarren y Fariña la zona había sido recientemente colonizada, y prácticamente no había controles fronterizos con Argentina.

Finalmente, me facilito sus archivos y me recomendó que leyera los periódicos obreros de comienzos de siglo.

Su nombre lo encontré en el primer directorio de la Federación Obrera de Magallanes, fundada el 18 de Junio de 1911. Después de esta fecha aparece en múltiples ocasiones a la largo de casi toda la segunda década, organizando y dirigiendo al movimiento obrero y su prensa.

El periódico de la federación apareció el 26 de junio del mismo año y se llamo EL TRABAJO. Sin embargo, en esa primera búsqueda no encontré nada referente al rol de Fariña y su vínculo con Recabarren en la primera década del siglo pasado.

La lectura de la prensa, y el testimonio que allí quedo de las discusiones del movimiento obrero de la zona, me mostró que el proyecto de cambios sociales que estos impulsaban era esencialmente propio, definido por sus necesidades vitales y condiciones de trabajo como peones y esquiladores.

Sin duda, influyeron los inmigrantes que llegaban a esta región austral y aislada, con todos los conocimientos de un movimiento obrero europeo, cuyas organizaciones tenían ya más de medio siglo. Pero también se constata la influencia proveniente de los movimientos políticos de Santiago y Buenos Aires.

Después de un mes logre conversar con un profesor, cuyo nombre sin duda por las circunstancias no anote, quien había intentado, en los años del gobierno de Salvador Allende, hacer una recopilación y estudio completo sobre la prensa obrera en la zona. El conoció los ejemplares de un periódico llamado EL OBRERO, que apareció a fines del siglo XIX. Todo le había sido destruido en el allanamiento a su casa el 73 , y no recordaba haber conocido el apellido Fariña.

Tanto Ramírez Necochea, como Julio Cesar Jobet y otros historiadores han dado cuenta de este periódico y su rol, pero sin mayores detalles, y con antecedentes contradictorios.

Poco después logre encontrar algunos ejemplares del periódico. El 26 de Diciembre de 1897 apareció el primer número de EL OBRERO, subtitulado “Periódico de la Unión Obrera”, organización fundada en octubre de ese año en una asamblea publica con cerca de cien asistentes y de la que da cuenta el diario EL PORVENIR, en su Nº 4 de ese mes.

En enero del año 1898 la Unión Obrera se paso a llamar PARTIDO SOCIALISTA, primer partido obrero en Chile. El Nº 10 de EL OBRERO ya se reconoce “Órgano Oficial” del partido.

En los últimos números aparecen mencionados socialistas españoles como Largo Caballero, y también son citados Proudhon y Carlos Marx (a este ultimo sin nombrarlo).

Se anuncia la elaboración de un programa de lucha de los trabajadores de la zona, y que “se ha ingresado a la II Internacional”. ¿Cuando? y ¿a través de quien? no lo pude averiguar, ni tampoco apunte ninguna mención de contactos con el movimiento que se desarrollaba en Santiago, lo que es comprensible por las difíciles comunicaciones en la época.

Su ultima edición, el Nº 13, apareció el 6 de febrero de 1898; finalmente anoto que “no se diferencio fundamentalmente de otra prensa anarcosindicalista de la época en la zona sur”.

En los archivos de años inmediatamente posteriores no hay rastro alguno ni de EL OBRERO, ni de los miembros del directorio del Partido Socialista de 1898.

Probablemente la represión no se hizo esperar y los líderes fueron muertos o debieron emigrar.

En una posterior visita a la Biblioteca de Santiago, de la revisión de los “legajos” de documentos de la época, no logre apuntar nada que complementara lo que ya había encontrado.

De todas formas, no había hallado noticia alguna de José Maria Fariña. Por lo que, con la ayuda nuevamente de don Mateo, volví a revisar los archivos del Instituto Magallánico.

De aquí las siguientes anotaciones: “El año 1905 Fariña aparece como dueño de la Casilla Nº 190 de Punta Arenas. Recibía cartas, por lo tanto también las escribía. En la Guía Municipal de 1908, aparece pagando 30 pesos por una patente de 2da. Clase para su fábrica de fideos LA MAGALLANES, ubicada en calle 21 de mayo. En la Guía del año 1912 volverá aparecer con este negocio, pero asociado con un Sr. Calcuta.

El año 1909 inscribe la tienda y taller de costura LA JAPONESA, en calle Errazuriz 447. También aparece mencionado como tesorero del Club de Tiro al Blanco de Punta Arenas, fundado el año 1905. José Maria Fariña era un hombre muy activo en la zona desde 1905. ¿Llego ese año a Punta Arenas?”

Poco despues logre encontrar lo que parece ser su primera aparición política. El 1 de Mayo del mismo año 1905 los trabajadores de Punta Arenas, “cientos”, conmemoraron su día con un paseo campestre. Allí se distribuyo un periódico llamado “EL 1ro DE MAYO”. Su editor responsable fue Enrique Ojeda C., pero su director, dueño de la imprenta LA POLAR, en que fue impreso, y probablemente el organizador del paseo fue, claro está, Don José Maria Fariña.

Definitivamente el periódico es un primer rompimiento con el anarcosindicalismo; llama a la unidad de la clase obrera y a su organización; plantea problemas locales y laborales; reproduce un comunicado de la Internacional Socialista, con sede en Bruselas, y otro del Comité Femenino del Partido Socialista Español. Aparece un artículo llamando a la mujer no solo a luchar junto a “la clase”, tema ya mencionado en EL OBRERO, sino también “por su propia liberación”.

“EL 1ro DE MAYO” solo alcanzó a sacar tres números. El Nº 3 y último apareció el 1 de junio del mismo año.

El periódico de José Maria Fariña se declaro “Órgano del Partido Socialista”, pero probablemente solo fue un intento por reorganizarlo. Después, nuevamente queda una laguna de varios años, durante los cuales Fariña mantuvo su casilla en el correo.
Tal vez fue él, en un nuevo intento de reorganización, quien publico un llamado a reunión del Partido en un periódico zonal el año 1908, y mencionado por Ramírez Necochea.

Por tanto, su reaparición en 1911 en el directorio de la Federación Obrera parece ser la continuidad natural de su importante trabajo de organización y lucha por los derechos de los trabajadores.

Hay una nueva laguna desde el año 1919. El periódico EL TRABAJO sufrió varias interrupciones. Alcanzaron a aparecer, hasta el año 1921, 472 números en total.

Probablemente ello este ligado a la huelga zonal del año 1919, motivada por los despidos masivos en la Sociedad Explotadora de Magallanes. La huelga fue convocada por la FOCH zonal y participaron miles de trabajadores. El conflicto culmino con el levantamiento de la ciudad de Natales, la expulsión de los carabineros de esta, y la posterior masacre desatada por las tropas del ejército. No hay datos sobre la duración de esta verdadera “comuna” de Natales, ni sobre la cantidad de muertos y heridos.

La represión, que en algunas etapas fue feroz, la falta de recursos y el aislamiento, fueron dificultades que hoy nos cuesta dimensionar, lo cierto es que hay antecedentes que muestran como tempranamente los trabajadores de Magallanes tuvieron organizaciones y medios de difusión propios.

En este proceso colectivo hubo dirigentes obreros que entregaron aportes importantes y hasta hoy desconocidos. José Maria Fariña fue uno de ellos. Su nombre desaparece definitivamente con el fin de la segunda década de este siglo.

Tengo una anotación la cual señala que, por informaciones de un nieto suyo que lo conoció, Fariña falleció en la década del 60, ya sin participación social alguna, y desilusionado de la política.

Hasta aquí mis anotaciones de la historia del revolucionario José Maria Fariña. Después me fui a Santiago, me incorpore a la Comisión Chilena de Derechos Humanos y a la Universidad de Chile. Durante todos estos años guarde con celo estos papeles.
,
Unos quince años después, ya en democracia, me encontré caminando por las calles de Santiago al amigo que me había hecho tan apasionante encargo. Y una de las primeras frases que le dije fue ¡Lo encontré, ya se quien fue Fariña! ¿Qué Fariña? Me respondió. El no se acordaba del encargo, ni de la carta, ni de nada.

Absolutamente nada.

Mi amigo había vivido el derrumbe de la Unión Soviética, la caída del muro de Berlín y la segunda desintegración de su familia con el retorno, la primera había sido producto del exilio. Tras su regreso a Chile su mayor preocupación era integrarse y rehacer su vida una vez más, talvez eso “llenaba” con creses su memoria.

Nunca más le pregunte, ni he tratado que recuerde esa conversación que tuvimos en Berlín, pues definitivamente él ya no desea hacer ese esfuerzo. En mi caso, nunca he sentido que perdí el tiempo pues creo que esta “memoria” si es parte de nuestra identidad he historia.

En las Obras de Hernán Ramírez Necochea la frase que él repite es “siempre queda mucho por hacer”. Hoy esta declaración, creo que da cuenta del necesario compromiso que debemos tener para construir y validar una “memoria” que nos permita, individual y colectivamente dar sentido al país que queremos construir.

Por Gonzalo Rovira. El autor es miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.

Crónica Digital, 4 de julio 2007
Crónica Digital , 0, 156, 18’

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